Bobby Conn – Recovery (Tapete Records)

Jeffrey Stattford, el músico de origen neoyorquino pero criado en Chicago que responde al pseudónimo Bobby Conn lleva desde finales de los años noventa del siglo pasado haciendo discos que muestran cierta querencia por sonidos pretéritos que él aclimata al presente (o a lo que a principios de este siglo era el presente). Él sigue a la suya, ofreciendo una mezcla entre el new romantic, el glam, el pop petardo, el brill building y bizarradas varias. Y la verdad es que, pese a lo que pueda aparentar ver todo esto escrito junto, no le sale mal.

No obstante, cualquiera lo diría con un comienzo tan recargado como el que otorga la inicial y titular “Recovery”, una especie de loop de música disco deconstruida que resulta obsesivo y al que parece dar continuidad el comienzo de “Disposable future” hasta que explota en un cruce entre el Bowie y los Roxy de los ochentas y los más bisoños Duran Duran, en un corte que invita al baile y hace que nuestro interés se acreciente, algo que la batería “be my baby” del comienzo de la muy popera -y de acertado título-“Good old days” se encarga de certificar.

Wow, tres aciertos como tres soles. La cosa parece ir en serio. Se nota que Conn es alguien que se deja de monsergas o de pretender ser lo que no es y hace lo que le da la gana, sin constreñimientos. Just for fun. Algo que en una sociedad tan encorsetada en las pretensiones como es la nuestra es muy de agradecer. Algo que comunica, que hace disfrutar al oyente. Son estos discos, que no tienen ínfulas de ser el mejor del año, los que al final nos enamoran a algunos. Discos abrazables como este, que consigue que la fiesta no decaiga con su recuperación erudita de sonidos y algunas dianas entre ceja y ceja como son la infalible “Bijou” o “Disaster”, algo así como la ochentada definitiva. Por ella hubiera pagado lo que fuera en su día Gary Numan.

Y es que, sí, todos los chistes que nos cuenta Bobby nos los han contado ya, pero eso es malo sólo cuando el que se empeña en contarlos una y otra vez resulta patético. Y él podrá sonar petarda, pero de patético no tiene nada. O a ver quién se las apaña para acabar un disco tan alto como lo hace éste con la secuencia que forman la intensita “It’s a young man’s world” y el medio tiempo glam que da por finalizado el asunto, un “Always already” por el que Mott The Hoople también hubieran vendido su alma. Decadencia retro, brillantina y diversión por un tubo garantizada en uno de esos discos a los que uno, sin comerlo ni beberlo, termina cogiendo más cariño que a otros de supuesta mayor enjundia. Y ahora, canten conmigo “we don’t want freedom, we just want a revolution right now”…

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