Entrevistamos a Conde
El compositor, cantante y productor Francisco Eduardo Conde está de regreso con un nuevo álbum titulado Ser Sin Sitio (Error 404).
El malagueño regresa con un poético álbum de pop del que hemos querido charlar con él.
«Generalmente me arrojo con facilidad sobre las cosas que me parecen bonitas y casi siempre hago caso a mi instinto»
Antes de nada, ¿cómo has llevado el confinamiento y esta pseudonormalidad?
Si quieres que te diga la verdad, para mi, el confinamiento, a pesar de sus matices siniestros ha sido un remanso de tranquilidad. En casa las rutinas las marcaban los horarios de estudio de mi hijo, pero una vez terminadas sus tareas, el resto del tiempo lo dedicaba al estudio, a la composición, a grabar mi siguiente disco, a estar con la familia y los gatos y a leer y a ver una peli de vez en cuando.
Bajo mi punto de vista el confinamiento ha sido un regalo, a pesar de que las calles parecían escritas por Richard Matheson. Sé que es raro, pero a mi me ha gustado.
Al contrario que la “Nueva normalidad”, esa la odio, porque es como la mierda que teníamos antes, pero con mascarillas, más pobreza, gente mucho más loca y enfadada, y sobre todo asustada por un futuro que no pinta bien. A mi, en particular, el futuro nunca me ha importado un bledo, pero este ambiente post apocalíptico y cutre me saca de quicio.
Son tiempos en los que la pandemia nos hace reinventarnos a todos los niveles. ¿De qué manera ha afectado y afectará esta nueva situación a Conde como artista?
Conde, como artista (aunque a mi me cuesta separar la persona del artista), ha tenido mucho tiempo para pensar y sacar conclusiones.
Si ya antes esta profesión era de alto riesgo, ahora se presenta casi como suicida. Sobreviviremos a esto, eso es seguro, hemos superado situaciones infinitamente más complicadas. Pero ya antes de que nos azotara el virus vivíamos rodeados de mediocridad, aburrimiento, desidia y desinterés por casi todo. A mi ese virus me parece mucho peor, porque ni siquiera estamos buscando la vacuna.
Tengo la sensación de que somos una sociedad muy parecida a un niño rico y malcriado. Tenemos de todo, pero no valoramos nada de lo que atesoramos, guardamos un baúl repleto de juguetes con los que nunca jugamos porque nos aburren, el mismo día de Reyes ya nos aburrían, después de desenvolverlos ya nos parecían poco interesantes y los dejábamos a un lado, buscando uno nuevo. Y lo peor es que queremos más: más canciones, más películas, más series, más libros, más sushi, más coches, más amantes, más mascotas, más dinero, más droga… Pero ninguna de esas cosas nos satisface.
Conde, como artista, ha decidido que sus próximos conciertos tras Ser sin sitio, serán muy diferentes. Mucha gente no se va a permitir pagar los precios (a veces desorbitados) de las entradas, así que, para abaratar costes, viajaré solo, sin instrumentos, en un autobús o tren y comeré poco (también por la línea).
De todas esas ideas he sacado algo, en su momento veremos si ese “algo” funciona.
Ser sin sitio parece un disco que estaba pensado para que, de alguna manera, os encontrarais Álvaro García y tú. Es un disco que parece un traje a medida a tu cosmología y estética. ¿Qué opinas?
Sí, yo a veces pienso que este disco ha surgido para que Álvaro y yo nos hiciéramos amigos a través de la música y la literatura.
Yo, generalmente, no suelo pensar mucho las cosas, me dejo llevar por la ilusión de la novedad y no soy muy consciente de mi estética (ni mi ética). Generalmente me arrojo con facilidad sobre las cosas que me parecen bonitas y casi siempre hago caso a mi instinto, en eso soy muy primario. Justo eso me pasó con los poemas de Álvaro: inmediatamente me llevaron a las canciones, de hecho, le puse música al libro entero y a varios poemas inéditos que se quedaron fuera de la edición final. Fue algo muy inmediato y nada premeditado.
¿Explícanos cómo surgió la idea de esta colaboración con Álvaro?
