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Especial: Migala la reedición de ‘Así duele un verano’

Se acaba de editar por primera vez en vinilo – en doble disco de 12”- el legendario Así Duele Un Verano de Migala editado por Acuarela en 1998, y que supuso el segundo largo de la banda. Un cancionero al que el paso del tiempo no hecho excesiva mella, y continúa sonando como uno de los trabajos más importantes del indie nacional de los noventa. Charlamos con algunos miembros de el antiguo combo madrileño aprovechando esta lujosa reedición. Al habla con Abel Fernández, Diego Yturriaga, Rubén Moreno, y Rodrigo Hernández.

«Aunque el grupo no exista, los discos sí. No han muerto. Como tampoco quienes los escuchan, y había personas reales que cada poco pedían esa reedición.»

Se edita en vinilo por primera vez “Así Duele Un Verano” con una lujosa edición y remasterizado. ¿Habéis colaborado en esta reedición de alguna forma? ¿Esto del negocio de la memorabilia qué os parece?

ABEL: Sí, hemos colaborado en la supervisión del re-mastering y el re-diseño, y nos ha parecido muy bien la iniciativa de Acuarela. Cuando el grupo existía siempre nos hizo ilusión poder publicar en vinilo pero no fue posible (entonces era de locos) y cuando se abrió esta posibilidad nos pareció bien.

Creemos en cuidar de lo que hicimos. Un poco como algunos cuidan de la casa, el huerto o las maquetas de barcos de un ser querido ya fallecido. Siempre teniendo en cuenta esa distancia: esto no es una reedición de un disco de un proyecto musical vivo, sino una reedición de un disco viejo de un grupo de lo que, si queda algo, es su fantasma.

Además, aunque el grupo no exista, los discos sí. No han muerto. Como tampoco quienes los escuchan, y había personas reales que cada poco pedían esa reedición.

En cualquier caso, es verdad que hay un negocio con la reedición (en especial en vinilo, algo que se ha convertido en una moda explotada al máximo sobre todo por las multis) y que, si se hace sin más, contribuye a frenar las cosas interesantes y perpetuar retromanías y otras involuciones. No sé hasta qué punto puede entenderse esta reedición así (que no considero lujosa sino más bien sencilla pero cuidada). Yo no lo veo.

DIEGO: La principal razón para editar “Así duele un verano” ha sido cuidar el pasado. Dar salida a algo que ya no se podía encontrar y de lo que estamos orgullosos. Y sí, participamos en el proceso: impulsándolo, eligiendo portadas, dando el ok al máster. Todo lo que sea reeditar con buena calidad me parece bien, y no creo que nos forremos, vaya.

RUBÉN: la verdad es que no he colaborado mucho, salvo en decir qué diseño me gustaba más y evidenciar que la remasterización y el sonido del vinilo hace mejorar claramente el disco. Cosas de capricho, ya sabes.  Y no creo que, en nuestro caso, vaya a ser esto un gran negocio, pero bueno, no todo es por la pasta, no?

RODRIGO: Hemos participado activamente en los detalles de la reedición, sobre todo Abel, que ha estado muy pendiente de todo el proceso (diseño gráfico, remasterización, etc). Muy contentos por este nuevo parto (ya sin dolor). Muchas ganas de volver a tenerlo entre los brazos, después de tanto tiempo. Podría ser un nieto, más que un hijo.

Reeditado en vinilo en tiempos de streaming y controlados por plataformas que definen nuestros gustos. ¿Un gesto elitista o mero acto museístico?

ABEL: Continuando lo anterior, es que una de las cuestiones es que había que reeditar sí o sí porque ¡apenas había discos físicos distribuidos ya! Entonces, podría haberse reeditado en CD, pero tanto a Acuarela como a nosotros nos hacía ilusión que fuera en vinilo por eso de rendir un poco homenaje al viejo, como te digo. Y en todo caso, hay algo en lo que discrepo contigo: el vinilo es lo que más funciona ahora mismo en cuanto a formato físico. Desgraciadamente ello se debe más a una moda fetichista que a los motivos defendibles por los que algunos prefieren ese formato. Basta con ir a El Corte Inglés o la FNAC… En ese sentido es ir con una tendencia mayoritaria de entre quienes compran formato físico de estos tiempos, ¿no?

