Nacho Vegas & Christina Rosenvinge + Abraham Boba – Neu! Club (Madrid)

Esta promocionalmente llamada “velada en el limbo” prometía más de lo que dio. Los encargados de ofrecer la fiesta eran Abraham Boba y la asociación cada día más sosa entre Nacho Vegas y Christina Rosenvinge, que si bien en estudio se acopla a la perfección, sobre las tablas nada en brazos de la desigualdad, la duda y la apatía.

Abraham Boba llegaba con la vitola de gran artista: dramático, personal y de un calado literario a tener en cuenta. Pues bien, para alguien que vino de leer la poesía de Nicanor Parra unas horas antes, el legado lírico del vigués evidencia que la mediocridad es la plaga del siglo XXI. La asepsia, el desaprovechado potencial instrumental de violín y piano, la carencia de ideas y la nula capacidad de transmisión, aplanaron el ambiente y dispersaron a la audiencia hasta la llegada de la lúbrica pareja de rubios.

El inmejorable inicio con “Ayer te ví”, preveía una noche compenetrada y candorosa. Elegantes y sobrios –de inicio, luego los vapores etílicos harían de la suyas-, la química y la simbiosis alcanzaron un grado óptimo en “Canción de palacio Nº 7”, “No tienes lo que das” y “Que nos parta un rayo”, los temas más inspirados. Christina estuvo especialmente bien al piano –si bien en “Humo” la voz se ahogaba en la maraña sonora- y no tanto cuando tiraba de guitarra, provocando algún momento más propio de misa de domingo que de concierto fatal.

Con escaso riesgo e improvisación, todo parecía demasiado medido dentro del caos y dejadez estéticos siempre perceptibles; tan sólo una canción nueva defendida por la Rosenvinge, “La distancia adecuada”, y Vegas brindando alguna estrofa desnuda de “Blanca” a petición popular se salían de los esquemas presumibles.

El karaoke general de “Días extraños” y la interpretación a pachas de “El hombre que casi conoció a Michi Panero”, con megáfono estrellado incluido, fueron testimonio del estatus alcanzado a día de hoy dentro del universo ¿independiente? por parte de Nacho Vegas, todo un acto inexplicable siete años ha.

Un deslucido bis con la nana “No lloro por ti”, con vals burlón entre Nacho y el bajista, y la inevitable “La plaza de la soledad” dieron por finalizada una ceremonia demasiado tibia.

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