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Tomavistas 2025 (Caja Mágica) Madrid

Tomavistas 2025 concluía en la madrugada del domingo su ya novena edición. Tres días de conciertos en la Caja Mágica de Madrid, con un recinto más acotado y muy cómodo, sin aglomeraciones.

Un cartel heterogéneo y con el sello Tomavistas, en el que se fundían nuevas realidades, con músicos emergentes aún por explotar y artistas consagrados que daban un interesante contrapunto a cada una de las jornadas.

Las atípicas altas temperaturas que sufrimos al principio de cada una, no impidieron disfrutar de un festival que desde hace tiempo se ha convertido en referente de la primavera musical en la capital, y que parece echar raíces en un nuevo emplazamiento que cuenta con buenas comunicaciones y espacios, como el nuevo escenario cubierto estrenado este mismo año.

De este último fin de semana de mayo en la Caja Mágica, damos cuenta en este amplio reportaje.

Jueves 29 de mayo

Barry B

Inaugurar el escenario principal de un festival a las seis de la tarde, con menos de mil personas y un sol cayendo a plomo sobre una explanada de hormigón, no es el mejor plan para nadie. Pero a Barry B le tocó abrir el Tomavistas así, y en lugar de subirse al escenario con cara de pena, convirtió su actuación en una especie de rito iniciático: para él y para los que aguantamos como pudimos bajo ese calor demencial. Las condiciones eran duras: sin sombras y cerveza a seis euros, pero algo se coció ahí. Un infierno gourmet, sí, pero con recompensa.

El concierto arrancó con fuerza y no bajó el ritmo ni un segundo. Barry B se plantó sin concesiones entre la chulería del rap y la visceralidad del punk. En directo, gana fuerza y músculo, sobre todo gracias a unas guitarras que incluso rozan el funk en momentos puntuales. Que bien le sienta llevar una banda al completo. Temas como “SWISH” o “Soleá” suenan distintos, más potentes, y sus protohimnos como “ROOKIES” funcionaron de maravilla.

Aun así, lo que más destacaba era su actitud: se empeñó en darnos un concierto de primer nivel y lo consiguió. Saltando, corriendo, abrazando a sus compañeros o interactuando con el público, todo bajo treinta y cinco grados. Muchos ya estábamos en un sueño febril cuando llegó “El efímero arte de perdonar”, la canción que abre su último álbum, Chato (2024), casi al final del show. Por supuesto, tampoco faltaron “El lago de mi pena” ni “Yo pensaba que me había tocado Dios”, la colaboración que tiene junto a Carolina Durante.

Lo que no hubo fueron sorpresas. Hace unas semanas, el propio Barry subió un vídeo desde el estudio junto a Amaia y Drummie, dejando entrever una posible colaboración. Pese a que las probabilidades eran bajas, algunos fantaseamos con una aparición espontánea de la artista navarra, más aún compartiendo cartel el mismo día. Pero no ocurrió. Lo más cerca que estuvo del escenario fue el camión que trajo al festival, convertido en objeto de culto instantáneo entre el público.

Víctor Terrazas

María José Llergo

Resulta complicado que a estas alturas algo pueda sorprendernos y agitarnos a la hora de enfrentarnos a una actuación en directo. Pues eso fue justo lo que me ocurrió al ver llegar al escenario a María José Llergo. Son innumerables los conciertos que llevamos a nuestras espaldas. Pues bien, es la primera vez en mi vida que la canción inaugural a la que presto los cinco sentidos en un festival me conmueve hasta hacerme brotar las lágrimas. Y es que si en disco “ULTRABELLEZA”, la canción titular de su extraordinario segundo trabajo, es capaz de remover las entrañas por su pura emoción infinita, en directo no lo fue menos.

La cordobesa ha ido ganando presencia escénica y la propuesta entre lo sintético y lo orgánico que aportan a su cancionero Julio Martín y Carlos Sosa le sienta magníficamente. Un sol y calor de auténtica justicia no fue óbice para que todos los fans de su maravilloso arte nos congregáramos en las primeras filas cantando y observando las evoluciones de un directo discretamente magno; una sencilla y celestial muestra de amor hacia el amor, la libertad y la diferencia. Me conmueve recordar a esta chiquilla cuando la vi por primera vez entrevistada mientras caminaba por las calles de su Córdoba natal en el imprescindible y añorado espacio El Bloque, aún bastante tiempo antes de publicar su disco debut Sanación (20). Y digo que me conmueve por haber visto el crecimiento artístico y humano de María José, sin haber perdido con ello ni un ápice de su pureza inocente a la par que desafiante en tiempos tan turbios.

El concierto estuvo fundamentado en la defensa de su segundo trabajo que mencionaba líneas arriba, si bien se disfrutaron rescates como “Me miras, pero no me ves” o la preciosa “La luz”. Además del éxtasis alcanzado con “ULTRABELLEZA”, sonaron extraordinarios otros cortes contenidos en el disco de igual título: la perfección interpretativa de “SUPERPODER”, el calambre de “VISIÓN Y REFLEJO”, el nudo en la garganta espeluznante con “TANTO TIEMPO” y la épica expansiva de “APRENDIENDO A VOLAR” fueron momentos a retener entre lo más hermoso y purificador del año musical en directo. Agradecida, segura y natural, María José Llergo triunfó y atestiguó el tremendo nivel artístico y escénico que alberga y del que parece no darse del todo cuenta el despistado país en el que vivo.

