Entrevistamos a Califato ¾, que están de gira presentando La Contraçeña
La propuesta que ofrece Califato ¾, el colectivo de productores andaluces de música electrónica se ha erigido en una de las más frescas e innovadoras del panorama actual en nuestro país. Un gazpacho rítmico que funde sonidos de ayer y de hoy, combina elementos de la tradición y de la vanguardia y los marida con ingentes dosis de risas y ocurrencias: musho arte.
Después de un EP de presentación con el que alertaron al personal –L’ambôccá (2018)- y varios singles, a finales de 2019 llegaba el larga duración que los catapultaba, Puerta de la Cânne. Pero el innombrable los iba a frenar en directo. Entre nuevos adelantos, epés varios y discos de remixes, el proyecto se consolida con La Contraçeña (Breaking Bass, 2021) y un viraje hacia una banda más orgánica, que emplea más los instrumentos que las maquinitas.
Manuel Chaparro (The Gardener, voz y capataz), Curro Morales (S Curro/SKLT SLKT, guitarra y voz), Esteban Espada (Esteban Bove, bajo), Sergio Ruiz (Stay Puft a.k.a. Serokah, teclados), Lorenzo Soria (electrónica) y Diego Caro (Digital Diógenes, proyecciones), a los que se suman sobre el escenario la vocalista Rosana Pappalardo y el guitarrista Guillermo Iniesta, se están resarciendo del parón de varios meses en una gira de rodaje de este disco con el que desvelan la clave para introducirse en su particular romería. Conocemos su idiosincrasia junto a Morales y Espada, a pesar de que nos hayan faltado las cervecitas y las aceitunas.
“Puedes ser capillita y rockero, claro que sí, porque en la música puedes coger lo que te dé la gana de la tradición”.
En vez de la etiqueta Parental advisory: Explicit content, ¿habría que pegar en vuestros discos una que, por ejemplo, indicara “Escuchar con oídos desprejuiciados y agudizar el sentido del humor”?
Vaya pegatina fea, jodería la portada del disco. Pero hace falta humor en todo. El humor es sabiduría y flexibilidad para afrontar la vida. Hay que reírse de todo. El humor te entrena en algo muy andaluz, que es no creerse ni más, ni menos que nadie.
Entre 1968 y 1969, Smash dieron a conocer su Manifiesto de lo borde. Cincuenta años más tarde, vosotros redactáis un documento ideológico similar que evidencia la intención de desarrollar una estética, de ir más allá de la música. ¿Había algún plan premeditado antes de empezar a crear juntos o ha ido surgiendo todo con naturalidad?
Todo ha ido surgiendo, no planeamos nada. Una cosa ha llevado a otra desde que empezamos en nuestra primera fiesta-campamento musical en verano de 2018 y todas nuestras canciones, vídeos, comunicación y proyectos han salido y salen de manera espontánea. Con mucho esfuerzo y trabajo detrás, pero con cero intencionalidad o planteamiento.
Tenemos muy interiorizado qué es Califato ¾ y el manifiesto vino a posteriori. La verdad es que hacía tiempo que no leíamos el de Smash; es buenísimo, superguasón. Es cierto que el nuestro parece muy serio, pero animamos a leerlo con humor o a meterle fuego. Es una coincidencia que nosotros hayamos hecho otro manifiesto, como todo lo que hacemos.
Vuestra forma de funcionar es bastante particular, muy en consonancia con la vida en la calle, en las tascas y en los corralones de vecinos de vuestra tierra. Soléis dar rienda suelta a la inspiración todos juntos, reunidos en lugares apartados, como si de unos boy scouts psicotrópicos se tratara. ¿Qué o cuándo se activa la necesidad de poner cosas en común?
Nosotros pasamos muchas horas juntos, y horas solos, que son igual o más importantes para la creatividad, y, con el tiempo, vamos llenando lo que llamamos “la mochila”.
En los viajes, por ejemplo, (9 personas en una furgo, 6/12 horas, ida y 6/12 horas, vuelta) pasamos muchísimo tiempo poniéndonos temas que hemos ido descubriendo por nuestra cuenta y, en cierta manera, sorprendiéndonos a nosotros mismos en forma de sana competición.
Es cuestión de tiempo que “la mochila” se llene con nuevas vivencias e ideas: “qué guapo para samplear”, “vaya melodía, “mira cómo canta el estribillo”, “bajazo”… y anotamos estas referencias e ideas que van surgiendo de manera individual o grupal en el móvil para el próximo retiro.
Por ejemplo, el último disco, La Contraçeña, fue un desfogue gordísimo que hicimos a principios de junio de 2020 en Ronda tras los duros primeros meses de confinamiento y esa energía se plasma en las canciones. De verdad que no pensábamos hacer un disco como tal, íbamos a desconectar y nos llevamos el home studio por si surgía algo, y a los cuatro días habíamos hecho trece demos jugando como chiquillos.
Nos gusta hacer todas las demos (los esqueletos base de las canciones) en estas escapadas, porque reflejan el momento personal y colectivo de la banda. Si las hiciéramos en el local, día a día, no tendrían ese componente salvaje y fresco.
