La respuesta está en la canción (V): «Too many people» de Paul McCartney

¡Ah!, la separación de los Beatles… Cuánto se habrá escrito sobre el tema, sin duda una de las claves, antes y después de la misma, de la evolución y posterior establecimiento de la música «moderna» como icono cultural del siglo XX y posteriores. Seguramente la leyenda nos sobrevivirá a todos, y expertos o meros opinadores habrá que sigan intentando descifrar, profundizar, investigar o incluso aventurar cuáles fueron las verdaderas razones, responsables o consecuencias de la escisión definitiva del grupo de músicos más trascendente de la historia. Y eso es algo comprobable matemáticamente, si nos apuran, pero no es el momento ni el espacio adecuado para entrar en detalles al respecto. En esta serie debemos centrarnos en las motivaciones compositivas de un puñado de artistas que estimaron oportuno, por diversas y a veces justificadísimas razones, entrar al estudio tras haber escrito letras que casi se redactaron automáticamente en función de los acontecimientos. La que aquí analizo es una de las más claras y famosas entre las filas de la beatlemania universal. Procedamos.

El segundo disco en solitario de Paul McCartney no suscitó ni la mitad de expectativas entre su público que el primero, excepcional, todo hay que decirlo. Sin embargo, para pergeñar Ram (1971), el bueno de Paul decidió retirarse a su granja escocesa y firmar todas las canciones con su mujer, la después malograda Linda, alejándose así de cualquier efecto (y afecto) que la opinión pública pudiese surtir en su ya hinchado ego, y ni hablamos del recibimiento de la crítica.

Con el tiempo, todos estuvieron de acuerdo en que algunas de sus mejores canciones de siempre se contenían en ese trabajo, y especialmente una de ellas, «Too many people», hipotéticamente compuesta para saldar cuentas con su ex compañero de banda, el hombre de las gafas redondas que había decidido cambiar la música por el amor a una mujer oriental, al que dedicaba líneas como «demasiadas personas rompiendo tratos; no dejes que te digan lo que quieres ser». La canción era y es excelente, pero el trasfondo, cuando se hizo público, superó cualquier otra repercusión artística. Los Beatles jamás volverían a existir como entidad física, así que era el momento de empezar a recorrer el lado oscuro de su leyenda, por mucho que muchos años después Macca se empeñara en desmentir tal interpretación.

 

«Hola, soy John Lennon y tengo algo que decirte: La única cosa que hiciste fue «Yesterday» y desde que te fuiste solo eres un día más». Imaginamos todos el nombre del ausente interlocutor, enfrascado en la promoción y gira de un disco que empezaba a darle sus frutos económicos, y el del ofendido responsable de la frase con la que empieza este párrafo. Andaba este grabando Imagine, su más famoso álbum, solo unos meses después de escuchar las pullas de Paul McCartney, y claro, sucumbiendo a su volcánica personalidad, no pudo resistirse a la agresividad implícita en frases como «esos locos estaban en lo cierto cuando dijeron que habías muerto», en alusión directa a la leyenda, aún hoy en boca de muchos botarates, que aseguraba que el bajista había fallecido años antes del fin de la carrera del mítico cuarteto, dejando crípticas señales de ello en letras, portadas y sonidos. El horno no estaba entonces para bollos.

Hasta el propio Ringo Starr, convocado por Lennon en calidad de visitante ilustre en las sesiones de aquel álbum, consideró excesivo un ataque tan frontal y aconsejó no seguir adelante con una letra tan lapidaria. El falsamente discreto George Harrison, autor de la slide guitar en el tema y el resto del disco, prefirió mirar para otro lado con tal de que le dejaran, cosa que no sucedió durante su etapa conjunta, empezar una carrera que, si se me permite tamaña afirmación, superaría con el tiempo en resultados a la de su jefe en aquella ocasión. ¿El tema objeto de la disputa? Metafórico y parcial, como debía ser, «How do you sleep?». Lo que nunca se supo es si su ex media naranja creativa consiguió conciliar el sueño con placidez después de escucharla.

 

Ya se ve que hasta en la intrahistoria de las más grandes bandas que ha dado la historia de la música popular es posible rastrear la pezuña de la venganza, la velada ira de los celos o los dimes y diretes mil y una veces malinterpretados. No es necesario añadir que la serie de respuestas con letra y música explícitas seguirá dando interesantes capítulos, sin importar la cantidad ni la calidad de los discos en que se contuvieran. Continuará.

 

 

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