Galerna (Sala Nazca) Madrid 09/05/24

Mi encuentro con Galerna fue puramente casual. Les descubrí teloneando un impresionante concierto de Mcenroe en Madrid y las buenas sensaciones que generaron entonces me pusieron en alerta de cara a seguir de cerca sus futuros pasos. Su apasionada puesta en escena, completamente anacrónica y ajena a todas las vertientes sonoras incipientes (post punk, shoegaze, etc), fueron un factor que, a poco que uno termine saturado de los imperativos de “lo que está de moda”, supone una animada simpatía militante por los de Vizcaya.

Luego vinieron las canciones adelanto que no hacían otra cosa que constatar las impresiones captadas en escena con un especial cuidado por el resultado final. Elegancia, sensibilidad y cuidado al servicio de unos temas que contaban una historia. Todo ello erigió con resplandor el que ha sido su disco debut, Viaje a Roma (2024, Subterfuge), sobre el que escribí unas líneas en esta misma casa no hace mucho tiempo. Tocaba ahora disfrutarles de nuevo en la capital como protagonistas de la noche y con un merecido sold out incluyendo una previa ampliación de aforo en la Sala Nazca.

Su concierto consistió en la defensa de principio a fin de la novela relatada a través de los diferentes capítulos que componen su primer trabajo. Destacó, por encima de todo, la profunda seriedad, profesionalidad e ímpetu con el que interpretaron su repertorio, derrochando una madurez adquirida para su temprana edad que adelanta una, ojalá, carrera en la que las conquistas debieran aflorar, si es que existe justicia poética.

Capitaneados por un Mario locuaz, pero sin abrumar en ningún momento, Galerna se mostraron entusiastas y agradecidos; la comunión con la audiencia acarició la complicidad desde el primer momento en el que asomó esa maravilla denominada “La Razón”. Los temas continuaron fluyendo con ritmo y temple, aupados por un sonido eficaz. De nuevo destacaron composiciones catedralicias para quien les escribe, aquellas que demuestran una combustión ventricular superlativa, especialmente “Vía Merulana” y “Villa Borghese”, con bonita coda improvisada incluida esta última (versos declamados incluidos), entre las que afloró una muy celebrada “San Lorenzo”, otro de los mejores momentos de la velada.

La conclusión del viaje, tras la presentación y merecida ovación hacia los músicos, la compuso la dupla que forman la agridulce “La Gran Vergüenza” y el desenlace crespuscular de “Muriola”, concluyendo que el disco al que dio sentido a la aventura ha sido escuchado por muchas almas afines, aquellas que sabemos y reconocemos la vida como único viaje posible en el cual embarcarnos sin tener demasiado en cuenta el precio del billete.

Foto Galerna: Raúl del Olmo

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