Raúl del Olmo

pablopablo

El ambiente era otro en el escenario cubierto del Tomavistas. Seguía haciendo un calor insoportable, pero al menos en este horno el sol no era directo. pablopablo apareció ante un público mucho más numeroso, con una propuesta íntima que, en vez de diluirse, se volvió aún más precisa. Buena parte del repertorio giró en torno a Canciones en Mi, su segundo álbum, publicado hace apenas unas semanas. En cualquier festival, un show tan minimalista sería una apuesta arriesgada. Pero aquí, el formato trío (saxo, batería, piano/guitarras) funcionó a la perfección, seguramente por la buena selección del escenario que permitía una escucha más activa.

pablopablo es el proyecto musical de Pablo Drexler. Sí, el hijo de Jorge. Pero lo cierto es que hace tiempo que se viene alejando del apellido familiar, sobre todo desde la publicación de su álbum debut en 2022, construyendo un sonido propio, con sensibilidad, sutileza y una voz cada vez más reconocible. El suyo fue, sin duda, uno de los espectáculos más aclamados del día y, probablemente, una de las grandes revelaciones de esta edición. Y más teniendo en cuenta que compartía horario con María José Llergo.

El concierto arrancó con “Dónde Estás” y “Otra Vida”, marcando desde el principio un tono minimalista que se mantendría durante todo el set. Una mezcla bien equilibrada entre la melancolía electrónica de James Blake y una entonación que por momentos recordaba a Sen Senra, eso sí, sin imitaciones de ningún tipo. Pablo sacaba la guitarra acústica, como en “Será x Mí”, y sumaba nuevas capas a esa sencillez. Un ejemplo perfecto de que, a veces, menos es más. “Vida Nueva”, uno de los temas que más está destacando del nuevo disco, se convirtió en uno de los momentos más queridos del show, confirmando que este álbum tiene madera suficiente para convertirse en una de las grandes revelaciones del año.

Como con Barry B, no pudimos evitar tener un pensamiento con Amaia. Aunque la posibilidad era remota, esta vez sí, las opciones de una aparición inesperada de la navarra ganaban enteros. De nuevo, nunca ocurrió, pese a que “De Ti”, una de las canciones más escuchadas del nuevo disco de Pablo, cuenta con su colaboración. Lo más cerca que estuvo del escenario siguió siendo el camión que la trajo al festival, convertido ya en reliquia pop y fondo de cientos de stories en Instagram. Aun así, los creyentes tuvieron premio: Ralphie Choo subió al escenario y juntos interpretaron “Eso que tú llamas amor”, la colaboración que comparten con Carín León, uno de los artistas más importantes del panorama mexicano actual. Un cierre fantástico para un concierto que, a más de uno, nos sorprendió y encantó.

Víctor Terrazas

Jimena Amarillo

A una hora más prudencial, Jimena Amarillo se subió al escenario principal del Tomavistas. Ella misma, con su humor habitual, bromeaba sobre el buen horario: “Me siento Beyoncé”. Algunos de los comentarios más divertidos del festival fueron suyos. La conexión con el público fue inmediata, con frases como: “Dicen que mi música es para lesbianas, pero mira, esto está lleno de calvos”.

Y entre risas, lo cierto es que la jornada del jueves estuvo marcada por una sensibilidad queer más visible, con ella, con Judeline, y con ese ambiente cercano y familiar que también encarnó Amaia. Además, fue la jornada con mayor presencia de artistas femeninas, incluidas todas las principales actuaciones. Un contraste evidente con los dos días siguientes, donde la representación fue mucho más reducida.

En lo musical, Jimena defendió en directo Angélika, su tercer disco, publicado este mismo mes. Abrió con “Flow deskiciada”, que ya marcaba el tono: base pregrabada, visuales potentes, ella rapeando, conversando con el público, y cuatro bailarinas con distintas coreografías. El formato repetitivo funcionó especialmente bien en temas como “Lo que ella me da” (su colaboración con Queralt Lahoz) o “me lo invento”, donde sorprendió disfrazada de cabezudo.

Entre lo performático y lo emocional, “cosas importantes” fue una de las canciones más intensas del golden hour.

Víctor Terrazas

Judeline

Uno de los platos fuertes de la jornada llegó al caer la noche en el escenario contiguo al principal. El público, bastante numeroso en comparación con el resto del día, se agolpaba en las primeras filas. Aun así, la asistencia seguía siendo reducida si se compara con otras ediciones, lo que permitía acercarse al escenario incluso con el concierto ya comenzado. Un lujo para los asistentes. Algo similar se percibió en las barras y en la zona de restauración, donde en ningún momento llegaron a generarse aglomeraciones.

Judeline, una de las grandes revelaciones del 2024 gracias a Bodhiria (su primer LP), que vio la luz tras años de desarrollo, presentó un show que amplía los límites del pop. Hay herencias musicales andaluzas, hay elementos de urban, y hay sonido orgánico que se funde con los beats. En este espacio que ella reorganiza entre “la tradicción y la modernidad”, Judeline aporta un dramatismo constante.

Ahora bien, si el disco no te interpela al escucharlo, es posible que el concierto resulte repetitivo o incluso un tanto soporífero por momentos. Una sensación que, sin embargo, contrasta con una puesta en escena visualmente potente, donde la coreografía mezclaba sensualidad, fuerza y teatralidad. Las tres bailarinas que la acompañaban aportan dinamismo al espectáculo, pero fue la presencia del bailarín Héctor Fuertes la que marcó uno de los momentos más impactantes del inicio: Judeline, subida a lomos de él mientras gateaba por el escenario, aumentaba la tensión y el dramatismo de los temas que interpretaba. Una imagen visceral y sorprendente, que dejaba claro desde el principio que la escenografía es una parte integral de la narrativa de Bodhiria.

