John Paul Keith – La Boite (Madrid)

Realmente es de agradecer el asistir a conciertos donde el único argumento es la música. Nada más que la música, sin añadidos sociales ni «maneras de vivir». Por eso ver a John Paul Keith fue celebrar de algún modo la directa eficacia del rock & roll, en una distancia corta aún más propicia para el evento.
La excusa era la presentación de «Memphis Circa 3AM», su último álbum, y bien que valió la pena. La música de John Paul Keith tiene la virtud de los buenos rescates que a la vez vienen con recompensa.
Porque si bien el norteamericano construye su cancionero dentro de los presupuestos históricos de diversos géneros, lo hace aportando lo más importante: buenas melodías y frescura. Y esto, aunque pueda parecer manido, es todo un pro con todas las de la ley.
Keith, guitarra en mano, supo tamizar la noche con un repertorio en el que se podían intuir los ecos de bandas como Rockpile o Brinsley Schwarz, o de gente como Buddy Holly, Elvis Costello o Marshall Crenshaw. Pero tales ecos reforzaban al de Memphis pues, afortunadamente, lo que ofreció no fue un ejercicio de melancolía.
Al contrario de eso, su set supo a rock´n´roll, a powerpop, a blues, country o new wave, con un vigor que en gran parte se sostenía en el aporte de sus tres acompañantes, el cual era pura solvencia. Con ellos, Keith se paseó por su música encajando rasgueos y acordes que, por los gritos de los fans, estaban dando en el clavo.

¿Cómo no dar en el clavo con canciones como «You Devil You», «If I Were You», «Baby We´re A Bad Idea», «I Think I Feel In Love Today» o la preciosa «Rock´n´Roll Will Break Your Heart» a la que enlazó un trozo de la gloriosa «Sleepwalk» de Santo & Johnny?
Era difícil no asestar en la diana, más aún cuando la proximidad con la gente jugaba a favor de un cuarteto que, además, se estaba gustando en la ejecución de los temas y que supo retomar el ritmo de la velada tras un ligero problema de sonido que por un momento afectó al volumen. Entonces quedó aún más clara su habilidad para superponer un repertorio que hacía sonreír.
Esa es, quizás, otra de las fortalezas de la música de John Paul Keith, su facilidad para insuflar entusiasmo en pocos minutos de música. Ese es quizás otro de los gratos valores de estar al frente de un sonido que poco a poco se va sosteniendo a través de discos y directos, de constancia.
Fue un buen concierto, una buena oportunidad para salir y sentir nuevamente que no hay nada como un estribillo para mover el cuerpo con auténticas ganas de pasarlo bien. Así sonó, así fue.
 

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