Entrevistamos a Ana Béjar por su reciente Sahara Star
Sahara Star, nuevo disco de Ana Béjar, es una de las sorpresas de este accidentado 2020. La cantante jerezana da una nueva vuelta de tuerca a su sonido hacia la experimentación y entrega unas composiciones con un aire nocturno y evocador, donde su personal voz se acompaña de hipnónicos ambientes.
Quisimos charlar con ella para desvelar sus inspiraciones y echar la vista atrás a su larga y siempre interesante carrera.
«He publicado bastantes discos a lo largo de mi carrera donde las guitarras eran las protagonistas, sin embargo desde que inicié mi carrera en solitario he querido explorar otras sonoridades»
Hola Ana, felicidades por el disco, me ha gustado mucho. Se percibe en la composición de tus discos un proceso muy artesanal, ¿no?
Muchas gracias. Si encuentras esa artesanía en él me das una alegría por partida doble, porque significa que es un trabajo en el que se saborea el cariño y el fuego lento. Me he tomado todo el tiempo necesario para grabar y producir la mitad de los temas del disco, también he llamado a muchos músicos para que participen y que las canciones ganen tantos. En el resto de canciones la producción la trabajé con Jesús Martínez, que creo que aporta un contrapunto muy acertado, porque le da más importancia a los pequeños detalles, mientras yo suelo ser más arriesgada y directa, complementándonos.
Aparte de esto, parece que tienes una inquietud constante en investigar nuevos sonidos.
He publicado bastantes discos a lo largo de mi carrera donde las guitarras eran las protagonistas, sin embargo desde que inicié mi carrera en solitario he querido explorar otras sonoridades. He introducido otros instrumentos en mi música tales como la mandolina, armonio o el shutri box, y también he procesado sonidos domésticos y grabaciones de campo, creando capas y arreglos con ellos. En este nuevo disco por ejemplo hay agua de mi bañera, gaviotas de Algeciras, ruidos de la calle o del metro de Madrid, la llamada a la oración de un muecín en Tánger e incluso un oleaje de “mar” electrónico de mis amigos de Atthis, que han aportado unas sonoridades a “I’ve got a Star” que consiguen transportarme a otros sitios. Creo que en la creación sonora se está abriendo una veta para mi música futura, esa magia la quiero practicar.
Hay canciones en Sahara Star cercanas al dream-pop, otras más acústicas… ¿qué inspiraciones han terminado dando este tipo de ambientes al disco?
Voy olfateando un rastro, igual que un perro. Un recuerdo me lleva a un título, un poema una melodía…, llevar una idea predeterminada no me suele funcionar, o al menos no es algo que me haga sentir bien eso de tener que ajustarme. A mi modo de ver , el resultado final acaba siendo coherente, la atmósfera de las canciones siempre van a tener el mismo oxígeno si el trabajo es fiel a una misma. Respetarse a sí misma. Y encontrarse, claro está, esa es la tarea más difícil, ahí está la clave.
La canción que le da título me parece uno de los hitos de tu carrera, ¿fue muy laborioso llegar a ese tono nocturno, étnico y con esas etéreas ambientaciones?
Escribí una letra sobre una experiencia ‘paranormal’ que tuve de niña. Después le di la vuelta al poema tras un encuentro con una amiga. Las vivencias se van depositando en las letras y las canciones van absorbiendo esos fluidos vitales hasta que se hacen grandes. Programé una caja de ritmos y sobre ella grabé una voz y un bajo, a partir de ahí fui construyendo algunos arreglos electrónicos y Jesús grabó una guitarra y percusiones… alimentándola poco a poco, siempre desde una premisa casi minimalista, que creo le ha dado ese aire un poco cerrado, viciado y misterioso, de modo que la insistencia del ritmo y la voz penetrante se perciban más a flor de piel.
¿Cuál es el proceso habitual que empleas para terminar de dar forma a una canción hasta quedar satisfecha con ella y darla por terminada?