Canciones como “bodhitale”, “angelA” o “INRI” se sucedieron entre el gran ambiente del público, sólo interrumpido por gritos de “¡guapa, guapa, guapa!/ ¡reina, reina, reina!”. Una de las grandes sorpresas fue “JOROPO”, inspirada en este estilo musical venezolano influenciado por su padre, con matices vocales que se salían del registro habitual del resto de canciones. Tampoco faltó su versión de “La Tortura” de Shakira, que ha ido interpretando a lo largo de la gira. Un tour con especial presencia en América, incluido su actuación en el Coachella como única artista española del cartel. Tiró de castañuelas en “Heavenly” y de guitarra en “Zarcillos de plata”. Después de verla en directo, se entiende el hype que ha generado la artista andaluza. Y lo mejor de todo: da la impresión de que todavía no ha alcanzado su peak.

Víctor Terrazas

Ganges

El proyecto de la santanderina Teresa Gutiérrez se presentaba en el único escenario cubierto del festival, inicialmente con una afluencia algo tímida, si bien es verdad que – a medida que iban pasando los minutos – Ganges fue capaz de atraer a una parte del público que prefería escuchar pop a voces “autotuneadas”.

Así, la multi instrumentista y su banda sacaron a pasear temas repletos de atmosferas bien cargadas de dream pop, como: “Pensar en ti”, “A la cara”, o “100tas”, propiciando un concierto íntimo del que podríamos decir que fue la “joya oculta” de la primera jornada del festival.

Siendo – probablemente – uno de los conciertos menos concurridos de la jornada, fue el refugio sonoro perfecto para los que buscaban algo más que sonidos pregrabados y voces sintéticas. Una actuación elegante y sutil con un universo propio que requiere mucha más atención.

Fernando del Río

Amaia

Como persona completamente ajena a cualquier cosa que tenga que ver con programas de talentos y similares que copan audiencias televisivas del homo sapiens contemporáneo, mi llegada a la carrera musical de Amaia se reduce a sus lanzamientos discográficos.

Lanzamientos que había seguido sinceramente de perfil hasta la llegada este año de Si abro los ojos no es real (25), exquisito trabajo con un elaboradísimo tratamiento sonoro gracias a la mano maestra en la producción del también músico Ralphie Choo.

Impresionaba ver desde un lateral del escenario el tráiler de tremendas dimensionas que hacía presumir el espectacular montaje escénico que tendría preparado la navarra, como así fue. Destacó por encima de todo una nutrida banda, exquisita en sus interpretaciones, y una seguridad escénica de la artista a prueba de balas. Increíble dominio del espacio en interpretaciones excelentes de nuevos clásicos como “Magia en Benidorm”, o ya clásicos de su cancionero como “Dilo sin hablar”.

Las veces que Amaia hacía uso de un instrumento también fueron destacables, con esa intensa versión a piano del “Me pongo colorada” de Papá Levante o al arpa con la bonita “Ya está”.

También tuvo su relevancia la intensa revisión del “Santos que yo te pinte” de Los Planetas y ese homenaje en forma de jota a su tierra natal pamplonica que es “Yamaguchi”. Una artista de gran solidez en pleno crecimiento.

Raúl del Olmo

Mala Rodríguez

María Rodríguez ya estaba en el negocio – con sus letras desafiantes y su postura siempre de frente – antes que cualquier cantante de lo que ahora se llama “música urbana” y de las cuales hemos visto desfilar a unas cuantas por esta edición del Tomavistas. Lo cual no quiere decir que ella misma, además de influenciar a parte de una generación de artistas, no haya sabido mimetizarse entre nuevos sonidos.

Así lo demuestra en las formas de producir los temas en directo y las puestas en escena, coreografiadas muy al estilo antes referido. La actuación de Mala Rodríguez llegaba justo después del concierto de la estrella del día, lo cual produjo una deserción prácticamente generalizada en el recinto. Detalle que no pareció importar a la sevillana, siendo capaz de congregar al público de edad más avanzada del jueves y oficiando un concierto “ad hoc” para los suyos, generosa en guiños para con sus fans, bailes y cantos fuera del escenario incluidos.

Así, “la Mala” desplegó su arsenal de temas, con la inevitable presencia de su disco debut; Lujo Ibérico, que se encuentra en plena celebración de su veinticinco aniversario. Mala Rodríguez tiene un trato y con sus fans siempre lo cumple.

Fernando del Río

Trashi

Los murcianos Trashi están siendo presentados hace ya tiempo como “una de las propuestas más frescas y descaradas del pop estatal”. Y puede que eso tenga algo de cierto, al mezclar sin vergüenza alguna; pop guitarrero con auto tune, sintetizadores, ritmos que abrazan y letras que hablan de ansiedad, amor y resacas emocionales.

Un set sin respiro en el que cayeron himnos como: “Reventarme”, “Fentanilo”, o “Te quiero”. El cuarteto desplegó su manual de emociones juveniles con beats dulzones. A ratos su concierto pecó de cierta linealidad en lo sonoro, pero a los pocos congregados – ya cerrando la primera jornada del Tomavistas – esto no pareció importarles demasiado y recibieron de buen grado sus pildorazos pop con aspiraciones a himnos generacionales.

Fernando del Río

Viernes 30 de mayo

Viva Belgrado

Si en este festival ha habido un grupo con auténticos fans acérrimos, sin duda Viva Belgrado se lleva la palma. No fueron pocas las personas que, tras terminar su concierto, confesaban con total sinceridad: «Bueno, pues ya estaría, yo hoy venía por ellos.» Y no es de extrañar. Pese al calor abrasador, rozando una sensación térmica de cuarenta grados, y a ser el primer concierto del viernes en el escenario principal, varios centenares de asistentes aguantamos sobre la explanada de hormigón para vivir una de las actuaciones más intensas de la jornada.

