Los Deltonos (Ambigú Axerquía) Córdoba 29/11/19

Siempre que nos reencontramos con bandas como los Deltonos sabemos que va a suceder algo realmente importante. No solo por la probada eficacia de su directo, demostrada a lo largo de más de tres décadas batallando contra viento, marea y fuerzas mediáticas, sino además porque es un placer extraño comprobar que pese a los años transcurridos su manera de entender la música, y en concreto ese cruce entre blues, country y rock and roll que practican de forma implacable, sigue vigente en tiempos de superficialidad acústica. Si tenemos presente que el señor Hendrik Röver es uno de los mejores guitarristas de este país y que gracias a su empeño por mantener la banda contra cualquier tipo de dificultad, bien secundado por otro imprescindible como Fernando Macaya, se podrá entender fácilmente que el suyo es un proyecto casi vital, por el que no pasan los años sino más bien al contrario. Con cada nuevo álbum la fibra se robustece un poco más hasta el punto de que actualmente el grupo goza de un impresionante estado de salud, y sin asomo de que les aceche dolencia alguna.

En la sala Ambigú Axerquía volvieron a asentar sus bases clásicas con un arsenal discreto pero contundente a más no poder. El despliegue de riffs es amplio y variado, y la base un colchón de acero rítmico para que todo suene en el sitio y de la forma adecuados. Venían a presentar los temas de Fuego, un trabajo lleno de músculo y grabado con la autoexigencia que les caracteriza, aunque deciden empezar a llenar de “Gasolina” (un tema que ya tiene más de una década) un depósito que no agotó las reservas existentes cuando aún les podría haber cundido un poco más. Desde ahí hasta el último bis con “Soy un hombre enfermo”, tal vez el primero de sus clásicos, nos hablan de la “Taquicardia” que nunca llega, viajan al “Sur” en el más amplio sentido geográfico de la palabra, hacen “Magia” a ocho manos, se postran ante el dios “Elvis”, planean como un “Águila” más preocupado por exhibir su majestuosidad que por procurarse una nueva presa y miran a su trabajo más orientado al funk y los sonidos negroides con la tremenda “Discotheque breakdown”. Hay mucha miga en las letras del amigo Hendrik, y él mismo lo advierte al soltar lastre en “Vergüenza”, “Listo” o “Cazador”. Del “Fuego” reciente y aún lejos de convertirse en brasas se pasan a un “Saluda al rey” dedicado al jefe de sala, un guiño necesario a alguien que se deja la piel para que en Córdoba sigamos disfrutando de lo lindo con visitas como esta. Así, siguen “Repartiendo” tralla melódica con “Salud” y sin “Mirar atrás” salvo para tomar un nuevo impulso e invitar a escena a su amigo Joaquín Portillo, músico implicado en varios proyectos de rasgos similares, y marcarse un “(Creo que) he vuelto a beber” que le quita hierro al asunto. Eso sí, siendo siempre conscientes de que esto es cosa muy seria.

Con la seguridad de que afortunadamente aún existen bandas en nuestro territorio con las que apostar a ganador en cualquier momento y lugar, y la certeza de que nunca nos fallarán, despedir a Deltonos con el mismo goce que los recibimos es tan sano como satisfactorio. La próxima vez, y estamos seguros de que habrá varias más, será todavía mejor. No nos cabe la menor duda.

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