Recuerdo un estudio de grabación donde una placa rezaba: “un disco nunca se acaba”. Y es verdad que nunca se termina, ni tampoco una canción, ni un estribillo… y mucho menos en la cabeza de un músico. A cada escucha hay una nota, un ambiente, una voz o algún detalle que matizar, modificar, re-ecualizar… El mismo oyente constituye parte de ese proceso creativo, pues en él recae el disfrutar de lo que vaya descubriendo o experimentando en cada escucha, así que el oyente co-crea cuando escucha… En cuanto a quedar satisfecha con mis grabaciones, no me obsesiono, si he dejado reposar un tema el tiempo prudente y cuando vuelvo a abrir la sesión me sigue emocionando, entonces es el momento de darlo por finalizado.
Tras tanto tiempo con Usura y Orlando decides grabar en solitario. ¿Echas de menos estar en un grupo o prefieres la libertad que te da ser solista?
Más de la mitad de mi carrera la he pasado tocando en una banda, así que ya era hora de disfrutar otras formas de llevar los temas al directo. Subirme al escenario y saber que las canciones dependen solo de mí me es una libertad que valoro muchísimo, porque puedo improvisar en el escenario sin que nadie se moleste, decidir cambiar el set sobre la marcha… Desde que publiqué ‘The Good Man’ hace cuatro años, esa ha sido la tónica general y Sarah Vacher de Luscinia Discos tuvo buena culpa de ello, animándome siempre a dar ese paso adelante y presentarme sola en directo.
Tu personal voz sigue siendo tu instrumento más característico.
Cantar me viene de familia. A los tres años me grabaron por primera vez en un magnetófono cantando el “Achilipú”, que por algo soy jerezana : ) En mi familia el cante era algo natural, tanto como jugar, alimentarnos o disfrutar de un paseo al sol. De niña siempre recuerdo a mi madre cantando por la casa durante las mañanas, era algo cotidiano. También a su padre, pues cuando visitaba a mis abuelos sabía que era hora de levantarse porque lo oía cantar por Mairena mientras nos preparaba el desayuno, o en las navidades donde los momentos estrella siempre eran cuando cantaban ellos o los vecinos y el cante acababa siendo el protagonista de la fiesta. No hay nadie que me emocione más oír que a mi madre, cantaora de flamenco que aunque no se ha dedicado profesionalmente a ello, ha dirigido coros amateurs y la música forma una parte muy importante de su vida.
En mis composiciones, a veces uso la voz de manera cruda, directa y fuerte, como cuando interpreto ‘I’ve got a Star’. En otras ocasiones la prefiero como un instrumento más a modo de drone o crear paisajes a base de capas, soy muy aficionada a la música coral contemporánea. Una de mis ilusiones es componer un disco coral.
“Everything” de Vic Chesnutt ya aparecía en el disco de versiones Everything I Say (2019), ¿cuál ha sido el motivo para volver a rescatarla?
Mientras grababa Sahara Star, me tomé unas semanas de descanso para tomar un poco de aire y fue justo cuando en Noaloha Records me invitaron a versionear a Vic Chesnutt, así que me puse manos a la obra. Más tarde el homenaje a Vic se fue demorando y la incluí en mi disco de versiones digital. Tanto me gustó que quise plasmarla en formato físico por lo que acabó formando parte de Sahara Star, aunque una versión remezclada y regrabada, con más elementos. Afortunadamente Noaloha publicó finalmente ‘We are never alone. Songs of Vic Chesnutt’ un gran disco lleno de buenísimas versiones, como la de Salto entre otras y que está teniendo muy buenas críticas. Os animo a escucharlo.
Hay canciones de tu repertorio como la reciente «Himmel Un Erde» en castellano, pero sigues sintiéndote más cómoda cantando en inglés. ¿Cuál es la razón?
De adolescente escuchaba sólo música en inglés, así que desarrollé un oído, un ritmo, una cadencia que se quedado dentro. Más tarde estuve unos años viviendo en Londres, lo cual lógicamente me confirió mucha seguridad.
¿Te ves en un futuro grabando solo en castellano?