DIEGO: Un gesto de respeto hacia nosotros y hacia los que no han podido encontrar nada físico de Migala en los últimos años.

RUBÉN. Yo soy muy comodón y no consumo vinilos, pero entiendo el fetichismo aunque no lo comparta.

RODRIGO: Un gesto bonito de Acuarela el de desempolvar estas viejas canciones, y una oportunidad para sacarles un poco de lustre (remasterización, soporte vinilo) y que suenen lo mejor posible (dentro de las limitaciones del original). Y también una forma de que la obra física (agotada hace tiempo) vuelva a estar disponible para el público, incluso para nosotros mismos, que algunos nos habíamos quedado sin discos, entre ofrendas y mudanzas. 

¿Qué supuso para vosotros ser uno de los máximos exponentes del sonido Acuarela?

ABEL: Nunca he sabido qué es eso del sonido Acuarela y no encuentro mucha cosa en común entre Beef, La JR, Mus, Sr. Chinarro, Emak Bakia, Refree, Manta Ray, Matt Elliott, Grupo Salvaje, 12Twelve, Aroah o Flow (incluso Astrud o Austrohúngaro fueron publicados en Acuarela)… salvo la intención común de hacer algo artístico por encima del posible beneficio económico o de la celebridad. Jesús Llorente es un kamikaze a quien alguna cosa que otra le salió bien de dinero pero muchas otras, no.

DIEGO: No sé lo que es el sonido Acuarela: La Jr? Sr. Chinarro? Refree? For Stars? Prefiero que un sello no tenga un sonido demasiado marcado. Jesús Llorente elige los grupos por algo mas que el sonido.

RUBÉN. Tampoco creo que haya un sonido Acuarela, salvo que el sonido Acuarela signifique la total independencia y la libertad de expresión musical, o no musical, que existía.

RODRIGO: A decir verdad, cuando Jesús se interesó por lo que estábamos haciendo, muchos de nosotros estábamos bastante fuera de cualquier escena musical, no conocíamos los sellos, los grupos, los fanzines, los festivales. Siempre es una sorpresa y un halago que alguien se fije en lo que estás haciendo y quiera publicarlo. A partir de ahí empezamos a escarbar en los grupos y la trayectoria de Acuarela, y nos dimos cuenta de que si queríamos publicar algo, ese era el sitio para hacerlo.

Siempre me acordaré uno de nuestros primeros conciertos, en la sala El Sol, que tocábamos con Sr. Chinarro, y en la prueba de sonido, una vez desperdigados por allí todos nuestros cacharros, Luque suelta “Mira, estos son empollones como nosotros”. Nos gustaba estar en esa clase, formar parte de todo aquello.

Si luego lo nuestro pudo servir de inspiración a otros que vinieron después o si nuestro éxito relativo pudo servir de impulso para que Acuarela sacase otras cosas, pues aún mejor. Catalizar reacciones buenas siempre es bueno.

 

El disco sigue sonando un poco a medio camino de todo: el pop, la experimentación, la field recording, el ambient, el spoken word. Tuvisteis muchos defensores, y la prensa siempre os trató con mimo, o al menos así lo recuerdo. ¿Qué tipo de oyente tenía Migala por aquel entonces, y qué tipo creéis que os puede redescubrir ahora?

ABEL: La verdad es que no sabría qué contestarte a lo del oyente de entonces. Al menos yo no tuve demasiado contacto con los que no eran amigos, compañeros de las salidas nocturnas o gente del entorno musical (otros músicos, periodistas, sellos, salas, festivales…) Intuyo que era gente con ganas de entrar en otros lugares, de perderse en la música pero…

Y se me hace complicado pensar en público que ahora redescubra a Migala. Supongo que quienes se acerquen a la reedición serán sobre todo fans de entonces a quienes apetezca tener el disco, bien porque nunca pudieron comprarlo en CD o porque les hace ilusión tenerlo en este formato.

