Ha muerto Eric Carmen, líder de The Raspberries

Despedimos a Eric Carmen, líder de The Raspberries y autor de la eterna “All by myself”. Con permiso de aquél “Heaven knows I’m miserable now” que Morrissey y Marr compusieron para The Smiths, si hay una canción que haya universalizado la autocompasión esa es ésta. Imposible olvidar la escena de El Diario de Bridget Jones en que una Renée Zellweger puestísima de tintorro llora sus penas sentimentales haciendo playback sobre la tonada. Una de las mejores parodias cinematográficas de lametón de heridas tras un desengaño amoroso jamás hechas.

La versión que sonaba en la peli era la de Celine Dion. Caramelizada al máximo, por supuesto, para resultar aún más lacrimógena que la original. La original estaba escrita e interpretada por un músico de Cleveland, de nombre Eric Howard CarmenIn arte, sin el Howard– del cual recibimos hoy la noticia, lanzada por la familia, de su fallecimiento este pasado fin de semana mientras dormía. Una muerte plácida para un artista que injustamente podría pasar por one hit wonder, pero cuya importancia para el pop, convendría resaltar un poco aquí.

El éxito que cosechó el disco que contenía el mega hit “All by myself” y también la no menos exitosa “Never gonna fall in love again” (ambas, por cierto, inspiradas en sinfonías de Rachmaninoff), titulado simplemente Eric Carmen y publicado en 1975, situó a su autor en la cumbre. No obstante, Carmen antes de esto había formado parte de algo mucho más relevante para el devenir del pop: junto a otros compañeros de la universidad de Cleveland y al deshacerse las bandas a las que pertenecían –Cyrus Erie y The Choir (sí, los de “It’s cold outside”)- formó The Raspberries. Una banda esencial para entender ese subgénero adorado por no pocas personas que recibe el nombre de Power Pop.

 

The Raspberries unían en sus espléndidas canciones la intensidad eléctrica de bandas mod como Small Faces o, claro, The Who, a las dulces melodías de Beatles, Hollies, Beach Boys o Phil Spector. Es decir, ponían guitarras fuertes, al estilo de los 1970’s, al pop de los 1960’s, algo para lo que únicamente tuvieron competencia al otro lado del charco, a manos de Badfinger, la banda de Pete Ham y Tom Evans. Junto a estos, Raspberries fueron la chispa fundacional de toda esa corriente que ha tenido nombres como Paul Collins, Plimsouls, Matthew Sweet o The Rubinoos como abanderados.

La banda hizo cuatro elepés soberbios, a cada cual mejor, en tan sólo tres años de existencia. La falta del éxito esperado pudo con ellos, pero desde luego, podemos contar gran parte del contenido de esos álbumes entre lo mejorcito aparecido en Estados Unidos en la primera mitad de los setenta. Y no son demasiado conocidos, curiosamente. Seguramente, a causa de que la carrera en solitario de Carmen, que sí recibió las mieles del éxito, sepultó durante años la memoria de esta formación.

Eric Carmen, como decimos, tras la disolución del cuarteto, se adentra en un proyecto en solitario que no sólo trajo “All by myself”. Su debut en 1975 estaba plagado de aciertos. Contenía también la muy pegadiza “That’s rock and roll” que fue un exitazo a manos del ídolo teen Shaun Cassidy y, en general, era un disco bien pulido y fenomenalmente compuesto. Su continuación llegó en 1977 y trajo igualmente el single de éxito “She did it”, así como otros, compuestos para sí y para otros artistas, que le mantuvieron en lo alto no sólo en los glamurosos setentas, sino también en los ochenta, en que el cine le tuvo muy en cuenta, colando dos temas suyos en las bandas sonoras de dos de los blockbusters más sonados de la época como Footloose (“Almost paradise”, a dúo con Merry Clayton) y Dirty Dancing (“Hungry eyes”).

Más allá de esto, que claro, forma parte de un sector ultra-comercial del pop de escaso interés artístico excepto para completistas, tampoco es que Eric cosechara demasiado éxito de los noventa en adelante. Pasó a formar parte de esos actos nostálgicos que actúan, como mucho, en hoteles de Las Vegas y sobre todo, a vivir de los no pocos royalties generados por sus composiciones más famosas. No obstante, no podemos dejar aquí de dedicar un espacio a su nada desdeñable contribución al mantenimiento del espíritu primigenio del pop. Rest in power (pop).

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