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Cuéntame una canción: «Für Elise» (Para Elisa) de Ludwig Van Beethoven

A todos nos han dado calabazas alguna vez. Y no ocurre nada, es ley de vida, hay que tomárselo con deportividad; lo que se suele llamar “pasar página”. De cómo lo asimilemos, dependerá cómo nos va en el futuro.

Pero, claro, los artistas son gente temperamental, emocional. Tienen que serlo para hacer bien lo que hacen, lo malo es que a veces… digamos que no gestionan adecuadamente el rechazo. Que te digan “no” cuando eres un genio no sienta muy bien, que digamos (hablo de oídas). Veamos un ejemplo.

Entra en escena Ludwig Van Beethoven, al que llamaremos en lo sucesivo Ludwig Van, en homenaje a Alex DeLarge, el prota de La naranja mecánica, el clásico de Kubrick, de 1972 (si todavía no la han videado, corran a verla, por favor).

Es el año 1810 Napoleón está que lo peta en toda Europa, se acaba de casar con la archiduquesa María Luisa, y al compositor favorito del emperador se le considera un genio a la altura de Mozart. Lo malo es que se pasa todo el día componiendo, encerrado en su estudio y no sale mucho, con lo cual las relaciones sociales no son precisamente su fuerte. No conoce muchas chicas y, al final, termina pillando un crush monumental con Therese Malfatti von Rohrenbach zu Dezza, una alumna que asiste regularmente a sus clases (porque mucho éxito y tal, pero en el tema económico tiene que dedicarse a la enseñanza para llegar a fin de mes).

Ludwig Van decide declararse a su amada y ¿qué mejor que componer una pieza para regalársela a la elegida, en tan señalada ocasión? Así que se pone a preparar una bagatela, un tema corto y sencillo, sin mayores pretensiones; algo que sea a la vez hermoso y fácil de interpretar, para que su chica pueda lucirse tocándola ante las amistades. Y con todo ya listo, le revela su amor a Therese, pero aquí es donde la cosa se tuerce, porque ella lo rechaza. Procede de una familia acomodada, de la alta sociedad, y casarse con un músico (aunque sea un genio) como que no. Sus miras apuntan un poco más alto y algún tiempo después terminará contrayendo matrimonio con un tal Wilhem von Drobdik, un barón austriaco con un alto puesto en el gobierno.

Es un jarro de agua fría, para el compositor, no cabe duda. Pero, ¿qué hace él? ¿Monta el pollo? ¿Le raya con las llaves el barniz de la carroza? ¿Llena de pintadas insultantes la calle donde ella vive? ¡Noooo, nada de eso! Ludwig Van es un tío con clase y lo que él hace es mucho más sutil: reescribe el tema y mete en la segunda parte del mismo unos fragmentos tan complicados, que requieren un consumado pianista (algo que Therese está muy lejos de ser) para interpretarla correctamente. ¡Que lo intente si se atreve! Así aprenderá que no se le dan calabazas a Ludwig Van impunemente. (Coloquen aquí la clásica risa de villano chiflado).

Ludwig Van Beethoven Für Elise partitura

No me negarán que la reacción es digna de un genio del romanticismo decimonónico. Ahora bien, los lectores de Muzikalia (en especial los acostumbrados a ver series policíacas) probablemente habrán advertido algo que no encaja: Si la chica se llamaba Therese, ¿cómo es que la pieza se titula «Para Elisa»?, se preguntarán.

La explicación es sencilla (¡Ejem!): «Für Elise», fue publicada por primera vez en 1867, cuarenta años después del fallecimiento del compositor. Fue Ludwig Nohl, uno de los editores de las obras de Beethoven, quien sacó a la luz una transcripción de la pieza original, manuscrita y casi ilegible, por lo que, al copiarla, se confundió y donde ponía «Therese», puso «Elise». Esto es lo que contaba a principios del siglo XX el alemán Max Unger, musicólogo y biógrafo del compositor.

Pero, esperen, porque a partir de aquí, la cosa se complica. En 2010, otro musicólogo alemán, Klaus Martin Kopitz, dijo haber encontrado evidencias de que la pieza había sido compuesta para Elisabeth Röckel, una joven soprano hacia la que Ludwig Van también sentía “admiración”. Al parecer, entre la correspondencia de la joven se encuentra alguna carta en la que dice que el compositor está encaprichado con ella y se pone pesadísimo. Finalmente, y para desgracia de Ludwig Van, esta también le da calabazas para casarse con otro, en este caso con su buen amigo Johann Nepomuk Hummel.

Apenas unos pocos años más tarde, en 2014, la musicóloga canadiense Rita Steblin sugirió que fue la jovencísima (13 años, por la época) pianista Rita Steblin la destinataria última de la pieza. Esta niña prodigio sería una protegida de Nepomuk Hummel, y Therese Malfatti, amiga de ambos, le habría pedido a nuestro protagonista que le escribiese algo a la niña, para que ella se lo regalase teniendo así un detalle.

Todo el asunto es como una incógnita encerrada en un misterio y envuelto en un enigma, en el que cuánto más averiguamos, más se complica, porque para terminar de anudar el rompecabezas sobre el origen y la destinataria de la pieza, es preciso puntualizar que Ludwig Nohl, el editor que supuestamente transcribió la composición, nunca llegó a hacer público el manuscrito original y hoy en día se considera «perdido». Por otro lado, el musicólogo Luca Chiantore ha realizado detenidos estudios sobre esta composición y asegura que no fue nuestro amigo Ludwig Van quien dio la forma definitiva, y que fue Nohl quien, basándose en ciertos esbozos del compositor, escribió la partitura final. Todo esto, por sí solo, ya suena bastante mal, pero es que, además, la teoría de Unger, que hoy pasa por buena, se basa en suposiciones, ya que al no poder examinar el manuscrito original (recuerden que está desaparecido), no hay forma de verificar si Nohl se equivocó o no al transcribir el nombre de la dedicatoria. Menudo lío.

La verdad es que, a estas alturas de la historia, conocer lo que de verdad sucedió tiene una importancia muy relativa, sobre todo porque cuando se trata de música, lo que cuenta es que nos haga disfrutar y «Für Elise» lo logra sin mayores problemas. Ahora bien, personalmente, me quedo con la versión de Unger, la que les contaba al principio. No porque crea que es cierta, sino porque es la que más me gusta. Así de sencillo.

 

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