DIEGO: Nunca me he hecho una idea del oyente de Migala. Hay un artista pop francés de éxito actual que en su día se obsesionó con Así duele un verano. También hay gente joven que nos fue descubriendo una vez acabado el proyecto. No creo que nos descubra mucha gente nueva, no sé cómo son…

RUBÉN. El de entonces era uno muy raro, y el de ahora aún más. Fuera de bromas, no tengo ni idea, pero al menos creo que serán, en ambos casos, gente sensible y viajera.

RODRIGO: Es verdad que en general (no siempre) la prensa/crítica mostraba un cierto respeto (a veces excesivo) por lo que hacíamos, como el que siente cualquiera que se encuentra con algo difícil de clasificar. Solíamos leer con interés lo que se escribía sobre nosotros, y que en general el respeto era mutuo y en cierto modo admirábamos a alguien que era capaz de meterse en jardines como el nuestro. Y lógicamente nos afectaba (cómo no iba a hacerlo). No iba a cambiar nuestra forma de hacer las cosas (porque tampoco sabíamos hacerlo de otra manera), pero podía reforzarte o a veces llegar a resultar algo frustrante cuando veíamos que no se había podido establecer una conexión. A veces incluso recibíamos respuesta a señales que no recordábamos haber emitido. Era un juego interesante.

En cuanto al oyente, siempre fue un misterio para nosotros y nos parecía en cierto modo admirable que alguien decidiera aventurarse por nuestros retorcidos caminos, en lugar de viajar por carreteras más cómodas y transitadas, con lo fácil que era tirar de medicina más convencional con un impacto directo y un efecto más rápido y reconfortante. Supongo que algo tendríamos en común con ese tipo de público, que una procesión parecida a la nuestra llevarían por dentro.

Creo que todos los que desde fuera captaron nuestras señales y se identificaron de algún modo con lo que hacíamos, se convirtieron de alguna manera en parte de Migala. Porque habían sido capaces de descifrar todo esto y darle su propio sentido (que ya era más de lo que habíamos hecho nosotros), o porque ni siquiera habían intentado descifrar nada pero habían disfrutado del viaje. Y porque al no ser nosotros músicos, sino una panda de amigos con ciertas inquietudes, si Migala éramos nosotros y no ellos era por circunstancias de la vida, por pura casualidad.

A partir de este segundo disco, en cierto modo éramos conscientes de que había alguien ahí detrás que iba a captar nuestras señales. Así que de alguna manera nuestro pequeño público se convirtió en cómplice y en cierto modo responsable de la obra.

Luego creo que las relaciones se vuelven más estrechas y más intensas cuando el club es pequeño, cuando hay una conexión en algo no demasiado convencional.

En cuanto al público potencial actual, pues un poco lo mismo, porque creo que lo que hicimos no respondía a ninguna tendencia de entonces, ni tenía fecha de caducidad.

Quizás ante la compulsividad generalizada y la sobreexposición a todo lo que circula por las autopistas digitales, haya quien necesite encontrar viejos caminos perdidos, como el que se escapa de la civilización para pasar un día perdido en el bosque buscando setas.

Incluso también es posible que los que hace 21 años necesitaban unas cosas, ahora necesiten otras. Y que los rollos que esbozábamos entonces tengan más sentido ahora, cuando el tiempo nos ha pasado a todos por encima y el ritmo ha dejado de ser tan frenético.

No sé, la verdad es que tampoco había pensado mucho en ello, nunca hicimos nada pensando en un público objetivo. Lo hicimos para nosotros, y luego lo publicábamos, pensando que podía haber alguien ahí fuera que pudiera captar nuestras débiles señales, alguien a quien le pudiera interesar y le diera su propio sentido.

«Se me hace complicado pensar en público que ahora redescubra a Migala. Supongo que quienes se acerquen a la reedición serán sobre todo fans de entonces a quienes apetezca tener el disco, bien porque nunca pudieron comprarlo en CD o porque les hace ilusión tenerlo en este formato.»

