Les Lullies (Ambigú Axerquía) Córdoba 27/01/24

Volvían a Andalucía, concretamente a una de sus plazas favoritas, los príncipes (tal vez el título de nuevos reyes les venga aún algo grande) del garage punk europeo, una banda forjada en los escenarios más que en el propio estudio, habitual de festivales y saraos propios del género y de sobrado prestigio desde que hace ya siete años empezaran una andadura allanada por las excelentes críticas que su directo incendiario y formas vehementes han provocado en medios de la más diversa índole. Nuestro último encuentro con los franceses Les Lullies tuvo lugar en el último Flamingo Beach Fest, en pleno Cabo de Gata, una tarde noche primaveral en la que el sudor y las guitarras desbocadas hicieron mella en más de una cabeza. La cita con el rockerío cordobés tuvo lugar, no podía ser de otra forma, en la sala Ambigú Axerquía, perfecta para acoger con los brazos y las orejas bien abiertos a François, Manu, Romeo y T. Boy, debidamente pertrechados con guitarras, bajo, batería y buen surtido de tatuajes y dispuestos a teñir de furia la placidez de una noche de sábado que olía a rock and roll desde que pusieron los pies en ella. Su fama les precede, desde luego.

La pólvora y sus secretos ya llevan descubiertos muchas décadas, y damos fe de que los chicos manejan dicha información con destreza y altas capacidades para adaptar las descargas, las nuevas y las viejas, a cada momento y situación. Aunque el set list varíe lo justo y necesario en el tramo hispano de su gira, saben alternar riffs infectados de falsos deseos (“Zero ambition”, “Doctor”), tomados tal cual de sus inicios discográficos, con otros más tendentes a la preocupación social propia de unas mentes irresponsables que empiezan a fijar sus dardos en la diana de una existencia incierta. Eso significa que tal vez su última entrega, un segundo largo titulado Mauvaise Foi, del que extraen el tema homónimo como más reciente arma arrojadiza y lo unen con un no menos concienciado “Station service”, aunando lenguas para demostrar que se criaron en la tradición del punk anglosajón de los setenta hasta que decidieron unirlo con su propio vehículo de expresión.

En “Pas de regrets” nos cuentan que ellos son así, identitarios y coherentes con su educación, y que no saben ni quieren aprender a tocar más despacio. “Mourir d’ennui” es una sentencia con la que jamás comulgarán, porque el aburrimiento queda fuera de su órbita y de quienes la siguen sin pestañear ni desconectar en ningún momento de los apenas sesenta minutos que ponen como tope para que la intensidad no disminuya ni se resienta esqueleto alguno después de tamaño trote. La banda apenas necesita ensayo ni reunión previa, tocan prácticamente de memoria y unen temas con líneas melódicas algo más dibujadas en la spectoriana “Dernier soir” o en alguna que otra inmersión en la escena normanda de grupos como los Sub Kids, con “Animal” y “Soirée standard” supurando heridas recién abiertas a las que echan sal sin piedad ni dolor alguno.

Obviando las partes más amables de su “Mala Fe” con varios momentos memorables, que así se traduce el título de segundo y solidísimo disco, rememoran ese “Black september” que siempre fue un momento cumbre de sus directos y otra explícita “Bad attitude” con la que se engancharon al carro del sonido garage contemporáneo. Dos estrofas, tres acordes, cuatro músicos y cinco minutos de tregua antes de sentar cátedra y supino conocimiento del material que manejan con las respectivas covers de Nick Lowe, un “Heart of the city” no tan lejos de sus parámetros sonoros, y sobre todo con una inesperada y subterránea revisión de “Savage”, original de una banda australiana que vivió en el más absoluto circuito underground allá por 1979, los eminentes Fun Things de los que saldría el núcleo central de los Hoodoo Gurus, entre otros nombres importantes de los años venideros. Nobleza y riqueza obligada. Así son Les Lullies, siempre encontrando el punto justo de equilibrio entre la anarquía y la brillantez, para hacerse querer y situarse en el rincón opuesto a la sorpresa. Con ellos enfrente, siempre sabes lo que puede ocurrir, pero nunca cómo ni cuándo. Esas pequeñas incertidumbres son las que nos gustan.

Fotos Les Lullies: Manuel Torres

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