Álvaro me escribió un día al Facebook y me dijo que tenía un libro de poemas que para él eran más canciones que poemas y que le encantaría que alguien encontrará la melodía interna de esas rimas. Tras leer el libro me entraron unas ganas enormes de ponerle armonía, tenía razón: era muy fácil cantar esos poemas que incluyen tantas capas, que son tan sencillos y a la vez tan enrevesados. Asumí el reto y en menos de un mes teníamos en el disco duro más de veinte flamantes canciones. Luego solo hubo que seleccionar las más adecuadas.
Son poemas que rezuman carnalidad, que son sinuosos, muy plásticos. ¿De qué manera planteaste la manera de darles forma en un pentagrama?
Como decía antes, nunca hago demasiados planes, me dejo llevar por lo que me van dictando desde el espacio las voces que susurran las canciones. Generalmente me siento al piano o la guitarra y las palabras o los dedos me van llevando a lugares, lugares conocidos y lugares nuevos. De vez en cuando surge un acorde caprichoso o un giro interesante y de ahí suele salir toda la construcción maravillosa que es una canción. En este caso fue igual, cada poema me dictó las notas y las escalas.
¿Cómo se enfrenta un autor al trabajar con material ajeno? A veces pienso que es como debe sentirse un espeleólogo…
Yo no estoy muy acostumbrado a trabajar con material ajeno, normalmente me encargo de todo el proceso creativo. Pero me he dado cuenta de algo que me parece interesante y curioso: no escribo igual cuando trabajo con la materia prima de otra persona, y eso me encanta, porque me lleva a territorios inexplorados y acabo alejándome un poco de mi mismo, y eso es algo que necesito hacer a menudo ya que me aburro con facilidad de mi manera de hacer las cosas.
La similitud con la espeleología es muy acertada, ya que reúne la figura del explorador de territorios ignotos y a la vez la de alguien que trabaja en la oscuridad o con muy poca visibilidad. Así me siento cuando trabajo con una obra ajena, y me gusta.
He leído que querías hacer un disco que se alejara del típico poemario musicado. ¿Cómo se logra que una obra suene tan tuya, y la vez respetando la idiosincrasia del poemario?
Yo quería hacer un disco de canciones, no de poemas. La poesía con música me parece un aburrimiento, una cosa muy pretenciosa, como de otro tiempo, totalmente pasado de moda y bastante pedante.
A mi me gustan las canciones, que parezcan canciones, con sus estructuras y sus puentes y sus riffs y sus cosas tan particulares. Pero por otro lado quería respetar las palabras y la métrica de los poemas, no quería que se perdiera la intención original del autor. Y esto me llevó a un dilema.
Empecé siendo mucho más respetuoso, pero al poco rato me cansé de serlo y empecé a perderle el respeto a lo escrito, entonces comenzaron a surgir las canciones escondidas. Y solo ocurrió cuando entendí que no debía preocuparme de nada y simplemente tenía que tocarlas y cantarlas.
La música es una mezcla de ecos mediterráneos, chanson, cabaré, pop barroco. Un híbrido de texturas y armonías que, bajo mi punto de vista, no sucumbe al pastiche derivativo. ¿Cada poema te pedía un tipo de música o fue algo intuitivo?
Hay una sola cosa que me preocupa cuando encaro un nuevo disco, que no aburra al oyente. Los discos deben ser homogéneos, pero hasta cierto punto. Me gustan los discos variados, sin que parezcan grandes éxitos, pero variados. Creo que es muy pobre atarse a un solo estilo, la música es grande y los artistas que me interesan han explorado multitud de estilos. Los propios artistas nos encasillamos para que el público nos encuentre con más facilidad entre la pila de discos separados por etiquetas. A mi eso me parece muy pobre y nada gratificante. Obviamente uno domina unos estilos mejor que otros, pero es interesante investigar y colaborar con músicos y artistas de todo pelaje. En una obra artística cabe todo, incluso aspectos que nada tienen que ver con la música.
También, como público, soy seguidor de multitud de estilos y artistas, a veces contradictorios. Y si algo bueno tiene la música es que no hay reglas, ni leyes, ni prohibiciones, es una maravillosa anarquía en la que puedes hacer lo que quieras.