Las variadas influencias musicales y el conocimiento de la tradición impregnan vuestras composiciones y los samplers utilizados. No obstante, hay sonidos y géneros que algunos desprecian por considerarlos demasiado comerciales o directamente casposos. Sin embargo, recuperáis sin complejos el folclore, lo actualizáis, y, gracias a ello, obtenéis una importante repercusión. ¿Cuál es el secreto para alcanzar ese equilibrio que contente a casi todos?
Ni idea. La verdad es que tenemos mucha suerte de que, haciendo una cosa para nosotros mismos, sea comprendida y apreciada por un público tan diverso, global y transversal.
Para titular discos y canciones empleáis la propuesta de ortografía andaluza EPA (Er Prinçipito Andalûh). ¿Por qué lo decidís así? ¿No teméis que el mensaje llegue distorsionado o no se comprenda bien fuera de Andalucía?
Es verdad que, aparentemente, es “poco accesible”, algo “anti-Google”, pero no le vemos realmente cosas negativas. Aporta cosas que nos parecen muy buenas.
Por ejemplo, fuera de Andalucía no se comprende que realmente “Crîtto de lâ nabahâ”, si eres de Salamanca, se pronunciaría “cristo de las navajas”, pero ese “error” que comete el de “fuera de Andalucía” es algo que celebrar para nosotros; siempre desde el cariño, porque a los andaluces siempre nos han hecho pensar que “hablamos mal” o “menos bien”. Nos encanta que esta “anécdota” plantee para nosotros un juego inverso.
Hay muchos andaluces creando contenido en EPA o en andaluz freestyle, conectando con la gente de aquí y creando un nuevo sentimiento identitario. Esto es buenísimo para la gente de aquí. ¡Fuck RAE! Siempre nos han inculcado que lo globalizado mola, pero ¡un carajo para la globalización! Sobre lo críptico, igual; para algunas cosas mola ser críptico porque te aporta cosas muy positivas.
A nosotros nos encanta escuchar a alguien de fuera pronunciar en andaluz el nombre de nuestras canciones, porque es entrañable, como escuchar a un guiri pidiendo una tapa de “tortillita de camarones” o de “papas aliñás”. Andalucía es un pueblo inclusivo, sólo hay que querer ser andaluz para poder serlo.
El EPA, cuando nació, fue denostado y criticado con mucha maldad, como si fuera una aberración, cuando realmente es una idea hecha con cariño y con la simple intención de aglutinar hablas andaluzas. Es algo que molesta a los académicos, a “los rígidos”, a “los que poseen la verdad” y a nosotros nos mola molestar. Desde el cariño siempre.
Y la otra cuestión por la que nos gusta es por simple estética, porque es diferente y lo diferente da identidad.
“El humor es sabiduría y flexibilidad para afrontar la vida”
Siguiendo con este asunto, la penúltima pieza de La Contraçeña, “Camelamô naquerâh”, está interpretada en romance andalusí, lengua en desuso desde hace 800 años. ¿Cómo se os ocurre esta idea?
Chaparro tenía contacto con Pablo Sánchez, investigador e impulsor del romance andalusí, y guardó la idea de colaborar con él cuando fuera el momento oportuno.
La letra de “Camelamô naquerâh”, que significa “queremos hablar” en caló, empezó como un collage de antiguos poemas andaluces anónimos de hace miles de años y a Chaparro se le ocurrió la idea de traducirlos al andalusztí, la lengua perdida de Al-Ándalus, una frikada que le daba un aire completamente brujo y conceptual a la canción más metalera que tenemos.
En un momento en el que todos los lanzamientos se amontonan los viernes, vosotros buscáis fechas simbólicas en la comunidad andaluza para que vean la luz vuestros trabajos, como el 28 de febrero -Día de Andalucía-, el 4 de diciembre -Día Nacional de Andalucía; no oficial- o incluso en festividades señaladas, como la Feria de Abril de Sevilla o el Viernes Santo. ¿Por qué?
No lo habíamos pensado. Aquí en Andalucía (y en todas partes, con el folklore y el calendario de cada lugar) estas fechas marcan los ciclos y nos gusta celebrarlas en nuestro ámbito musical.
Lo del 4D y el 28F es evidente, nuestra propuesta celebra y amplifica el folklore andaluz y estas son las fechas clave. Y, sobre la Feria o la Semana Santa, podría decirse lo mismo que dice Antonio Manuel [Rodríguez, activista, escritor y profesor cordobés, autor del texto que él mismo recita en “Mençahe der profeta”, primer tema de Puerta de la Cânne] de Andalucía: “que son un estado mental. Siempre lo mismo, nunca lo mismo”. Tienen un imaginario y un sentido del tiempo ancestral. Para nosotros, las fiestas en Andalucía son nuestras estaciones.
“Siempre nos han inculcado que lo globalizado mola, pero ¡un carajo para la globalización!”
En 2020 actuasteis en la XXI Bienal de Flamenco de Sevilla con el espectáculo Lâ treçe puertâ. Me acuerdo de la dura crítica que recibió el Niño de Elche por su actuación en ese festival en 2018. ¿Habéis tenido algún encontronazo con los puristas del flamenco o de otros géneros?