En el libro “Pequeño Circo” de Nando Cruz, Abel dice que vuestra ruptura con lo establecido fue o “se puede tildar de contemplativa, poco militante, pasiva, pija, diletante…” ¿El indie noventero acabó por establecer las bases de una precarización no militante? (no militante me refiero a que el onanismo estaba antes que el gesto político)

ABEL: He cogido de la estantería el libro de Nando Cruz porque no sé muy bien dónde o en qué contexto digo eso… Es que digo tantas cosas ahí :D… Imagino que estaba queriendo decir otra cosa. Precisamente la postura que defendí en el libro (y en mi blog), y que sigo defendiendo, me parece muy distinta: lo indie de ese momento fue una forma de revuelta, a partir de formas, del estilo, sobre todo, es verdad, a la contra de lo anterior, también, pero una propuesta de cambios. Queda claro en todo lo que digo en la parte final del libro. Explicarla de nuevo sería muy largo pero me parece que lo indie de los 90 y primeros 2000 anticipa el 15-M. La perplejidad desde la juventud de una clase media extensa (y en muchos casos surgida en ciudades pequeñas) ante el fraude, la necesidad de ser representados por nosotros mismos, las ganas de establecer un parón, de poner en pausa lo establecido y replantear la vida y la sacrosanta democracia capitalista, el hartazgo hacia las élites (también musicales) surgidas del nuevo régimen post 78.

Luego, cualquier escena musical tiene una parte hedonista y la indie la tuvo y mucho en parte porque los tiempos acompañaban (¿qué parte de la cultura española se significaba políticamente antes del “No a la guerra”?), pero no creo que sea la escena donde eso sea más significativo. Además, me parece que el onanismo es algo político y, como cualquier gesto, significa algo distinto según la ocasión. A veces es lo más revolucionario. Otras lo menos. Y había ombliguismo, claro, en unos músicos más que en otros, pero como lo hay en cualquier otro movimiento musical.

En cuanto a la precarización: todo en esa época (desde la subida de tasas universitarias allá por el 92-93, el establecimiento de los masters como cosa buena, y de las prácticas no remuneradas, los contratos basura, la especulación con la vivienda y todo el “España va bien”, en general), conduce hasta lo que tenemos ahora. El sablazo a los derechos civiles y laborales de 2008 y años posteriores no hizo sino consolidar lo anterior: el neoliberalismo de PSOE y PP.

Aún así, apuntaré algo más en cuanto a la precarización en la música: cuando Migala empezamos a tocar, los fees de los festivales eran decentes para los grupos noveles, en los conciertos fuera de la ciudad de uno era habitual que se diera alojamiento y cena, en muchas salas no sólo no se cobraba alquiler sino que se negociaba una parte de la barra… No hacíamos aquello por dinero pero no se nos ocurría pagar para tocar en un festival, como ocurre ahora. Ni irnos sin cobrar lo que nos correspondía, salvo excepción rara de solidaridad con alguien muy desafortunado. Otra cosa es el desconocimiento de ciertas cosas de la industria que llevó a ciertos abusos…

DIEGO: Con el tiempo me doy cuenta de que centrarse en los sentimientos: describir estados de ánimo, llamar a un disco Así duele un verano… es un acto político militante. Explicar otras cosas es hacer sociología. El indie de los 90 fue variopinto y con los años se ha capitalizado porque los músicos, organizadores y periodistas tienen que comer… y viajar a Indonesia.

RUBÉN. Yo  por esa época más que reivindicar, flipaba con lo que estábamos haciendo. Sobre todo porque lo hacíamos a partir de una precariedad ciertamente militante.

RODRIGO: En nuestro caso, creo que nunca hubo una intención de utilizar nuestra obra como herramienta política. En realidad era todo algo bastante onanista (o multi-onanista) que hacíamos porque habíamos encontrado la complicidad suficiente como para dar rienda suelta a nuestra libertad creativa. Todo aquello estaba por encima de nuestras ideas o inclinaciones particulares, y cuanto estábamos juntos no militábamos más que en nuestra pequeña y cetrina república independiente de Migala. No estábamos allí para dar lecciones a nadie, ni para concienciar sobre nada, sólo queríamos elegir nuestra propia aventura.

