Libro: Gritos De Neón de Kit Mackintosh (Caja Negra Editora)

Continúa la editorial argentina Caja Negra traduciendo obras de lo más interesante que versan sobre aspectos de la música, ya sea su estética, su importancia como generadora de subculturas, o como paradigma de nuevas formas de comunicación intertextual.

En este caso Gritos De Neón (Caja Negra Editora, 2022) es un curioso artefacto escrito como si de un relato de ciencia ficción (o casi) se tratara, en el que se teoriza sobre la potencialidad de la voz manipulada a través del Auto-Tune para propagar sonidos orgánicos dentro de lo manipulado. Este software modulador ya forma parte de casi toda la orografía de la música mainstream que se puede escuchar en la actualidad -aunque también se halle en la música no comercial aunque de una forma no tan prioritaria-, y de alguna forma construye un nuevo relato de la música popular en donde la voz constituye un organismo separado del cuerpo, algo mutante, parasitario, y extraño.

Mackintosh se centra en los géneros urbanos que van del trap (y sus diferentes variantes: mumble y frag), bashmen, y acabando por el UK drill. Como apunta el autor, el Auto-Tune pone a la persona como centro de la creación artística, dejando a un lado los usos residuales que hicieron en un primer momento grupos como Kraftwerk. En la década de los 2000 se libra en Jamaica una batalla importante por el auge de este aparato entre los músicos Mavado y su rival Vybz Kartel. Unos sonidos percutivos, histéricos, robóticos, y que auspiciaban una nueva arcadia posthumana. Fueron los encargados de finiquitar la herencia rasta, despojando a las melodías de todo atisbo de roots y creando una especie de apología del Super Hombre de raíz kantiana.

El trap pasado por el tamiz del Auto-Tune se convierte en música mutante, destilando sonidos orgánicos, pero deformados, sucios. Future o Young Thug, por ejemplo, juegan con los moduladores y los pitches a su libre albedrio. Dice el autor, con razón, que el mamble rap es como crear un posthumanismo empalagoso, y añadiría yo que absolutamente invasivo en algunos aspectos. Por otro lado, el UK drill es la música que retrata los barrios de Londres, sin el -según el autor- esteticismo más benigno de Burial.

En conclusión, se podría decir que es un ensayo que no es de lectura fácil por ese componente de narración robótica, casi encriptada que le quiere dar el autor, y que la suma de referencias a etiquetas musicales puede marear, pero recrea una muy interesante reflexión sobre de qué forma las clases subalternas están creando sonidos que despiertan un interés por el futuro, ya sea este simulado o real. Por suerte no todo es nostalgia, y estos géneros aquí retratados consiguen, mediante la manipulación vocal, crear un cyborg sónico cuya onda expansiva aún resuena en los ingentes archivos de internet.

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