Wovenhand + Seven seas duet – Caracol (Madrid)

Los conciertos de Wovenhand siempre se distinguen por su intensidad y el paroxismo mostrado por Dave Eugene Edwards. Esta nueva gira no fue una excepción y boquiabiertos asistimos de nuevo a un auténtico ritual ceremonial donde el magnetismo desbocado de la banda nos sumió en un estado de trance desde el primer momento.

Previamente disfrutamos de la exótica y apropiada presencia abriendo la velada de la dupla griega Seven seas duet, el proyecto del músico Loukas Metaxas. Es bien apreciable el acercamiento a los sonidos del este europeo – camuflado detrás de la evidente e insustituible querencia india- en el último trabajo de Wovenhand, el formidable, The threshingfloor (10), y el interés por el folklore de la zona está claro que llevó a esta elección.

Haciendo gala de diverso instrumental entre tambores, darbukas, bodhrans y hasta una curiosa arpa facturada con cornamenta animal, su corto set sorprendió y hechizó con un aire distinto a lo de siempre. Claro, no esperen que “La Caverna”, embutida para la ocasión en camisa de sheriff, entendiese absolutamente nada.

Tras el telón carmesí de la sala convenientemente echado, se pergeñaba la puesta en escena de los norteamericanos y, al descorrerse las cortinas, la imagen era impactante. El look de Edwards era absolutamente atómico y la presencia del resto de la banda apabullante, destacando un Pascal Humbert al bajo poseído para la ocasión y llenando el flanco que carecía del halo místico del chamán de manera formidable.

Acertadamente, su reciente obra maestra fue la protagonista de la noche, especialmente en la primera mitad del espectáculo. Bien es cierto que la cantidad de matices, pese a contar con una competente banda, carece de los vientos que dibujan la belleza de sus últimas composiciones, así, “The thresingfloor”, el tema, sustituyó éstas por una importante tormenta eléctrica, sin llegar a resultar tan arrebatadora. Muy distinto fue el martillo rítmico de “A holy measure”, el tema que más disfruté, y el dramatismo que abrigó la sentida interpretación de “His rest”, magníficas ambas.

Los sermones de Edwards, sus aspavientos y tics – a veces uno tiene la sensación de ver la reencarnación de Ian Curtis sentada frente a él- hacen que le claves tu mirada y nada es capaz casi de despegarla; su fiereza tocando la guitarra eléctrica y su personal forma de torturar el banjo, aportan un brío a las interpretaciones inusitado. Es tal el impacto inicial que, como todo en esta vida, con el transcurso de los minutos va perdiendo fuelle y el abuso de las murallas de electricidad hacia la parte final del grueso del show –cierto mimetismo aprecié entre las adaptaciones de algunos temas-, impidieron del todo estar ante lo que hubiese sido uno de los shows más memorables de mi existencia.

Para el bis, reservaron un par de momentos antológicos con el rescate de “Your Russia”, henchida de elevado goticismo y, con Seven seas duet juntos, acometer el himno imperecedero que es “Winter shaker”. Experiencia obligada para todo mortal.

ESCUCHA en Spotify: Wovenhand

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