Jelly Cleaver – Cure for an Existential Crisis – Autoeditado

Imagina que el espíritu del difunto Jeff Buckley se apoderara del cuerpo y de la voz de la muy vital Beyoncé. Entretente en la contemplación mental de un universo paralelo e hipotético en el que a la ex-Destiny’s Child se le bajara la libido y le diera por versionar el «Hallelujah» de Leonard Cohen. O a Joni Mitchell. Quizás incluso a Father John Misty, si la cosa se pusiera muy loca. Añádele al híbrido mental un acento del sur de Inglaterra, una guitarra jazzera tapizada con pop barroco e improvisación, y un toque final de orquestación y rocío mañanero. Visualízalo. Hazte un esquema o un bocetillo, lo que te vaya mejor.

¿Lo tienes? Bien, ya puedes parar de fantasear. Abre los ojos y tira el papel a la basura porque lo cierto es que ha sido todo una gran pérdida de tiempo, un esfuerzo cerebral inútil. El cruce reencarnado entre cantautor maldito y diva del soul ya existe sobre la Tierra, y no, no es ninguna paranoia tuya; se llama Jelly Cleaver, tiene 20 años, y viene directa de Southampton, Reino Unido, para curarte el miedo a la vida y a la muerte con unas canciones que ella misma ha escrito.

O al menos eso es lo que parece prometer el título de su álbum debut, Cure for an Existential Crisis, un esfuerzo de folk sinfónico tan pretencioso en su planteamiento como natural y etéreo en su ejecución. Letras, composición, voz, guitarra, mandolina, flauta, armónica, bajo, teclado, batería, percusión y arreglos, todo en uno; Jelly se lo guisa y Jelly se lo come, ella solita, como una campeona y desde que era muy pequeña.

Y su versatilidad no se restringe al campo instrumental e interpretativo; Cure for an Existential Crisis es una expedición de 12 etapas entre el folk y el jazz, y la joven inglesa cubre todo lo que hay entre medio de ambos puntos, pasando por el soul, la psicodelia y la elegía pseudoreligiosa. «Secret, Pt. 2» y «Caged Bird» comienzan como baladas flotantes y terminan en una apoteosis robada a Antony and the Johnsons. «I Was Thinking» y «Ode to Morrissey» harían las delicias de cualquier banda de pop de cámara sesentero y sin miedo a la imperfección emotiva, mientras que «Summer Breeze» evoluciona lentamente desde la canción de playa nocturna hasta la espontaneidad más jazzera. «The Holy Father» se le podría haber ocurrido perfectamente a John Lennon durante algún viaje astral en la India, y si en alguna iglesia de mi ciudad pusieran cosas como «Southwark Cathedral» o «Solstice», me dejaría ver por misa más a menudo.

Pero quizás a ti lo único que te interesa era el mutante con cuerpo de Beyoncé y alma de Jeff Buckley del principio, la combinación de la expresividad de Kate Bush y la filosofía de Anohni. En ese caso, limítate a «The Outsider», aunque no te lo recomiendo; Cure for an Existential Crisis es un cruce de universos concebido para deleitarse con él su totalidad. Parece ser que, a veces, es cierto también en la música, lo de que lo real supera a lo imaginario.

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