Entrevista: Xoel López

El artista anteriormente conocido como Deluxe publicó a finales del año pasado Sueños y Pan, tercer álbum firmado como Xoel López. A pesar de que su notable (y sorprendente) nuevo disco era la excusa de la entrevista, en nuestra cita en una cafetería madrileña hablamos casi de todo salvo del álbum. Un Xoel relajado y empático, cada vez más maduro y consciente de sí mismo, arranca el encuentro destacando la coincidencia entre nuestro atuendo y edad, ciertamente similares ambos. “Qué bien hablar con alguien de tú a tú, de mi misma generación”. Y empezamos por el principio del principio.

Cuando empezaste en esto de la música éramos muy jóvenes. ¿En qué momento apuestas por dedicarte en exclusiva a la música?

Aunque fue algo paulatino, me profesionalicé del todo a los 24 o 25 años. Hasta ahí era una cosa que iba combinando. Trabajaba, estaba en una discográfica, recibía algún tipo de ayuda familiar cuando estudiaba, todo muy híbrido hasta que con 24-25 me pude dedicar por completo a la música.

Cuando tu afición de convierte en tu profesión, ¿se sigue disfrutando igual?

Convertir tus sueños en tu pan es una cuestión compleja y de hecho no se habla mucho de eso. Realmente me costó. Sobre todo al principio, tuve varias fases. La primera de descubrir la realidad de la industria musical, donde crees que es todo idílico, y no es así, hay muchas realidades, contratos que firmas y te obligan a cosas. Y luego también la parte de entender que lo que era puramente tu vía de escape ya no lo es. De repente, te ves escuchando una canción que has escrito tú mil veces, prestando atención a si el batería toca lo que tiene que tocar, por ejemplo. Se pierde la pureza de la música como vía de escape exclusivamente, que es lo que era para mí antes.

“Una vez que sientes la revolución dentro de ti es una putada, porque tienes que tomar una decisión”

¿Ya no haces canciones sólo para ti, como vía de escape?

Yo compongo siempre en la intimidad, desde un lugar muy personal, pero soy consciente de que me estoy comunicando con el mundo. Creo que todo compositor tiene al otro en la cabeza. Sean ese “otro” uno o mil.

Al final todas tus canciones son reproducibles con guitarra y voz. Nunca has perdido la estructura clásica de canción, aunque experimentando y evolucionando. ¿El “formato canción” es el límite que te marcas? ¿Nunca te ha dado por experimentar con maquinitas o cosas raras?

Siempre he dudado, o me he preguntado qué sería de mí si fuera un chico rico con la nevera llena automáticamente, que pudiese vivir bien sin depender de mi trabajo, pero nunca lo sabré. Aunque yo no quiera, estoy condicionado inconscientemente a no dar rienda suelta a toda una parte mía más experimental que tengo, y que no todo el mundo conoce. He alimentado mi parte más pop, en detrimento de la parte más experimental. También es verdad que lo he hecho con gusto, nunca he pensado que me he traicionado a mí mismo. Soy un cancionista, siempre lo fui. Llego a casa y me pongo canciones, no música experimental.

¿No te planteas sacar esa faceta más experimental publicando con pseudónimo?

Sí, sí me lo planteo. Me pasó algo así, salvando las distancias, pero mucho menos arriesgado, con Lovely Luna, que surge de una necesidad de hacer algo más acústico, más íntimo, con respecto a Elephant Band, mi primera banda, que era más rockera, más sixties, lo que gustaba más en los 90. Lovely Luna era algo más íntimo, de tocar en sitios en pequeñitos. Actualmente como ya le di rienda suelta también a este aspecto íntimo con Deluxe, quizá ahora ya no tenga sentido volver.

¿Por qué decides romper la marca Deluxe cuando más popularidad tenía y sin ninguna necesidad? Cualquier estratega de marketing te hubiera matado.