 

¿Qué influencias barajabais en aquellos años?

ABEL: Cada uno, unas, todos algunas comunes, de muy diverso tipo. Desde clásicos del Pop de todo tiempo y lugar, hasta muchas cosas que iban saliendo en el presente que nos molaban (por ejemplo recuerdo la exaltación cuando sale el primero de 7 Notas, 7 Colores o Lujo Ibérico, por ejemplo, o cuando nuestros colegas músicos sacan discos… Manta Ray, Le Mans, El Niño Gusano, Sr. Chinarro, Nosoträsh, Los Planetas, Astrud, Antonia Font, Lisabö y, claro, otra muchísima gente de fuera de diverso tipo…) pasando por cosas de músicas viejas (flamenco, tangos, música tradicional italiana, cantautores, psicodelia, rock n’roll), bandas sonoras, electrónica, surrealismo, cine y literatura muy variopintos, y mucha vida social, noches, fiestas, reflexión filosófica y, a menudo, política. Un caos. Por supuesto el día a día de la vida sentimental y demás. Y también me parece que un influencia muy importante en la música que hicimos fue nuestra propia amistad. Los códigos internos y la vivencias compartidas. Migala era un grupo de amigos que desbordaba a los que tocábamos. Otros amigos nos ayudaban a componer a veces aunque desde fuera o simplemente nos alentaban, acompañaban, etc. También las movidas que teníamos a veces entre nosotros. Las cosas de grupo de colegas.

DIEGO: Ana D, Tortoise, Dominique A, Camarón, Leonard Cohen, Manu Chao, Yann TiersenKerouac, Pasollini, Dreyer

RUBÉN. Para mí fue una época de descubrir mucha música, de todos los colores y sabores, y fue gracias a los Migalas, a Jesús Llorente y a muchos de los conciertos y festivales que fuimos.

RODRIGO: Bueno, tampoco creo que las influencias se “barajen” (como opciones a elegir), sino que es algo que afecta y “contamina” tu obra casi sin darte cuenta. Si puedes controlarlas, más que influencias se convierten en herramientas. En nuestro caso también utilizábamos a veces herramientas, como esos pequeños fragmentos de canciones o películas (como samples o guiños instrumentales) que usábamos a modo de homenaje, o como herramienta compositiva, dejándonos llevar por la intuición, proyectando mensajes subliminales, o capturando un momento accidental.

En cuanto a las influencias, creo que fueron cambiando mucho y cada uno llevaba consigo las suyas, con algunas intersecciones que se fueron generando con el tiempo, como poso o sedimento migaliano, a base de recorrer camino juntos. Había algunos espacios comunes que visitábamos más a menudo porque todos nos encontrábamos cómodos en ellos (la lista sería larga, personal e injusta, e incluso un poco sonrojante). Y luego eso se iba alimentando continuamente con grupos/artistas nacionales e internacionales con los que coincidíamos tocando en algún sitio o los que publicaba Acuarela o venían al Tanned Tin (impagable festival por cierto, aglutinador de talento, la independencia bien entendida).

Escucho el disco de nuevo y me da la impresión de amateurismo, de gesto referencial a vuestros ídolos, pero también me da la sensación de que erais de los grupos que más en serio os tomabais eso de crear una corriente estética alrededor vuestro. ¿Qué pensáis?

ABEL: Nos lo tomábamos tan en serio como de coña. La mitad del tiempo nos exigíamos llegar un poco más lejos creativamente desde nuestro amateurismo y, sobre todo, que nos emocionara mucho. La otra estábamos de risas y militando en un desorden que a ratos era creativo y otras, simplemente, un puto desastre. Manteníamos muy a raya creérnoslo en lo que no fuera puramente artístico.

DIEGO: Ironía poca. Y sí, vivíamos en un proceso creativo compartido. Estábamos muy flipados con todo, con lo que hacíamos, o con lo que queríamos hacer, y aceptábamos el amateurismo deportivamente.

RUBÉN. El amateurismo militante, efectivamente. Y eso que yo no quería, pero había que rendirse a él. Abrazarlo y arroparlo. Para eso, sí éramos muy cariñosos y perfeccionistas.