La ya icónica lona negra con el lema “Poético, político, un poco espiritual” nos daba la bienvenida. El volumen era atronador, en opinión de un servidor, incluso superior al de Mogwai al día siguiente (que ya es decir). Un muro de sonido se abría paso mientras el setlist desgranaba buena parte de Cancionero de los cielos, su último álbum y uno de los mejores lanzamientos nacionales de este 2024. No faltaron temas como “Un tragaluz” o “Jupiter and beyond the infinite”, ya coreados como clásicos, ni otros imprescindibles como “Báltica” o “De carne y flor” del disco Flores, carne, o “Por la mañana temprano” del álbum Ulises.

Además, el concierto suponía el debut en Madrid de Cristina G. Sánchez, nueva bajista de la banda tras la salida de Ángel Madueño por cuestiones relacionadas a la conciliación paternal. Fue muy buen concierto, pero también uno de esos que te dejan pensando en lo mucho que podría haberse disfrutado con un horario más favorable.

Víctor Terrazas

Carlangas

Y pasamos de uno de los grandes referentes del underground español a otro que también ha contribuido a moldearlo, aunque desde un enfoque más festivo y funk. El concierto de Carlangas, mucho más multitudinario que el de Viva Belgrado, tuvo lugar justo después, en el escenario contiguo del festival.

Las temperaturas seguían siendo altas, y puede que este sea ya el San Benito de esta edición. Lo cierto es que fue un inconveniente comentado por prácticamente todos los artistas que le tocaron en estas franjas horarias. Carlangas, por su parte, presentó un set de los que se graban a fuego. Combinando lo mejor de Novedades Carminha con los temas más representativos de su aventura en solitario (desde el debut homónimo de 2023 hasta los más recientes de Bailódromo) , fue capaz de armar una hora de concierto basada en greatest hits. Y lo mejor de todo es que aún así hubo espacio para sorpresas: una versión muy celebrada de “Historia triste” o la infalible “Hola, mi amor”.

Como ya es habitual en él, su cercanía y carisma te contagiaban con facilidad. Posiblemente, fue el concierto más divertido, y sin duda de los más bailables, de toda la edición. No faltaron clásicos como “Verbena”, “Cariñito” o “Te quiero igual”, ni nuevos temas como “Tiemblo” (en colaboración con su futura mujer Natalia Ferviú), “Los dineros”, “Cae la noche” o “Contigo, contigo, contigo”. Mención aparte merecen los músicos que lo acompañan: Mundo Prestigio. Una auténtica maravilla sobre el escenario, con quienes Carlangas forma un tándem de diez.

Víctor Terrazas

Maika Makovski

A salvo del sol imperante todavía sobre la Caja Mágica, pero no resguardada de las altas temperaturas, Maika Makovski y su banda tomaron el escenario “Tan de Madrid como Tomavistas”, con la autoridad de quien lleva años al volante de un proyecto ya consolidado y con un cancionero a prueba de cualquier temperatura.

Aunque a Maika Makovski no le hace falta ningún efectismo para sobresalir, salió ataviada con su pelucón rococo, en consonancia con su última grabación.

Comenzando de una manera musculosa y no solo por el tema con el que abrió; “Muscle Cars”, dejó claro desde el principio que no venía a dar el típico concierto de festival para cumplir el expediente. El show fue un generoso repaso a su discografía, con especial foco en Desaparecer (2011) y al reciente Bunker Rococo, mostrando a una banda poderosa, más que bien engrasada, que brilló en la oscuridad del recinto.

Aunque el set fue de lo más acertado, destacaron temas como: “My Head Is a Vampire”, la épica arrolladora de “The Gate” e “Iron Bells”, la crudeza sin concesiones de “Lava Love”, o su ya clásico para terminar, que es “Language”. Maika se merecía alguno de los escenarios grandes y otra hora menos temprana.

Fernando del Río

Carlos Ares

Si ayer hablábamos de Bodhiria como una de las grandes recomendaciones de 2024, otra de las sorpresas más interesantes de la cosecha del mismo año fue Peregrino, el álbum debut de Carlos Ares. Aunque los estilos de ambos artistas son diametralmente opuestos, lo cierto es que Carlos también ha pasado por un largo proceso de transformación musical a lo largo de la última década.

En una entrevista que publicaremos en los próximos días en Muzikalia, con motivo del lanzamiento de su segundo disco, La Boca del Lobo, lanzado este mismo mes, el artista gallego nos contaba: “El álbum debut llega tras una década de búsqueda. Antes de Peregrino, había compuesto alrededor de 200 canciones. Entonces, la canción “Odisea” llega con esa experiencia y ese bagaje acumulado. Decidí publicar Peregrino en ese momento y no antes, porque sentía que ese disco reunía todo lo que estaba buscando: coherencia con mi forma de ser, con mi manera de vivir y con mi discurso”.

Se puede decir sin concesiones que ese discurso lo ha encontrado, aunque el camino no haya sido sencillo. Carlos Ares empezó en la música siendo un adolescente, fichado por una gran discográfica y lanzando temas que, aunque con cierto éxito en plataformas como Spotify, no terminaban de encajar. Durante años, permaneció en la otra cara de la industria, trabajando como productor y compositor para diversos artistas. Ahora, es uno de los músicos más interesantes del panorama español, con un estilo marcadamente folk, unos dejes muy Vetusta Morla y una banda en directo impecable (varias guitarras, bajo, violín y teclado).

