Billie Eilish – HIT ME HARD AND SOFT (Darkroom/Interscope Records)
Lo de la californiana Billie Eilish empieza a ser algo muy serio. Disco tras disco va encontrando una voz propia e idiosincrática que la aleja de productos más blancos y de digestión rápida que se alzan en los charts de los discos más vendidos. Por otra parte, reivindicar el formato disco como una obra que puede tener un valor en sí misma, una coherencia interna, es otra manera de desvincularse -aunque sea un detalle en apariencia nimio- de las dinámicas del complejo engranaje de la industria del entretenimiento.
Hace ya tres años que Eilish editó su segundo trabajo Happier Than Ever, un disco que comenzaba a poner unos cimientos sólidos a una carrera discográfica que tiene a una artista que se nos hace mayor, y va afianzando un estilo que, junto a su hermano Finneas, la coloca en la pole position de las estrellas pop del momento con más proyección.
Y es que tras ganar dos premios Grammy y el Oscar a la mejor canción incluida en la película Barbie, “What Was I Made For? -la cantante más joven en lograrlo-, esta vez ha pasado de las dinámicas de management – esas que intervienen videos de promoción y sencillos de avance para plataformas digitales- para la edición de HIT ME HARD AND SOFT (Darkroom/Interscope Records, 2024) que, afortunadamente, sólo tiene diez canciones no como el alarde desenfrenado de Taylor Swift. Un cancionero que, digámoslo de antemano, contiene alguna de las mejores canciones que han hecho los hermanos juntos, y es el conjunto de canciones mejor hilvanadas para completar un elepé con autonomía propia.
Escuchar a Billie Eilish es como si uno se enfrentara a la problemática de una pop star que, por un lado, le encanta compartir la intimidad de su estudio casero con la familia y amigos, y por otro lado, se debe a un fandom que se ve reflejada en ella, y en unas canciones que versan sobre los atribulados amores de juventud, la búsqueda de su identidad sexual, y las cuitas de ser otra pieza (importante) en el dispositivo capitalista que fagocita todo lo que se ponga a tiro.
El disco se abre a lo grande con “SKINNY” acompañada de la guitarra de Finneas y con arreglos de cuerda bigger-than-life, demostrando que su voz es cada vez más robusta y llena de matices. “When I step off the stage, I’m a bird in a cage” canta en este baladón que puede recordar a Adele, y que narra sobre la mirada escrutadora del fan y los desvelos del amor adolescente.
El amor lésbico queda plasmado en los ritmos graves de “LUNCH” ( “I could eat that girl for lunch/Yeah, she dance on my tongue”), en donde retoma esa forma de cantar “recitando” que es otra forma de performar el género fluido por parte de ella. En esta misma línea de recitado, y con unas líneas gruesas de bajo, se va esculpiendo la hermosa “CHIHIRO” que es una suerte de funk espacial con guiños a Calvin Harris que, en su recta final, desemboca en un loop de synthpop para cerrar la rave.
Más hits incontestables: “BIRDS OF THE FEATHER” es un medio tiempo cuya base rítmica existen parecidos razonables- aunque bien camuflados- con el “Everybody’s Talkin’” de Nilsson. La balada “WILDFLOWER” es otra evidencia de su madurez como letrista, esta vez narrando las heridas sin cicatrizar dejadas por el amor, y haciéndolo con una escritura sencilla, pero de gran plasticidad. A la lista de baladones a los que seguir el ritmo con la linterna del smartphone tenemos que añadir “THE GREATEST”, en donde Finneas le da un toque exótico en los arreglos, derivando en una recta final infumable a costa de un ataque emo con riffs inflamados.
“L’AMOUR DE MA VIE” tiene ecos a la estética burlesque, mientras que el pulso dub se adivina tanto en “THE DINNER” como en “BITTERSUITE”, para finalizar con “BLUE”, otro gran tema pop cuyas resonancias nos transportan a The Cardigans. En definitiva, su disco más cohesionado hasta la fecha.
Escucha Billie Eilish – HIT ME HARD AND SOFT