RODRIGO: Amateurismo total. Hasta puntos insospechados. Podríamos contar muchas cosas que parecerían increíbles sobre cómo nos apañábamos, sobre el equipo o los medios caseros con el que contábamos, o nuestras carencias musicales.

Sin ir más lejos, el origen de este disco que ahora se reedita fueron unos días de verano en los que tuvimos que pelear con la acústica imposible de un apartamento familiar playero en Mojácar, a base de colchones en las paredes (aprovechando el poco uso que les dábamos para su fin principal). Y fuimos tan ingenuos de irnos hasta allí a grabar las bases del disco con un cuatro-pistas de cassette, que -debido a la propia mecánica del aparato- en cada toma cambiaba caprichosamente de velocidad y hacía que se nos desfasaran las pistas una vez superpuestas. Eso nos obligó a exprimir nuestras neuronas ingenieriles y desarrollar un rudimentario algoritmo matemático para comprimir o expandir la duración de los ficheros y compensar los desajustes temporales de las pistas, todo ello en el primitivo software de edición con el que nos manejábamos. Era todo así. No teníamos ni fundas para los instrumentos. Nuestro indie era bastante indie-gente. Muy pocos medios, y mucho buscarse la vida y aprender haciendo.

En cuanto a nuestra intención de “crear una corriente estética” que comentas, no entiendo bien a lo que te refieres.. yo creo que lo único que hacíamos era disfrutar de una gran libertad creativa (gracias probablemente a ese amateurismo y a que no nos habíamos suscrito a ninguna corriente). Y a nivel estético o estilístico estábamos en una búsqueda continua de nosotros mismos, pero a la vez creo que no queríamos encontrarnos. Teníamos los poros abiertos a lo que teníamos cerca y había muchas cosas que se acababan colando. Quizás nos faltase un poco de pudor, nos desnudábamos con demasiada facilidad, también en las entrevistas, y seguimos haciéndolo.

 

La nostalgia por los noventa asola el indie actual. Simon Reynolds dice que la nostalgia va contra natura de todo lo referente a la cultura juvenil. ¿Qué opinión os merece esta mitificación de espacios, muchas veces, imaginarios?
ABEL: Completamente de acuerdo contigo y con Reynolds. La nostalgia es un error (horror) y dificulta el surgimiento de lo nuevo. La mirada retro sí es completamente anti-revolucionaria. Pienso que es imprescindible conocer bien el pasado y hasta honrar ciertas partes del mismo, pero la tradición cultural debe perder la “d”, debe ser traicionada, si se quiere mirar al futuro. Soy futurista militante (Ah, but I was so much older then, I’m younger than that now). Ojalá esos que redescubrieran a Migala ahora lo hicieran para traicionarnos…

DIEGO: Supongo que todo el mundo quiere salir a conocer a gente que encaje con sus gustos y pasarlo bien. Yo tengo nostalgia de bares que no existen porque eran muy buenos y baratos. Cuando era pequeño había cafeterías en la Gran Vía con copos de mantequilla flotando en agua y 1000 camareros, eso era vida…

RUBÉN. Obviamente, está muy bien ir al pasado a recoger y aprender.  Ahí hay mucho que rascar aún. Pero claro, no vale la copia del mito al que adorar sin nada más. Se debe regenerar y mirar hacia lo nuevo con algo personal que lo convierta en algo original.

RODRIGO: La mitificación está íntimamente ligada con lo imaginario, con la idealización de las cosas, y la idealización suele estar asociada a la nostalgia. No porque el pasado fuera mejor, sino porque tú eras mejor entonces. O eso crees, porque eras más joven y con más decisiones aún por tomar. Los filtros y las lentes temporales suelen sacarnos más favorecidos.

Es verdad que mirar hacia atrás aparentemente pueda estar en contra de la rebeldía juvenil y la innovación, pero ¿cuántos nuevos movimientos tectónicos culturales se han generado por un choque con placas anteriores, por un inconformismo con la inmovilidad contemporánea y una cierta nostalgia de expresiones o movimientos del pasado? Casi todo está inventado. La innovación no es sólo mirar hacia adelante, hay mucha inspiración en el pasado. En nuestro caso también fue así.