A diferencia de lo que escribíamos sobre Judeline, en el caso de Ares, si sus dos discos no terminan de conquistarte en una primera escucha, es muy probable que en directo acaben por atraparte. Una pena que su concierto fuera uno de los más interrumpidos por aquellos espectadores que parecen acudir a los festivales a charlar con música de fondo.

El espectáculo arrancó con temas como “Días Perros”, “Aquí todavía” y “Lenguas Calvas”, un inicio potente que mantuvo la intensidad durante todo el set. Es interesante observar cómo este nuevo álbum está funcionando incluso mejor que su debut. No es casualidad que canciones como “Importante” y “Autóctono” fueran algunas de las que más conectarán con el público. El cierre del concierto estuvo marcado por su ya himno “Peregrino” y por el que apunta a convertirse en otro: “Páramo”, probablemente el tema más interesante de su nuevo álbum.

Víctor Terrazas

Doves

Han pasado los años y muchas cosas con los de Manchester, pero el regreso de Doves a nuestros escenarios siempre es una victoria emocional para quienes vivimos sus primeras grabaciones, hace ya más de veinticinco años. A su paso por el Tomavistas 2025, Doves han demostrado que pueden tenerse en pie, incluso cuando falta una pieza – en principio – fundamental como Jimi Goodwin, que no está participando en esta gira.

Con un Jez Williams asumiendo el liderazgo, tanto como frontman como vocalista principal, Doves desplegaron un set sólido y sin fisuras, arrancando con “Snowden” y “Words”, que pusieron al público más veterano en modo de entrega total.

La nueva formación —la misma que en sus fechas recientes en Reino Unido, con Jake EvansNathan Sudders y Christian Madden— sonó cohesionada, haciendo entrega de un directo con un sonido inapelable y sobrado de emociones.

El final fue de órdago: “Kingdom of Rust”“Caught by the River”, una “The Cedar Room” que sigue partiendo corazones, o “Black and White Town”, que nos transportó por arte de magia a bailar northern soul al Wigan Casino.

Apoteósico concierto no exento de preguntas incomodas en el aire: ¿Hace falta Jimi para que Doves sean Doves? ¿Tienen algo nuevo que decir Doves en 2025, cuando ellos mismos no incluyen apenas canciones de su último trabajo; Constellations for the Lonely (Universal Music 2025) en sus conciertos?

Fernando del Río

Karavana

Muy pocos inconvenientes hemos encontrado a lo largo de esta edición en cuanto a logística o sonido, salvo algún momento puntual. Pero como en todos los festivales, siempre hay algún grupo al que le toca lidiar con la mala suerte. En este caso, fueron Karavana quienes se llevaron la haba del roscón. Por fortuna, pudieron reorganizarse, salir con todo y conquistar un escenario cubierto que se encontraba hasta la bandera.

Debido a problemas técnicos, el concierto se retrasó unos veinte minutos. En una sala convencional eso podría resolverse prolongando la actuación, pero en un festival, donde los horarios están cronometrados al segundo, y más en este, con apenas diez minutos de margen entre conciertos, el tiempo es oro. Aun así, Gonzalo (voz y guitarra), Emilio (bajo), Jaime (batería) y Luis (guitarra) se sobrepusieron a las circunstancias y ofrecieron cuarenta minutos de un concierto breve pero contundente, con cambio de guitarra incluido tras la tercera canción. Los primeros pogos del Tomavistas llevan su nombre.

El setlist giró principalmente en torno a las canciones de su último trabajo, Entre amores y errores, publicado en el 2024, con temas como “Fantasma”, “Pastillas” o “Martes, sábado”, pero también hubo tiempo para repasar algunas de las canciones más emblemáticas de sus primeros trabajos, como “Resaca pop”, “Madrid” o “Strokes”.

Víctor Terrazas

Love Of Lesbian

Con un tono más nostálgico, pero igualmente certero, Love of Lesbian se presentaron en el escenario principal también con su nuevo disco bajo el brazo, publicado en octubre del año pasado. Ejército de salvación es el décimo trabajo de la banda catalana, un álbum que pone el foco en los valores de la amistad y la complicidad desde ese realismo mágico que tan bien ha sabido cultivar Santi Balmes y compañía desde hace más de dos décadas.

Pocos peros, por no decir ninguno, pueden ponerse al directo de este conjunto: una máquina perfectamente engrasada que, desde aquel Maniobras de escapismo (2005), cuando pasaron del inglés al castellano, no ha dejado de conquistar el panorama festivalero español. Otra cosa es que uno conecte o no con su música. Eso sí, su concierto evidenció una de las grandes sorpresas de esta edición: la escasa afluencia durante las dos primeras jornadas del Tomavistas. Love of Lesbian eran los cabezas de cartel del viernes, y aun así, el concierto se podía seguir cómodamente desde cualquier punto, con espacio de sobra para disfrutarlo con calma y calidad.

El arranque fue impecable: “Ejército de salvación”, “Cuando no me ves” y “Noches reversibles”, para dar paso a uno de sus grandes himnos, “Bajo el volcán”. Lo cierto es que, casi de manera mecánica, la banda sabe construir grandes noches. Y aunque este concierto no fuera el mejor de su carrera, ni el más grandilocuente, sí fue uno de los más sólidos de la jornada, sabiendo conquistar al público y manejar los tiempos con soltura. Un detalle interesante fue la manera en la que presentaron las colaboraciones de su último trabajo, concretamente en “Contradicción” (con Rigoberta Bandini) y “¿Qué vas a saber?” (con Amaral). En las visuales, se proyectaron vídeos de ambas artistas interpretando sus respectivas partes, logrando una sensación de presencia virtual muy bien integrada.

