Entrevistamos a M. Darko, que publica ‘Serendipia: a Love Song for Robots’
M. Darko (Manuel Castilla) lleva más de diez años haciendo música en la escena del rap underground. Sus canciones formaban parte de la agrupación Familia Sociophobia, en la que encontramos algunas de las mejores letras del panorama en español, escondidas en los rincones oscuros de la sierra de Madrid. Ahora, después de un tiempo experimentando con nuevos sonidos que lo acercan al synth-pop, M. Darko sale a la luz en solitario y lanza su primer disco: Serendipia: a Love Song for Robots.
Las doce pistas que componen el EP nos transportan a una atmósfera retro que a la generación Nintendo le será muy familiar. Ya desde la intro (“1ntr0: El Futuro es plástico”) encontramos recursos sorprendentes, como el juego politonal que se crea entre la parte instrumental y la voz de M. Darko, que filtrada por el software aquí parece la de un insólito dibujo animado.
El cambio es radical en la segunda canción, “KMG”, en la que su voz ya limpia suena a humano, y el ostinato del sinte la acompaña para envolver melódicamente una lírica desgarradora: “Somos carne muerta en un mundo vacío, dime quién llama a mi puerta cuando tengo frío. No eras tú, no eres tú”. También hay de fondo efectos vocales con la marca del demonio camuflada entre la percusión: abrid bien la oreja y sabréis de qué hablo. Sin duda candidata a hit del disco.
Al tercer corte, “Don’t care”, nos asalta una guitarra eléctrica a tope de distorsión, cuyo rasgueo recuerda a ese happy-punk de principios de los 2000 que invadía todas las intros de las series y películas norteamericanas. No olvidemos que los nacidos en los 90 crecimos viendo Jackass y Malcolm in the Middle. Con esta canción M. Darko nos lleva “al infierno por la vía más corta”.
“Conquelopidas” rebaja el tono guitarrero para sumirnos en una especie de balada azucarada que no abandona el sonido retro, esta vez con una batería ochentera hasta arriba de reverb. “Volar” retoma el sonido pop-punk al que añade una percusión pesada de garaje, que cesa de repente para ir alternándose con un beat 808.
La sexta canción (“Dreams”) nos lleva a un momento de calma, como el de después del naufragio que menciona. Una simple rueda de cuatro acordes en una guitarra eléctrica limpia, con alguna séptima adornando, acompaña una letra sumamente triste que nos recuerda nuestra condición de seres finitos: “Mientras tanto va pasando el tiempo, y nos morimos un poco más lento, like ‘tic-tac’”.
Ya en el noveno corte volvemos a encontrarnos con otra canción absolutamente adictiva, tanto o más que “todas esas drogas” de las que habla. Su ritmo ochentero y los excesos a los que se refiere nos hacen querer saltar, como los esqueletos que según nos cuenta bailan en el cementerio. “Dancing, dancing, dancing…”, repite. ¿Es esto una danza macabra de la muerte, al estilo de las que se hacían en el medievo? Que no nos quepa ninguna duda.
Veamos qué tiene que decirnos el artista.
Después de tanto tiempo haciendo música de una forma tan caótica y atomizada, ¿cómo surge la idea de sacar tu primer disco?
Realmente como cualquier otro trabajo anterior, por pura casualidad. Llevo un tiempo experimentando con nuevos sonidos que no hubiera tocado anteriormente porque me gusta salir de la zona de confort que me proporciona el boom bap. No me agrada la sensación de estar estancado en algo concreto y es una forma de demostrarme que puedo hacer lo que quiera, con un resultado más o menos decente. El primer tema del álbum que escribí fue “KMG”, y después “Shootingstars”. Con ese sonido en mente seguí trabajando en la misma línea hasta llegar a algo que encajase como conjunto. Serendipia, como la propia palabra indica, es simplemente un producto fortuito y azaroso, un golpe de inspiración. En realidad el verdadero título es «A Love Song For Robots¨.
¿Por qué canciones de amor para robots? ¿Los humanos ya no nos lo merecemos?