¿Qué recuerdos tenéis de aquellos años inmersos en giras, promociones en los incipientes sellos independientes…?

ABEL: En mi día a día no aparecen mucho. Sólo cuando entramos en conversaciones sobre ello.

DIEGO: Muchos. Era bonito viajar a sitios desconocidos que te abrían los brazos. Muchas entrevistas, y muy interesantes: desde radios independientes a Radio 3 o Canal+ Bélgica. Esos momentos sublimes sobre los escenarios y cómo reaccionaba el público. Terminabas los conciertos y brindabas con los que habían ido. Recuerdo que en Namur batieron record de consumo de barriles de cerveza: pedían bises como si se acabase el mundo. También las borracheras que te nublaban…

RUBÉN. Grandes recuerdos de amistad, sobre todo, de muchas risas, de incredulidad y de orgullo de haber estado en el lugar adecuado y en el momento justo.

RODRIGO: Volviendo a los filtros de la nostalgia, y eliminando la parte de sufrimiento físico y mental de nuestras mini-giras (bien merecido por otra parte en muchos casos, y compensado casi siempre por los hechos causantes) y de la convivencia durante tanto tiempo, yo lo recuerdo como algo divertidísimo, de complicidad entre amigos y libertad creativa, de muchísimos momentos hilarantes (que nunca llegamos a proyectar demasiado en nuestras conexiones con el exterior: discos, entrevistas, etc.)

Nos fuimos encontrando entre nosotros casi por casualidad. Éramos una especie de aglomerado de rocas distintas. No hicimos nunca ningún esfuerzo (sino quizás todo lo contrario) por saber qué queríamos ser, a quién nos queríamos parecer. No había un objetivo claro.

Sólo queríamos disfrutar haciendo cosas juntos. Y lo hacíamos, lo pasábamos realmente bien.

Era una aventura permanente, ya fuera en esos grandes momentos de desvarío y surrealismo en Villacristina (antigua casa familiar de los Navarro, nuestro refugio y cuartel general durante tanto tiempo), o viajando juntos como una especie de circo ambulante, en los chispazos y momentos de explosión creativa conjunta.

Esas explosiones intentábamos de alguna manera registrarlas o replicarlas en los discos (a veces sin éxito, por la erosión de los ensayos y la pérdida de la espontaneidad).

Estábamos receptivos y abiertos a todo lo que nos iba pasando, incluso accidentalmente, sin querer jugábamos al despiste. Éramos muy receptivos (muchos radares abiertos a señales) pero a la vez un poco impermeables, porque para que algo calase había tenido que pasar por el filtro de nuestra emoción colectiva. Nunca sentimos que tuviéramos nada que perder, así que jugábamos para nosotros, sin miedo.

Recuerdo muchos más momentos de diversión que de sufrimiento, por mucho que en los discos acabáramos plasmando a veces nuestra versión más atormentada.

«Nos fuimos encontrando entre nosotros casi por casualidad. Éramos una especie de aglomerado de rocas distintas. No hicimos nunca ningún esfuerzo (sino quizás todo lo contrario) por saber qué queríamos ser.»

Pertenecéis a una generación de músicos que conformabais una escena muy heterogénea. ¿Cómo encajó la propuesta de Migala en todo aquel totum revolutum?

ABEL: Sinceramente pienso que apenas encajó. Un poco con ciertos compañeros de sello, con alguna gente, pero en general notábamos una distancia. Especialmente en Madrid. Es curioso porque precisamente se nos acusaba de producir esa distancia nosotros… Nunca sabré por qué. Supongo que tenía que ver con una cuestión de competitividad extraña, de buscar cierta hegemonía de estilo. Esto se agravó, claro, cuando surgió la sección más poppie y revivalista (ochentera, sesentera) del rollo.

DIEGO: Encajábamos personalmente con algunos, había grupos como Sr. Chinarro con los que nos llevábamos bien, y había gente muy creativa, y muy divertida. Había una crítica constante de algunos que nos consideraban pijos y pretenciosos, como diría Tom Waits»¿Hay algo malo en ello?»