El momento más interesante de la noche llegó cuando Santi Balmes tomó la palabra para condenar el genocidio del pueblo palestino por parte del Estado de Israel: “El fascismo ha tenido muchas caras a lo largo de la historia. Netanyahu, una de esas caras es la tuya. No podemos ser equidistantes. No hay que tener miedo”.

Fue uno de los pocos mensajes, junto al de La Élite, que hicieron referencia a una realidad que, además de estar en primer plano por la masacre continuada e indiscriminada que vivimos en tiempo real, ha tenido un fuerte eco en el mundo de la música española tras la noticia publicada por El Salto, destapando como el fondo proisraelí KKR ha adquirido una parte importante de los grandes festivales españoles. En eventos como el Sónar, uno de los más conocidos por su “visión social”, más de 25 artistas han cancelado ya su participación.

Tras el mensaje, los aplausos del público y alguna bandera palestina ondeando entre la multitud, el concierto continuó con un final por todo lo alto: “Allí donde solíamos gritar”, “Los irrompibles”, una versión libre de “Hombre lobo en París”, y, por supuesto, el ya himno del indie patrio, “Club de fans de John Boy”.

Víctor Terrazas

Parquesvr

Del realismo mágico de Santi Balmes pasamos al realismo sucio de Javi Ferrara. Hay una leyenda que dice que en un concierto de Parquesvr es imposible grabar un vídeo que no salga movido. Pues bien, este refrán underground es completamente cierto.

Si unas líneas atrás decíamos que Carlangas ofreció uno de los conciertos más divertidos y bailables de toda la edición, aquí le salió un duro competidor con este grupo madrileño. Pese a algún que otro problema técnico, no podemos sino aplaudir la interpretación de Javi Ferrara y compañía. Temas como “Managers” o “Almodóvar Amenábar” nos conquistaron con esos teclados punzantes, a medio camino entre la rave y la comedia.

Y luego está Javi como frontman: sus comentarios irrelevantes, sus salidas de tono… una auténtica maravilla. Da igual que sean canciones más conocidas de su repertorio o nuevas publicaciones como “El palco”: todas funcionan en directo a la perfección. Un grupo que, sí o sí, debería estar en cualquier festival, por grande o pequeño que sea, de los que pueblan como setas nuestra geografía. No fallan. Diversión asegurada.

Víctor Terrazas

Bombay Bicycle Club

El concierto de Bombay Bicycle Club dejó un sabor agridulce. Mientras Parquesvr desataba la locura en el otro escenario, el público que se acercó al del grupo británico se mostró más tibio. La banda de Jack Steadman parece habitar una especie de limbo generacional: heredera directa de aquella hornada pre-Brexit, muy en la línea de The Kooks, pero sin himnos que hayan calado con fuerza en el circuito festivalero español. Tampoco encajan ya con las nuevas olas británicas más afiladas o post punk como Yard Act. . El resultado fue un concierto correcto, bien ejecutado, que pasó sin dejar demasiada huella.

Esta era su única fecha en España en 2025, y la sensación fue similar a la que el compañero de MondoSonoro (y también de esta revista), Raúl Julián, describió en su último paso por Madrid en la sala La Riviera en 2023:“Bombay Bicycle Club firmaron un concierto simpático e inofensivo a partes iguales, se situa en algún punto indefinido entre la insinuada celebración y un poso sentimental incapaz de cristalizar (…) Noventa bonitos minutos que, al mismo tiempo, es probable que nadie recuerde específicamente en cuestión de tres o cuatro meses.”

Y lo cierto es que esas palabras serían la mejor forma de describir su nuevo paso por Madrid. Salvo por la excepción de que no fueron 90 minutos, sino setenta. Y ojo, no fue un mal concierto, simplemente correcto, que no es poco. El inicio fue interesante, aunque un poco bajo de sonido con “Eat, Sleep, Wake (Nothing But You)”, “I Want to Be Your Only Pet” y “Dust on the Ground”, acompañadas por un juego de luces espectacular y un Jack Steadman siempre agradable y sonriente, que entre canción y canción soltaba un “muchas gracias”.

Puede que el horario, además, no fuera el más favorable: justo antes de la electrónica de Caribou, posiblemente uno de los mejores conciertos de toda la edición, y con un digno competidor como era Parquesvr en la misma franja. Según te alejabas de las primeras filas, era bastante más fácil desconectar, sobre todo por la enorme cantidad de personas que estaban allí sin prestar prácticamente atención. Eso sí, es necesario reivindicar lo subestimadas que están canciones como “Feel” o “Lights Out, Words Gone”, que sonaron en la primera parte del set. En el tramo final, la banda tiró de sus temas más icónicos, como “Shuffle” y “Always Like This”.

Víctor Terrazas

Caribou

La segunda jornada de festival estuvo trufada de grandísimos conciertos. De algunos nos lo podíamos esperar (Viva Belgrado) y otros demostraron un sorprendente estado de forma y capacidad de transmisión (Doves). Pues bien, la guinda la iba a dar un cierre electrónico que fue un hostión en la cara a mano abierta que, quizás, no podíamos ver venir.

Tanto es así, que el concierto tremendamente orgánico a la par que demencial en su peso electrónico brindado por Caribou se ha convertido en el directo del año hasta el momento para quien les escribe.

