Doctor Explosión (Ambigú Axerquía) Córdoba 15/10/22

Una banda mítica, célebre por pasear su talentoso desmadre por media Europa y parte del mundo transoceánico. Un repertorio mucho más variado y abierto de lo que pueda parecer a primera escucha. Un directo demoledor, divertido donde los haya y lo bastante convincente para atraer a la causa a cualquier oído dudoso. Una noche de temores logísticos coronada por un último y definitivo poder de convocatoria de unos músicos generosos y entregados. En resumen, lo que viene siendo un habitual encuentro con las huestes de Jorge Explosión, músico despreocupado en apariencia pero absolutamente seguro de sus poderes y de los de su banda. No en vano llevan más de tres décadas en activo, con un éxito –o una motivadora falta del mismo- que no deja de retratarlos como la eterna no promesa, una especie de nombre al fondo de los carteles, omnipresente y tentador, que nunca acaba de abarcar el público ni el espacio que se han ganado a pulso con sangre, sudor y nulas lágrimas. Para que no se diga que lo suyo ha sido un sinvivir, más bien todo lo contrario.

Conscientes del lugar que han ocupado siempre en el corazón de sus seguidores, no se cortan ni un pelo en empezar gritando que son, y se consideran, una “Basura” de dimensiones amables, reafirmándose en una “Insatisfacción” rotundamente productiva o proclamando que es ya constatación popular aquello de verse como un auténtico “Inútil” por haber traspasado el límite establecido para abrazar la paternidad y otras responsabilidades familiares. En su línea, a guitarrazo limpio y soslayando el rock de garage con el punk de cierto filo melódico, llegaban a Ambigú Axerquía repasando una discografía amplísima en la que se remontan a los inicios pseudo pop de “Vivir al filo” para inmediatamente después saltar en el tiempo hasta la rabiosa actualidad de “La polilla”, “Vestir de mujer” (un pequeño himno a la libertad lúdico-sexual en clave de pop sixty) “El día que David Bowie murió”, su más recientes pildorazos, o hacer parada obligada en el “Drácula ye-yé” que hizo que anotáramos el nombre de Andrés Pajares en nuestro cuaderno de deberes por descartar. Hasta recuerdo la primera vez que escuché esta inesperada versión y tuve que sacar de la guantera del coche paterno el casete con la infame recreación de las aventuras del vampiro de marras narrada con el tono de gracieta del, por otra parte, excelente actor madrileño.

Un must en su repertorio, y la plasmación de que en los covers radica gran parte del encanto de la banda, puesto que lo de “Blue Monday”, en las antípodas del mil veces escuchado hit de New Order, dejó patidifusos a los curiosos y ojipláticas a las osadas que lo escucharon por primera vez. Pero no es solo que Doctor Explosión toquen a todo trapo, que se explayen mezclando riffs e influencias que tienen un tronco común, sino que es un grupo entregado al espectáculo, al puro desfase que supone tumbarse en el suelo de la sala sin dejar de empuñar instrumentos, arrastrar al público al exterior con la caja y el bajo incluidos o subirse a la barra del otro extremo para lucir un desmañado striptease instrumental. Todo por el mismo precio que incluye gigantescos himnos mod como “Chesterfield Childish Club” que los emparentan con la época dorada del pop británico y hacen pensar en que casi los flequillos de tazón y las parkas imposibles les harían más justicia estética.

O el ritmo endiablado de “Rompí la televisión” o “Eres feo, chaval”, títulos que suscitarían el rechazo de los amantes de los sonidos impolutos y producidos en cadena. A nosotros, en cambio, esos y otros del estilo de “Hoy una vez más” nos provocan el mismo efecto que la tremenda revisión de “Ça plan pour moi” -¿existe en el mercado físico o digital otra a la altura de este “Surf talibán” que honre el historial del gran Plastic Bertrand?- y ese grito final como declaración de intenciones de “Let’s go in 69”. Por si quedaba alguna duda y para sacar conclusiones después de tan intensas descargas, de aquí vienen y hacia aquí se siguen dirigiendo en su cruzada sonora.

Todo está bien, todo suena como tiene que sonar y las cosas vuelven a su sitio, que no es otro que el del rock and roll entendido como pura evasión, cuando una banda de estas características se sube al escenario de una pequeña sala. Porque ahí es cuando y como debe existir y subsistir su propuesta. Nada de arreglos superficiales que ensucien lo que ya viene sucio de fábrica. Ya habrá mentes y orejas igual de desaseadas que las suyas que sepan apreciar lo que tienen delante de sus ojos y sus oídos. Y las hay, ya lo creo que las hay, y son legión.

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