Es un disco para escuchar tranquilamente en tu casa, pero también tendría un gran recorrido en directo. ¿Esta prevista la presentación del disco o es demasiado costoso?
Es costoso. Piensa que somos nueve personas sobre el escenario, y los profesionales deben cobrar sueldos dignos, los músicos se ganan la vida tocando y creo que es de recibo que cobren sueldos dignos como debería ser en el caso de cualquier trabajador, que es lo que somos.
La presentación la hicimos poco tiempo después del fin del estado de alarma y fue maravillosa, como si fuera el primer concierto de la historia. Era algo organizado por el ayuntamiento y hubo un cachet decente como para poder hacerlo con alegría. Desgraciadamente, no creo que haya muchas más fechas con toda la orquesta, ojalá. Pero sí que estamos haciendo cosas en formatos más reducidos.
Ahora mismo hay muchas incógnitas y nadie sabe que va a pasar en los próximos meses, debido a esto, es muy difícil organizar una gira al uso, por no decir imposible.
A pesar de eso, hay cosas en el horizonte, incluso fuera de España, pero todo está pendiente del desarrollo del Covid-19, como casi todo en estos momentos.
Eres un férreo defensor del artista como francotirador desde los márgenes, y teniendo en cuenta que tú has podido saborear las mieles de cierto reconocimiento en otros proyectos musicales. ¿Qué te permite esta insobornabilidad?
Para un creador solo debería haber una cosa importante: su propia creación. Todo lo demás es superfluo y molesta. Sé que esto suena pedante e inocente, es posible que lo sea, pero creo en ello, y creo que es una de las pocas certidumbres en mi vida.
A lo largo de mi carrera he tenido algunos éxitos y montones de fracasos, y lo digo desde el punto de vista neoliberal de lo que es el éxito y el fracaso.
Hace muchísimos años rechacé ser Ricky Martin antes que Ricky Martin, rechacé mudarme a Miami y ser una estrella. Suena un poco ridículo, pero es verdad, era uno de esos planes de las antiguas compañías discográficas multinacionales.
Aunque yo siempre pensaba (y sigo pensando): Cuando estés solo en tu habitación de hotel, justo antes de dormir y tras haber vaciado el minibar ¿Estarás contento contigo mismo? ¿Soportarás mirarte al espejo cada mañana? ¿Serás el tío que querías ser?
Las respuestas a estas preguntas me han arruinado la vida, o me la han salvado, todo depende de la percepción de cada uno. Yo creo que me la han salvado, aunque, a veces, cuando me cuesta llegar a fin de mes, pienso en Miami.
Creo que un creador debe ser insobornable, que no le queda otra, cuando haces concesiones no deseadas en tu obra, te estás equivocando, la devalúas, la alejas de ti.
Cuando todos te abandonen y te quedes solo seguirás teniendo tus canciones y aunque no te calienten por las noches, serán tuyas, y eso es algo.
En este confinamiento nos ha dado mucho tiempo de escuchar música. ¿Cuáles son algunos de los discos que más has escuchado estos meses?
Yo soy un tío muy apegado a sus favoritos (Scott Walker, Sinatra, Leonard Cohen, Tom Waits, Jobim, Elvis, Serge Gainsbourg, Brian Wilson, Gino Paoli, The Velvet Underground, Ray Davies, Bowie, y mi larguísimo etcétera)
Pero durante este confinamiento me he centrado en algunos artistas y discos más que en otros. He oído mucho a Billie Eilish, que me parece una artista enorme, también he escuchado hasta la saciedad Guesswork, el último trabajo de Lloyd Cole, he escuchado cien veces Baladas de plata, el nuevo disco de Chencho Fernández, le he dedicado bastante tiempo a Unfollow the rules de Rufus Wainwright, me ha enganchado hasta las trancas Grand Prix, de Benjamin Biolay, unas cuantas escuchas han caído de Nuevos pasos de baile de Summer Spree, y todavía me tiene fascinado Rough and rowdy ways, el último trabajo de Bob Dylan.
Eso es en cuestión de ediciones más o menos recientes, aunque siempre vuelvo a los rincones conocidos para descansar, no soy demasiado seguidor de las novedades.