Un sonriente Dan Snaith llegó sobre las tablas para atestiguar que el derroche sintético, cuando cuenta con alma y transmisión, puede suponer el mejor cierre imaginable para una jornada de festival. Elegante, contundente y sutil a la par, el canadiense consiguió enlazar unos temas con predominio electro-house que lucían gracias a su configuración de banda y a unos sugerentes visuales que casaban a la perfección con unas evoluciones que nos tuvieron quemando suela de zapatilla hasta alcanzar la gloria en una madrugada de ensueño.

Raúl del Olmo

Sábado 31 de mayo

La Milagrosa

La Milagrosa son una de esas bandas sobre la que hemos puesto el radar este año 2025 con la publicación de su disco debut Ya no me duele Mal (25). Tocaba madrugar para verles en la jornada de clausura del festival y su directo mostró, al igual que sus temas en estudio, una hibridación entre una faceta más post-punk y otra más pop bizarramente cristalino de querencia ochentera. Personalmente, les prefiero en su lado más afilado, si bien no es precisamente el que más preponderancia encontré sobre el escenario. Habrá que seguir sus evoluciones para ver hacia qué lado termina por inclinarse la balanza.

Raúl del Olmo

Biznaga

Sin duda ningún concierto de apertura del escenario principal había congregado tantas personas como lo hizo Biznaga la tarde del sábado. Quizás con alguna que otra nube ocultando el sol, pero con una sensación de bochorno tan asfixiante como los dos días anteriores, el cuarteto madrileño dio una lección más de actitud, reivindicación inteligente y punk sin escatimar la melodía que no tiene trampa ni cartón. Sus primeros himnos se fundieron a la perfección con las canciones más elaboradas de sus dos magníficos últimos trabajos, Bremen No existe (22) y ¡Ahora! (24), siendo los dos temas más esquinados y deliciosamente amargos de este último los que más me sedujeron de su actuación: me estoy refiriendo a las tremebundas “Espejos de Caos” y “Benzodiazepinas”.

Una nueva celebración con un público entregadísimo que fabricó algún que otro pogo en los que, parafraseando la genial frase de una amigo “se podría haber comido tortilla de un tupper sin que se hubiese caído fuera ni un pedazo”, todo ello hasta terminar con ese himno que es “Madrid nos pertenece”. Nos emplazaron a verles tocar en sala, sin duda la mejor manera posible para disfrutar de una banda de sus características.

Raúl del Olmo

Depresión Sonora

Dos Tomavistas más tarde, regresaban Depresión Sonora en unas condiciones bien diferentes. Y es que si el proyecto de Marcos Crespo aún se encontraba despegando poco después de lanzar su primer larga duración por entonces, hoy en día son toda una realidad que no solo causan sensación aquí, sino que ya ha hecho un par de giras por EEUU y su crecimiento aún nos deparará nuevos hitos.

Y es que pronto llegará el esperado disco del grupo, que como decimos, ayudará a cimentar ese despegue; mientras nos bastó con volver a sus primeras grabaciones, su disco o a los temas de su EP Makinavaja, para constatar cómo han crecido en directo. Dos guitarras (en ocasiones tres), teclado, bajo y batería sobre las programaciones ,para engalanar esa «Mala», sumarnos a esa declaración de vida que es «Bienvenido al caos», y dejarnos arrastrar por himnos como «Ya no hay verano», «Veo tan dentro» y «Fumando en mi funeral».

Ver cómo se oscurecía la tarde con el post-punk siniestro de «Nada importa»; bailar con “Gasolina y mechero” (palabra que en EEUU les cuesta pronunciar como nos recordó Marcos) o viajar donde empezó todo con esas «Apocalipsis Virtual» y «Hasta que llegue la muerte» de la parte final.

Manuel Pinazo

Yard Act

Uno de los conciertos más intensos y divertidos de la tarde del sábado fue el de Yard Act. Y es que no hay nada como dejarse atrapar por ese pub rock gamberro que los de Leeds manejan como nadie. Una coctelera en la que caben desde The Fall a Happy Mondays pasando por el post-punk de nuevo cuño o los Kasabian de la época buena, hacen de ellos toda una fiesta imperdible en directo.

Himnos de clase obrera, un tema nuevo («You’re Gonna Need a Little Music») con muy buena pinta, y un recorrido por algunas de las canciones de sus dos discos hasta la fecha como “Dream Job”, “We Make Hits” o “The Overload”, aparte de ese single explosivo llamado «The Trench Coat Museum». Pongan unos Yard Act en su festival: triunfarán seguro.

Manuel Pinazo

Mogwai

Como die fan del post-rock, tengo una máxima con respecto a los artistas del género según la cual considero que una banda de post-rock se ha convertido en un dinosaurio en el momento en que se dedica a hacer bandas sonoras. Y este ha sido el caso de Mogwai. Sería absurdo detenerme demasiado aquí a valorar las virtudes y las deudas que tenemos con los escoceses; son una formación sencillamente imprescindible para entender la evolución y casi diría génesis del movimiento. Es por ello que su concierto congregaba una nutrida audiencia mientras solapaban en otro escenario a Camellos. Una división natural al nivel de las dos Españas.

No tardamos mucho en constatar la debilidad de sus nuevas canciones contenidas en The Bad Fire (25), quizá salvaría de la quema la defensa que hicieron de “Fanzine made of flesh”. Otra constatación muy suya es la de comprobar una vez más lo poco que les gusta mirar al pasado de sus esplendorosa edad dorada cuando no tenían rival que les tosiera en lo suyo.

Sí me gustó por el contrario que rescataran dos temas de la que para mí es su última obra maestra, el nunca suficientemente reivindicado Hardcore will neve die, but you will (11). Un lujazo asistir a las evoluciones marcianas de la frikada máxima que es “How to be a werewolf” y la abrasión extrema de su ya ineludible “Rano pano”.