RUBÉN. Yo es que me sentía un impostor… como era un no-músico, intentaba no interaccionar mucho.

RODRIGO: No estoy seguro de que hubiera una escena muy definida, pero si la había nuestra pieza está claro que no terminaba de encajar. Como la de otros grupos/artistas de aquel momento. E igual respetábamos más y nos llevábamos mejor con las piezas que no terminaban de encajar.

Creo que inconscientemente evitábamos los moldes para ser más libres, aunque supongo que de alguna manera acabamos atrapados en nuestro propio molde.

¿Qué opinión tenéis del movimiento urban, esa etiqueta que encierra géneros como el reguetón, el trap, r&b, grime…?

ABEL: Me parece un fenómeno muy interesante que, como hizo lo indie de la segunda mitad de los 90 y principios de los 2000, toma la centralidad Pop desde la periferia. E intuyo que está demasiado caliente como para tocarlo desde fuera. Que, o bien estás dentro de su remolino, o es imposible reconocer bien lo que está pasando ahí dentro.

DIEGO: Para mí es todo rockandroll, aunque ellos no lo sepan. Algunos artistas de reguetón me gustan, como Becky G o Balbin… pero al final vuelvo a Lou Reed, Mourn o Fountains DC.

RUBÉN. Me gustan algunas cosas aunque también hay mucha morralla. Imagino que como en todos los nuevos estilos. Con el tiempo se filtrará lo accesorio y quedará lo bueno.

 

Creo que la etiqueta indie ya no tiene sentido en la actualidad. Ahora todo pasa por el filtro de la estandarización y los grandes festivales lo patrocinan grandes marcas. ¿Qué creéis que aun puede cambiar la música en la sociedad actual?

ABEL: Estoy de acuerdo contigo en cuanto al Indie como etiqueta. El problema para mí es que Indie no puede ser una etiqueta, como no puede serlo lo punk. Me gusta ponerme pedante y distinguir entre “el indie” (un cajón musical de tiendas cuyo contenido cambia con el tiempo donde se meten una serie de actitudes musicales, ciertos estilos) y “lo indie”. De lo que hoy se llama indie en España me temo que muy poco entra en lo indie. Migala sólo puede entenderse dentro de lo indie pero no encajaría nunca en el indie español actual.

¿Qué puede cambiar aun la música en la sociedad actual? La música es más importante que nunca y se hacen cosas buenísimas desde el punto de vista artístico (como tú mismo sabes bien, pues no paras de recomendar discos y canciones en tus redes 🙂 Pero, como tú decías antes, nunca ha estado en peores manos desde el punto de vista de la industria. Creo que el Pop puede ayudar a cambiar lo mismo que en otras épocas y que, como siempre, representa muy bien lo que ocurre en el mundo, es un buen transmisor de quién ostenta el poder y cómo.

DIEGO: Me gustaría creer que la música lo puede cambiar todo. Estamos muy mal organizados.

RUBÉN. Siempre está la lucha de la música y los mercados que todo lo cogen, lo tragan, lo exprimen y lo escupen. Un asco, la verdad, y cada vez mayor, salvo raras excepciones. No obstante, la música siempre está por encima, en otro nivel, y cuando es buena, no hay mercado que la domine al menos por un tiempo.

De todos modos, veo también cierto discurso viejuno cuando se dice que todo se va al garete (qué también), que ya no es lo que era antes (qué es verdad), que en los 90 éramos más jóvenes y como se nos nota.

RODRIGO: Creo que la independencia y el cambio seguirá existiendo mientras haya gente que siga queriendo llegar a algún sitio por un camino distinto, sin pisar las huellas de otros.

Mientras haya gente valiente y suficientemente generosa como para concebir su obra como un fin en sí misma y no un medio para conseguir otras cosas. Y si es como medio, que sea porque le permita enfrentarse a sus propios demonios y encontrarse a sí mismo, para luego huir si es necesario. No sé si te he respondido, pero es todo lo que puedo decir al respecto.

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