Shellac – To All Trains (Touch & Go)

La muerte inesperada de Steve Albini es de aquellas que dejan un vacío enorme. Figura mítica del underground norteamericano, Albini fue una figura capital para entender qué era llevar una carrera autogestionada al máximo, además de perder a uno de los “productores” (lo entrecomillamos porque a él no le gustaba que lo llamasen así, prefería catalogarse como ingeniero de sonido) de una cantidad importante de discos seminales en la década de los noventa. En su estudio Electrical Audio en Chicago pasaron artistas y grupos en los que la única doctrina era que el sonido emanara de una forma lo más cruda posible, sin artificios innecesarios, y era como sentir el frío del contacto de una navaja en la nuca.

El deceso del californiano también abrió un debate en las redes sociales (¡cómo no!) a partir de un tweet que él mismo subió el año pasado en el que mostraba públicamente el debate moral interno por el que pasaba por alguna de las cosas que pudo hacer en el pasado y de las que no se sentía orgulloso. Algo así como un acto de contrición que dejó fuera de juego a muchos fans del artista, pero que revelaba un honesto posicionamiento: como artista blanco, heterosexual y de clase media que tuvo unos privilegios que no tenían otros para expresarse públicamente. Ser “woke” o “anti-woke” está encendiendo debates identitarios en las RRSS: el término se ha desplazado-algo típico en tiempos random-, de conceptualizar las injusticias sociales ha pasado a abrigar argumentos que reniegan de la corrección política. Un debate que, en mi opinión, no ponía el foco de atención en el zeitgeist del momento en que vivió y se relacionó Albini, y eso permitió ignorar (o casi) el hecho de que el punk tenía un ethos disruptivo, nihilista y provocador tanto en fanzines de la época como en letras de canciones, que, según el músico y productor, no fueron entendidas en su época como, por ejemplo, “Kerosene” de Big Black. De repente, Albini pasó de ser un ejemplo a seguir por parte de parte de su fandom indie (integro, auténtico…) a ser estigmatizado por los gendarmes de la corrección política internauta.

Dejando a un lado estas cuestiones extramusicales, Shellac llevaban una década sin sacar material nuevo. Tras Dude Incredible (2014) y un disco de tomas en el programa de John Peel (The End Of Radio), se reúnen de nuevo para entregar el que parece que vaya a ser el disco póstumo de la banda, el fantástico To All Trains (Touch & Go, 2024).

Albini a la guitarra, Bob Weston al bajo, y Todd Trainer a la batería son una maquinaria infalible creando un rock que es pura fisicidad. En el estudio de Chicago se reunieron para impartir otra clase maestra de rock indómito, libre de cualquier condicionamiento. Música que sangra a borbotones.

Es un disco breve (no llega a la media hora), pero que no sobra ni una nota. Arrancan con “WSOD” con un Trainer pletórico en las baquetas imponiendo su impetuoso golpeo marcial. La primera en la frente, pero luego prosiguen con su narrativa habitual que hace empequeñecer a muchos grupos de postpunk actuales: “Girl From Outside” es áspera como el tacto de la lija, “Chick New Wave” corre al galope con un espléndido uso de los espacios entre notas (cuando desaceleran dan, incluso, más miedo), y en “Scrappers” resuenan ecos de ZZ Top o Deep Purple, grupos todos ellos que conforman la banda sonora de su juventud.

Un disco (más) de Shellac es otro disco de Shellac que le da mil patadas a tanto hype oportunista que venden como los nuevos salvadores del punk. Se cierra el telón.

Escucha Shellac – To All Trains

 

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