Jay-Z & Kanye West – Watch The Throne (Roc-A-Fella Records / Roc Nation / Def Jam Recordings)

La sobreexposición mediática ha hecho de Kanye West un auténtico coloso del Hip Hop, devorando cualquier tendencia estética (sea contemporánea, vintage o importada de otra cultura) mientras perfila la puesta en escena (fichando a gente como Marco Brambilla, Spike Jonze o Hype Williams como visual consultants) de su ego desmedido. Tras un disco tan rotundo e incuestionable como My Dark Twisted Fantasy, West regresa con Watch The Throne, un trabajo a cuatro manos con Jay-Z que profundiza, si cabe todavía más, en las obsesiones del rapero de Atlanta.

La cultura del hedonismo, los bienes materiales, el consumo y la ambición por permanecer en la cima -cualquiera diría que el título es una advertencia propia de un personaje shakesperiano- son la argamasa de un discurso musical inflado de anabolizantes. De un lado, este Watch The Throne es un puro exceso cortado a través de una ingente cantidad de samples y colaboraciones. Fruto de ello un tema como “Why I love you”, que samplea -añadiéndole, eso sí, un aire más rock- un tema del dúo electrónico Cassius que, a su vez, ya era un sample de una canción de Gladys Knight & The Pips; otro como “Murder to excellence”, en el que se inventan una imposible alianza entre el Quincy Jones de El Color Púrpura y las etéreas voces de las hermanas Modorcea para, con el ritmo marcial del tradicionalismo rumano, trazar otro relato de ambiciones y hermandad frustrada; u “Otis”, auténtico trallazo que reforma el “Try a little tenderness” de Otis Reding haciendo de su voz un entrecortado lamento que abriga a las hazañas del Luxury Rap. Y del otro, la nómina de participantes equivale a reunir al Dream Team de los versos y rimas (Pharrell, RZA, Swizz Beatz, The Neptunes, entre otros) en tareas de producción y de pequeños cameos vocales.

A una obra tan mastodóntica como Watch The Throne se le puede reprochar que subordine el músculo de Jay-Z a los caprichos de divo de West -porque su sombra planea en cada decisión creativa del disco-; que las letras incidan hasta la náusea en el microcosmos artificial de Bolsos Hérmes y Mercedes Benz como figuras de estilo, sacrificando eventualmente el talento de gente como Frank Ocean (escuchen “American wedding”, un disparo en el estómago de la sinceridad); y que el trasiego de samples, todos ellos magníficamente escogidos, haga que los árboles impidan ver el bosque. Sin embargo, sin ese genio creativo excesivo y caprichoso, infatigable buscador de oro y atento a todo lo que huela a trendy como es West, a Watch The Throne le faltaría espíritu y le sobraría todo, sería como un Batman sin Joker, y viceversa. Y, bien mirado, lo mejor que se puede decir para explicar un disco como este es que es una obra total de nuestro tiempo: caótica, sublime y también pedestre, pero siempre viva y dispuesta a agitarnos en cada nuevo corte.  

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