Absolutamente de acuerdo, pero fui consciente, asumí el riesgo. En ese momento tuve dos opciones, sentí que había algo vital y artístico que me tiraba hacia un lado, y algo profesional y práctico que me tiraba hacia otro… Y claro, una vez que sientes la revolución dentro de ti, es una putada porque tienes que tomar una decisión. Aproveché esa ruptura vital para el cambio de nombre, algo que hacía tiempo que tenía ganas de hacer. Atravesaba una crisis interior, no inducida por nada externo, y aproveché ese momento para hacer el cambio. A veces de las crisis aparecen los cambios más significativos y más importantes, en las sociedades también, y yo aproveché. Podía haber puesto en jaque la profesión o la parte artística y vital, y decidí que me quería arriesgar.

A diez años vista, ¿te arrepientes?

No, creo que me salió bárbaro. No me arrepiento, y eso que tuve un pequeño castigo del público, tuve que explicar todo, comenzar de nuevo. Me tocó picar piedra, empezar un poco de cero, y lo asumí.

Hablando de esto, tu huida a América no parecía ser una operación para abrir mercados, seguro. ¿Pero los ha abierto?

Está bien que lo digas, no fue en sentido mercantil, aunque hubo gente que lo pensó. Allí fue todo puro fracaso, lo digo en las canciones, aposté a caballo perdedor. Quería vivir de otra forma, sin las ataduras del éxito. El éxito te atrapa, hay mucha gente que depende del proyecto y allí sentí una libertad que no podía sentir aquí, fue un experimento. Dejé de hacer entrevistas, volví a tocar en sitios pequeñitos donde no te conoce nadie…

¿Cómo era la escena indie de allí?

Muy de supervivencia. El contraste fue brutal. Me encontré con la Argentina del corralito, dejándolo atrás como trauma, un país muy difícil, con problemas para hacer cosas, quejas. Pero al mismo tiempo, por ejemplo, la televisión pública estatal era brutal, a nivel cultural. Hubieras flipado con aquello, era como la España de los ochenta en este sentido.

Al hilo de esto, ahora que el indie es el nuevo mainstream, ¿crees que surgirá un nuevo indie dentro del indie?

(Risas) La pregunta es cachonda. Yo creo que ya lo hay. Ahora misma el indie es imposible de definir, es una cosa diferente. Es la palabra más utilizada de la historia de la música, pero más vacía de contenido. Creo que ahora el indie vale para todo.

Ticketmaster tiene una sección que es Indiemaster, pura contradicción.

Es que cualquier movimiento, el punk, el mod, la new wave… estaban más definidos. El indie vale para todo.

Una persona como tú, que disfruta de un éxito relativo, ¿en el fondo sueña con el triunfo mainstream y ser la nueva Oreja de Van Gogh?

No, no… Supongo que no me importaría de repente poder comprarme un par de casas (risas). Esa parte sería algo cómodo, tampoco es mi sueño pero no le haría ascos. Pero el coste de lograr eso no lo querría. La fama es un cáncer, no es algo bonito. Mi fama, que es pequeña, es muy manejable y casi hasta bonita.

Yo siempre pienso que no me cambiaría por el Rey, por ejemplo, sin intimidad de ningún tipo.

Exacto, no hay nada más pobre que no poder tomarte un café tranquilo. No me cambiaría por el Rey ni loco.

El otro día Quique Sánchez Flores decía de Valverde, que le encantaba el éxito de la gente normal. A ti te veo alguien muy normal y sencillo. ¿Cuesta tomarse a uno mismo en serio para hacerse fotos promocionales, hacer entrevistas…?

Te acostumbras. Otros compañeros de profesión se crean un personaje y eso les facilita mucho. A mí me cuesta, no tengo personaje, soy muy parecido a como soy en el día a día, por eso quizás a veces me cuesta un poco. Por ejemplo, con las fotos fui más coqueto con veinte años, lo disfrutaba un poco más. Ahora me la suda (risas), lo hago porque hay que hacerlo y ya está.