Es un reflejo de lo que considero que nos estamos convirtiendo poco a poco: en pequeños robots. Soy un chaval de los 90 que ha visto cómo el mundo, la tecnología y las relaciones humanas evolucionaban de una manera radical e imparable en muy poco tiempo. El mundo que conocían nuestros abuelos ya no existe, el de nuestros padres cada día queda más lejos y el nuestro es una carrera de velocidad en la que nos dirigimos hasta yo que sé que… Cada día hacemos nuestra vida de forma más automática y artificial. Nos alejamos de la naturaleza y del conocimiento heredado, estamos preparados para el cambio rápido y la obsolescencia, acatamos órdenes y patrones de vida impuestos por otros sin pensar. Vivir fuera del sistema cada día es más difícil y lo que realmente me parece magia no es vivir en este proyecto de civilización cyber punk, sino intentar mantenerse alejado de todos estos cambios tecnológicos y sociales sin que nos afecte. Creo realmente que la deshumanización avanza a pasos agigantados y que cada día nos guiamos más por patrones de conducta egoístas que nos alejan de empatizar con otros seres humanos. De ahí “A Love Song For Robots”. Quién sabe, quizá algún día un robot de verdad escuche mi trabajo y suelte una lagrimilla.
«Lo que realmente me parece magia no es vivir en este proyecto de civilización cyber punk, sino intentar mantenerse alejado de todos estos cambios tecnológicos y sociales sin que nos afecte»
La intro del EP se titula “El Futuro es plástico”, y en general las letras del disco, como tus anteriores trabajos, reflejan una visión desoladora del mundo. ¿Dirías que tu música pretende trasladarnos a ese futuro oscuro y deshumanizado?
No exactamente. Aunque creo que el avance tecnológico nos lleva inevitablemente a la deshumanización y que el concepto está ahí, mi música no pretende trasladar a nadie a ningún futuro, yo siempre hablo desde mi momento presente y desde lo más oscuro de mis sentimientos. El nombre de la intro hace referencia a un futuro sin valor, el propio sonido del tema es muy artificial y desentona con el trabajo en general. De hecho es el último tema que escribí para el álbum y también juega un poco con eso, con cómo al final del proceso de creación llego a algo alejado de los inicios del mismo. Lo que sí que creo es que mi visión del mundo no es bonita ni mucho menos idílica, me planteo si me queda fe en el ser humano, en mí o en los que me rodean. Aprendo del entorno y de otras personas que saben más. Lo que me mueve desde crío es la curiosidad.
Además del futuro distópico encontramos un sonido retro que a veces recuerda al universo Sega o Nintendo. ¿Qué papel juega la nostalgia en el disco?
La nostalgia juega un papel importante en cualquiera de mis trabajos. Siempre he sido un apasionado de los videojuegos y del cine. Mi primera consola fue la Sega Megadrive y el primer videojuego que recuerdo que me fascinó fue el Súper Sonic. Mi música está altamente referenciada e inspirada por esos dos artes. Por lo demás no deja de ser un trabajo como cualquier otro, que se lleva una parte de mi persona y se queda ahí para quien lo quiera.
¿Qué influencias artísticas (musicales o de cualquier otra disciplina) se esconden en “Serendipia: a Love Song for Robots”, y en tu música en general?
Ya lo he mencionado por encima, mi obra está fuertemente influenciada por el cine, los videojuegos, la música, el momento vital y la gente que me rodea. Este trabajo quizá mame directamente de Grupos como Extremoduro, Marea, incluso Estopa en sus dos primeros discos. Todo eso con tintes de synthwave ochentero, similar al de la movida madrileña. A nivel internacional las referencias más directas pueden ser Tigers Jaw y Sixto Rodrígez. Fuera de este trabajo tengo grandes referentes como Supra A.K.A. Jordán Donaire (uno de los mejores liricistas de este país), Corbin F.K.A Spooky Black y mis propios compañeros de la Familia Sociophobia: J. Krammer, Apa A.K.A Midas, Aser o Miguel Yfuera, de los cuales he aprendido mucho a lo largo de los años. Gracias a ellos y su influencia estoy hoy aquí. Especial mención a mi hombre Guillermo Kreiman que me descubrió que había un mundo lleno de artistas y que encasillarse en los gustos personales de uno es un error.