Nunca lo he pensado así, no me lo he propuesto. He publicado dos canciones en castellano, “En el puente del aire” y “Himmel Und Erde”, y la verdad es que no sé dónde estaban escondidas (jajaja). Comencé como cualquier otro adolescente, versioneando a otros, que en mi caso eran grupos como Joy Division, Birthday Party o Cocteau Twins. Interesantes estos últimos que menciono, porque Liz Fraser cantaba la mayor parte del tiempo palabras inventadas, una suerte de criptolenguaje que a veces ni ella misma entendía. Hay canciones en las que a veces es más importante cómo se dice, cómo suena, que el propio significado semántico, que puede pasar a segundo plano. Lenguaje, fonética, familiaridad, son todos aspectos aspectos muy unidos a lo puramente emocional. Que la música emocione es lo más importante, qué más da la forma. Cuando mi lengua materna tire más de mí, me dejaré llevar.
Parece que los festivales más convencionales miran hacia otro lado con propuestas como la tuya y la de otras compañeras y compañeros en órbitas similares. Aparte de las condiciones de la actual pandemia siguen faltando ciclos que amplifiquen a artistas de tu onda.
La pandemia sólo ha puesto de relieve una falta de interés por la cultura que siempre ha habido en este país, donde la tortura y anacronismo de una corrida de toros tiene más facilidades para celebrarse que un concierto.
Si antes era difícil para los músicos ‘underground’, ahora es más complicado. Siempre digo que somos activistas culturales porque luchamos por dar voz a esas otras opciones musicales que no son las dictadas por las grandes empresas de macro festivales o plataformas de streaming. Nuestra voz es auténtica, singular y diferente, nuestra forma de ver el mundo también lo es. Afortunadamente siempre ha habido pequeños empresarios de salas y sellos discográficos con mucho corazón y valentía, con amplitud de miras y respeto por esta profesión, que han hecho posible muchas horas de buena música.
Aún recuerdo los discos y asistir a más de un concierto de Usura. ¿Cómo recuerdas aquella época 25 años después?
Era arrojo, energía, las ganas de la primera vez, la excitación de saber que éramos partícipes de algo nuevo. Toda esa ebullición la trasladábamos al escenario. La escena nueva olera de Madrid fue decayendo y la ciudad quedó sumida en una especie de letargo. Bandas como nosotros luchábamos con mucho esfuerzo por relanzar un circuito, dar conciertos y remover la escena. Nuestras visitas a casa de Luis Calvo de Elefant en Lavapiés eran toda una celebración, porque teníamos mil ideas y todo lo queríamos hacer, era fantástico. Tanto es así que ideamos una gira de cuatro bandas para dar a conocer por toda España que una nueva escena estaba aflorando, fue la exitosa Noise Pop 92, con grupos de Zaragoza, Gijón, Barcelona y Madrid. Disfrutamos tantísimo….
«Bandas como nosotros luchábamos con mucho esfuerzo por relanzar un circuito, dar conciertos y remover la escena. Nuestras visitas a casa de Luis Calvo de Elefant en Lavapiés eran toda una celebración, porque teníamos mil ideas y todo lo queríamos hacer, era fantástico»
Aparte de los lógicos avances tecnológicos que ha dado el tiempo, ¿cómo crees que ha evolucionado la industria alternativa de este país desde entonces?
Creo que con lo que te he comentado sobre la falta de espacios de difusión para la música underground, diría que ha evolucionado poco o nada.
Al echar la vista atrás también sorprenden las pocas mujeres que liderábais bandas o proyectos musicales entonces, algo que parece que con el tiempo ha ido cambiando. Aún así, ¿sigues percibiendo mucho machismo en la escena?
Sin duda, ese machismo está presente, entre mis compañeros y a veces también compañeras. Se percibe en nuestras relaciones laborales, humanas… ¿Cómo va a escapar a eso la industria de la música? Tenemos mucho por delante que construir juntos. Afortunadamente aunque muy despacio, todo va en buena dirección. Buena prueba de ello son asociaciones por la igualdad como MIM (Mujeres de la industria de la música) constituida hace unos años y de la que soy socia, que trabaja por el cumplimiento de una igualdad entre hombres y mujeres en este sector.
Completísima entrevistaza, en cuanto a preguntas de Manuel Pinazo y a respuestas de Ana Béjar, acerca de uno de los mejores y más envolventes discos nacionales del año, sin duda y dicho todo ello objetivamente.