Mcenroe + Galerna (Sala La Riviera) Madrid 17/12/22

Con motivo de la entrevista que realicé a McEnroe no hace mucho, escribía que su existencia me parece casi un milagro en estos tiempos. La efervescencia y la futilidad de todo hacen que celebrar sus 20 años de vida sea un acontecimiento que, lógicamente, nos alegra el corazón a quienes hemos tallado nuestro corazón a través de sus canciones en lo bueno y en lo malo.

El pasado sábado se cerraba la gira de conmemoración en La Riviera y sabíamos de antemano que se trataría de una velada muy especial, como así fue. Abrieron la noche los bilbaínos Galerna, apadrinados por McEnroe, que demostraron ser el relevo generacional más coherente en cuerpo y alma.

Es cierto que su pujanza juvenil aún debe pulir ciertas maneras para lograr alcanzar el calado emocional de la banda protagonista, pero la forma y el contenido del cancionero defendido dejó muy buen sabor de boca, acompañado desde abajo por una nada desdeñable cantidad de fans y amigos, que coreaban al dedillo algunos temas recogidos en su maqueta Esta noche es mía (21), especialmente ese pequeño himno que es “Madrid”. Ganas de escuchar su primer largo, a publicarse el próximo mes de marzo por lo que su cantante comentó.

Un telón semitraslúcido cubría el escenario de La Riviera mientras McEnroe ultimaban preparativos para su salida. Cada uno de los presentes nos mentalizábamos en la intimidad de nuestros adentros para recibir una vez más a ese invitado tan especial que es su universo musical, construido en base a la verdad y a la valentía de sentir y, con ello, encarar una existencia decididamente cierta sin importar el precio.

Un concierto que se abre con la recuperación en vivo de “El sur de mi vida” sólo puede presagiar algo que no olvidaremos fácilmente. No voy a descubrir nada a nadie que sea seguidor de lo que supone escuchar esas tonadas a escasos metros de nuestro cuerpo y nuestra memoria. Su puesta en escena resultó sobria, seria en lo que debe y simpática en lo que agradece, de esas que, por desgracia, ya no se llevan tanto y que equivocan espontaneidad y carácter con desinterés y levedad.

No faltaron en la nutrida elección de temas momentos de mayor intimismo con momentos de expansión, ni tampoco las aportaciones de Jimena, la hija de Ricardo Lezón, nunca invasiva en sus apariciones y sí discreta y colorista. De esta manera, hubo pasajes que nos bañaron en tristeza bonita- que no pena, por supuesto-, especialmente en una soberbia interpretación de “Luz de gas” o el rescate de “Arquitecto” y otros que coreamos con entusiasmo y alegría honesta (“Un rayo de Luz” o “Gracia”, la recuperación de Lluvia y Truenos (16), ese gran disco construido a medias con el también insustituible The New Raemon).

El grueso del show se cerró con la preciosa “La electricidad”, mientras que cada verso que desprendía tensaba un poco más el nudo de nuestras gargantas. Y fue entonces cuando quizás algunos no vimos venir un bis majestuoso, encabezado por uno de sus temas más imponentes, mezcla de todas las virtudes de los vascos, las que abarcan desde la sutileza del slowcore a la trascendencia del post rock, pasando por su brillante oficio melódico. Me estoy refiriendo a “Naoko”, acompañada de una preciosa historia contada por Ricardo acerca del tiempo en que ésta fue desterrada de sus repertorios. Tras nueve minutos fuera y una vida dentro, la siguieron una celebrada “Los Valientes” y el broche con la primeriza “Mi Vietnam”, dejándonos la sensación de que, por mucho que la resaca de haber sido felices nos durará lo que nos quede, sin duda habrá merecido la pena (y la alegría).

Fotos McEnroe: Manuel Pinazo

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