Volviendo a cuando tenías 20 años, si tu hijo viene y te dice que va a ser músico, ¿qué harías?

Creo que es bonito que un hijo te diga que quiere hacer algo. Esto o lo otro, eso ya es algo, es la leche. Luego no sé si compensa… Es decir, sí compensa, pero si la gente entendiera todo lo que tuve que hacer para llegar hasta aquí no sé si lo buscaría. Quiero decir que no se es consciente de lo difícil que es tomar una decisión como esa. Es mucho más duro de lo que parece.

¿Cuál es la parte más aburrida de esta profesión?

Los viajes y la desconexión constante con un intento de tener una vida más ordenada y rutinaria: entrevistas, viajes, conciertos… Al final la gente empieza a no contar contigo.

Pues ahora comienzas gira de nuevo…

Empezamos la gira el día 1 de marzo en la Riviera, con toda la banda, con un par de huevos y un cierto grado de acojone, porque siempre empezar es difícil. Pero con muchas ganas también, la verdad.

Cuando echas la vista atrás para preparar el repertorio y ves tu discografía en perspectiva, ¿de qué te sientes más orgulloso?

Me siento orgulloso de haber podido hacer todo lo que he hecho. Grabé el primer single, un disco de 3 canciones y lo viví como algo increíble. Ahora que llevo 14 discos originales, y tengo 40 años, pienso ‘qué bonito poder haber tenido la oportunidad de hacerlo’.

¿Tuviste miedo en su día de que “Que no” canibalizara el resto de tus canciones y te convirtiese en un One Hit Wonder?

Estaba tan contento de que me dieran oportunidades, me tantas muchas puertas que ni me lo planteaba.

«Me siento orgulloso de haber podido hacer todo lo que he hecho»

Ya pero tres años después…

Bueno, quizá como Los jóvenes mueren antes de tiempo fue un disco fallido a todos los niveles…

Que ha envejecido muy bien, por cierto.

Gracias, a mí también me gusta más ahora que hace cinco o diez años. Cuando después de ese publiqué Fin de un viaje infinito y vi que gustaba por completo a la gente, se me pasó cualquier miedo de ser un One Hit Wonder y pensé que podría tener una carrera de largo recorrido y había superado “Que no”.

¿Eres consciente del fenómeno fan que despiertas en una generación de mujeres españolas? En tus conciertos 8 de cada de 10 son mujeres.

No soy consciente y no lo he fomentado mucho. A nadie le amarga un dulce pero no lo vivo como algo muy presente. Tampoco mi relevancia como músico. En estos años en América me acostumbré al anonimato, mi vida es muy normal y creo que en este sentido he elegido la opción más sana.

Ahora que estás asentado aquí, ¿tan compleja y difícil es la relación con Madrid? En Sueños y pan hay un tema con ese título, “Madrid” y con Deluxe ya publicaste “El cielo de Madrid”, una canción triste y algo depresiva.  

A veces le echamos la culpa a las ciudades, nos sirven de sparring, de saco de boxeo, pero tiene más que ver con mis propias dudas existenciales, de la sociedad, del ser humano. No le voy a echar la culpa a Madrid de mis complejidades, de mis dudas. Si analizas “El cielo de Madrid”, en realidad no habla de Madrid, sino de alguien que se siente solo, perdido, en la búsqueda de algo, y no termina de encontrarse en esa noche madrileña, que no rellena ese vacío. En el caso de “Madrid”, es casi una oda. Mi amor a la ciudad tiene que ver con esa dualidad, todo lo que me hizo mal de Madrid también me hizo bien, me hizo más fuerte.

Por último, cortita y al pie, ¿te sigue gustando la música?

(Con entusiasmo) ¡Me encanta! También te digo me lo preguntas en un momento muy difícil, después de haber acabado un disco, que es un momento en el que sientes un vacío que yo tardo en volver a llenar, que no me permite escribir o escuchar música con normalidad, pero ahora estoy recuperándome.

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