No, sobre todo porque siempre hemos dicho que no hacemos flamenco, sino que nos inspiramos en códigos y lenguajes del flamenco y los hackeamos, pero que lo nuestro es folklore andaluz en el sentido más amplio.
En la Bienal, desde que nació, siempre ha habido cosas muy vanguardistas y rancias en el mejor de los sentidos. En nuestro caso, el titular del Diario de Sevilla al siguiente día era “Los inventores del rock and roll”, un titular maravillosamente rancio y cariñoso.
Una de vuestras piezas más populares es la ya citada “Crîtto de la nabahâ”, en la que se mezcla una marcha de Semana Santa con dancehall y breakbeat. En La Contraçeña, incluís los ritmos procesionales en “Çambra der Huebê Çanto”, donde, además, colabora el Rey del silbido, el mítico Kurt Savoy. ¿Erais de los que descargaban en el eMule a Delaygurrud y DJ Karpin?
¡C’mon baby! Nos llegó a todos el tema de Delaygurrud. Llegó a todos los pueblos de Andalucía coche a coche [risas]. En el grupo hay gente de veintipico y de cuarenta que han vivido el nacimiento de Internet con Napster, eMule, Kazaa… y a día de hoy seguimos en Soulseek.
Dj Karpin lo pinchaba, pero el tema es de Delaygurrud con los colegas de la banda [de cornetas y tambores Presentación al Pueblo] de Dos Hermanas, que también formó un grupo que se llamaba Digital Cornet.
Lo de la Semana Santa sí que es un tema controvertido, aunque también muy enraizado e influyente en el pop y el rock, sobre todo en el sur. Ahí están los ejemplos de Silvio Fernández Melgarejo o Andrés Herrera “Pájaro”, aunque hay muchos más. ¿Es posible separar la religión de las expresiones artísticas derivadas de ella?
Por supuesto. La Semana Santa es una “costumbre popular” y, en Andalucía, la cultura popular se come a la religión. Puedes ser capillita y rockero, claro que sí, porque en la música puedes coger lo que te dé la gana de la tradición. La música es un juego, y vale todo. No es Medicina o Ingeniería. Si lo haces desde el corazón, puedes mezclar lo que sea. No es ninguna falta de respeto; todo lo contrario, es una muestra de admiración.
Igualmente, defendéis algo denostado como las raves, siempre relacionadas con desinhibición y drogas. Pero habéis demostrado que detrás de la música que se escucha en ellas puede existir un fin cultural y una reivindicación fundamentada. ¿Qué hubiese pasado si os sueltan en aquella famosa rave de Llinars?
Que en media hora tendríamos controlao todo el sistema operativo, hubiéramos ocupado la cabina y sabríamos quién vende cada cosa.
Demostráis ser muy sinceros –al menos, a mí me lo parece- cuando en más de una ocasión habéis afirmado que participasteis en el anuncio de Cruzcampo del deep fake de Lola Flores por subsistencia. A veces, se olvida que para publicar música o intentar vivir de ella es necesaria la pasta. Y guste o no, las marcas juegan un papel importante en la industria. Sólo hay que ver el envoltorio que rodea a los festivales. ¿Qué pensáis al respecto?
Además de que necesitábamos el dinero, lo hicimos porque era para Cruzcampo, que es la cerveza que bebemos desde niños, y porque el mensaje iba en nuestra línea discursiva.
Vivir de la música es chunguísimo. No hay clase media, hay un 1% que gana mucho y un 99% que sobrevive o lucha por sobrevivir. Sin conciertos no hay posibilidades de dedicarte a la música realmente. El streaming podría haber sido una forma buenísima de repartir beneficios, pero, evidentemente, el monstruo del capitalismo ha cogido todo el pastel y ha dejado para los creadores las migajas.
Otra razón de por qué los artistas tienen que trabajar con marcas es porque las instituciones públicas no apoyan a los músicos y, muchas veces, son empresas privadas las que vienen a llenar esos vacíos. Es algo muy triste.
“No hacemos flamenco, sino que nos inspiramos en códigos y lenguajes del flamenco y los hackeamos”
Para terminar, no sé si coincidís con esta apreciación: A priori, vuestro proyecto puede resultar algo localista, pero, al mismo tiempo, funciona como una especie de rebelión de las escenas periféricas frente al habitual centralismo, un fenómeno parecido al que ocurrió en la época de la Movida. En definitiva, una misión divulgativa del orgullo andaluz que los políticos no han sido capaces de realizar como deberían.
Nuestra música es una fiesta en la que están todos invitados. En nuestra fiesta suena lo que nos gusta, nuestro imaginario, y una fiesta la entiende todo el mundo, por muy local que sea. Nuestra propuesta viene de la calle y la cultura popular de todas las culturas pasada por nuestro filtro personal. El rap, el dancehall, los breaks o el flamenco son nuestra política. Nuestra política es nuestra música.
¡Muchas gracias! ¡Salud! Nos vemos en los conciertos.
Dioses. Y vaya directo que tienen