Fueron cocinando un directo muy consistente, guardándose para el final la siempre hermosa “Hunted by a freak” , la bestial contundencia agónica de “We’re no here” y un apoteósico final que les llevó a encumbrar el mejor momento del festival con esa obra maestra sin paliativos que es “Mogwai fear satan”, donde las lágrimas volvieron a hacer acto de aparición en mis ojos. Leyenda cincelada en las arterias.

Raúl del Olmo

Kiasmos

Se me ocurren pocas bandas más acordes hoy día para seguir un mood emocional que ver a Kiasmos después de a Mogwai. El dúo islandés formado por Janus Rasmussen y Ólafur Arnalds (no olviden acercarse sin duda a la carrera musical neoclásica de éste último si no la conocen) facturan un bonito techno minimal, tan cristalino como evocador. Sus adecuadas proyecciones, el abrazo de la noche y una actitud escénica discreta nos llevaron a vivir algunos de los momentos más introspectivos de todo el festival, dejándonos llevar hasta lugares que ni siquiera adivinábamos que moraran dentro de nosotros.

Belleza de puntillas no apta para la vulgaridad mediocre que asola el mundo.

Raúl del Olmo

La Élite

Descarado, nocturno, hedonista… podríamos usar muchos adjetivos para definir el concierto de La Élite en Tomavistas, pero hay uno que se lleva la palma: salvaje. Lo suyo fue una auténtica oda a la juventud, al descontrol y a la urgencia del ahora. Probablemente, el concierto más activo y explosivo de todo el festival.

Que bien le sienta a la nueva escena de guitarras contar con grupos que, aunque no las usen, encarnan como nadie ese espíritu macarra del punk. Nuevo punk, como lo llaman ellos mismos en su álbum debut. Y sí, tienen toda la razón, y además, lo plantean como ningún otro.

El espectáculo arrancó con una prueba de sonido improvisada, lanzándose a una versión enérgica de “Historia triste” de Eskorbuto. Desde ese mismo momento, el escenario fue suyo. Saltos, bailes, frases incendiarias de David Burgués (Diosito) y una decena de cigarros por parte de Nil Roig (Yung Prado). Un caos absolutamente “controlado”.

¿Que hace calor? Pues se lanzan latas de cerveza al público. ¿Que un tipo de primera fila lanza cosas al escenario? Se le comenta en tono chulesco que no lo haga. ¿Que es el cumpleaños del técnico de sonido y quieren pasarle unos globos desde el escenario hasta el fondo? Se hace… aunque eso implique interrumpir el concierto para encararse con el de seguridad que no colabora: “Hasta que no pasen los globos, no seguimos. Y como haya algún listo que los pinche… Pero vamos a ver: ¿este es de seguridad o un skinhead? ¿O las dos cosas? ¡Pasa los globos!”, soltaba Diosito.

Pero más allá de las anécdotas, lo esencial: las canciones. “Nuit folle”, “Bailando”, “Cardio y caladas”, “Frank Cuesta”, colaboraciones con Los Parrots y Torete de Biznaga subiendo al escenario, mucha adrenalina. Cuando Diosito preguntó si había alguien entre el público capaz de organizar algo, no hizo falta que terminara la frase: ahí estaba Deivi Ruiz (@pogologia), figura del underground madrileño, organizando la faena. Un pogo gigantesco se formó en medio de la pista. Hasta un ramo de flores les lanzaron al escenario.

Ojalá les vuelvan a invitar. Lo dudamos. Pero se llevaron, sin discusión, la medalla al concierto más energético del Tomavistas 2025. Y terminamos con su grito de guerra: “Plan de mierda”. Ojalá más planes así.

Victor Terrazas

Kelly Lee Owens

En un itinerario del todo perfecto, a Mogwai y Kiasmos le seguía una radiante Kelly Lee Owens. Su disco publicado el pasado año, Dreamstate (24) fue una de las más agradables sorpresas para los fans del universo electrónico progresivo de querencia 90’s. La británica se encargaría ella sola de defender una actuación que no tuvo tanto de set como podía preverse, acompañada de sus teclados y poseedora de una voz ensoñadora que permitió puntualmente engrandecer canciones como la inmensa “Dark Angel”, pero que tampoco le impidió dar cera de la buena al final de su show.

Raúl del Olmo

Romy

EL fin de fiesta de la edición 2025 de Tomavistas no podía ser mejor que el que le había sido asignado a Romy. Es toda una suerte la que tenemos con esta artista, que, más allá de sus virtudes con The xx, ha sido capaz de empezar a forjarse una carrera en solitario que dio como fruto colosal su debut largo Mid Air (23). Primera fila y ganas de bailar con lágrimas en los ojos.

Tomavistas

Quizás fue por haber ya disfrutado de su extraordinario directo en Barcelona y no contar así con el factor sorpresa; o puede que fuera por un inicio de concierto con su pretérito himno “Lifetime” y la reciente “Always forever”, ninguna de las dos especialmente santas de mi devoción. El caso es que me costó entrar, si bien a la altura en la que llegó una tremenda “She’s on my mind”, con ese maravilloso toque a sonido Ibiza, cuando me fui calentando para un set list en el que la inglesa dejó todas sus bazas inapelables para un final realmente apoteósico, desde la devoción enamorada de “Loveher” a esos auténticos soplos de esperanza para el corazón que fueron “Enjoy your life” y “Strong”, constatando que la alquimia que logra hacer con nuestros sentimientos la música será un misterio del cual nos iremos de este mundo sin descifrar.

Raúl del Olmo

Fotos Tomavistas: Fernando del Río (FBR) y Víctor Terrazas

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