Kiko Veneno + Ariel Rot (Teatro De La Axerquía) Córdoba 08/07/23

Lo bueno de juntar a dos maestros, a dos de esos genios que la historia de la música de ámbito hispano ha legado a la humanidad, es que hay pocas ocasiones de vivir la reunión en unas mínimas y dignas condiciones acústicas. Lo malo es que el ímpetu conjunto disipa la intensidad de las experiencias individuales. Tal vez pretender llenar un teatro como el de la Axerquía en Córdoba con la asociación transitoria de los enormes Ariel Rot y Kiko Veneno fuera una idea osada, teniendo en cuenta las durísimas condiciones climatológicas (el ensayo a las seis de la tarde tuvo que haber sido una aproximación al infierno), la diversidad de un cartel proclive a la dispersión pero cada vez más atinado en sus objetivos y el despiste generalizado de un público más centrado en huir hacia parajes menos terroríficos en cuanto a temperatura. Con todo, la gira Un País Para Escucharlo con la que están recorriendo el país es el testigo de que la televisión, a través del programa presentado por el argentino, puede crear proyectos tan bienintencionados como el actual. El resultado es algo desigual, por la ya citada inconcreción y la casi necesidad de incluir guest stars que adornen e intenten engrandecer una presentación con pocas fisuras. La leyenda está por encima de todo, no cabe la menor duda.

La interacción de los respectivos repertorios no deja de ser una alternancia de temas más o menos conocidos, saltando de uno a otro con agilidad y eficacia, hasta casi confundir a quienes no controlen demasiado sus trayectorias respecto a su autoría. Sobra decir que la guitarra de Rot mejora cualquier cosa que toque, algo ya patente en las improvisaciones que bordaba con cada uno de los protagonistas del programa referido, y que sus solos empastan a la perfección, decenas de ensayos mediante, con la española del señor Sanfeliú y los arreglos de la banda, compuesta mayormente por los músicos habituales del catalán. Rescatan lo mejor de cada casa y le dan una vuelta para subir o rebajar la carga eléctrica o rumbera, según convenga, en un recorrido básico por las virtudes de clásicos como la tremenda adaptación del “Memphis blues again” dylaniano, la “Dulce condena” de rock latino de Los Rodríguez, “Los delincuentes” que asolaron y solearon aquel disco seminal de Veneno o un “Mundo de ayer” con el que uno imita el acento del otro y este le responde con otra lección de virtuosismo. La comunión sigue su curso con “Lo que me importa eres tú”, único testimonio de la última etapa experimental de Kiko Veneno, conservando esencia y ritmo, y sendos clásicos como “Joselito” y “Me estás atrapando otra vez”, perfectamente reconocibles y debidamente tuneados para la ocasión.

Así, estirando y adaptando tema tras tema, aparece el gran Raúl Rodríguez –uno de los musicólogos más estimados dentro y fuera de este país-, maestro del tres cubano, siempre inspirador e inspirado, para equilibrar fuerzas con su instrumento y dar un color especial a “Dice la gente”, amén de enseñarnos la historia de un “Comedor de pizza” que más parece un sonero mulato y dejarnos un “Si supieras” en forma de suspiro arrebatado. Poco que ver, aunque en coherencia con el espectáculo, con un Tomasito sobrado de descaro, arrebatado en su rol de talento jerezano, que zapatea, palmea y hace lo que sabe hacer (que no es cantar ni bailar, y tampoco es Lola Flores) redondeando una bulería loca y un “Oh mare” con el mismo perfil festivo. El necesario toque de anarquía antes del “Baile de ilusiones” que levanta a medio teatro y la reincorporación de Raúl para la imprescindible “En un Mercedes blanco”. Con amigos así lo lógico es que las canciones cobren nuevas dimensiones, como sucede en la famosa “Milonga del marinero y el capitán”, que nos recuerda lo grande que fue aquella banda surgida del otro lado del mar, tanto o más que la anterior, de la que rescatan “Salta” antes de que “Volando voy” cierre el set list haciendo lo propio con la memoria de Camarón y el recordatorio de que estamos ante uno de los individuos que hicieron posible aquel monumento sonoro titulado La Leyenda Del Tiempo. La presencia de Nita de Fuel Fandango para contribuir al fin de fiesta sólo fue la guinda de un pastel con ingredientes sobradamente saboreados con anterioridad pero remozados y puestos a punto en algunos casos varias décadas después de su incorporación al horno de sus cocineros. La mejor conclusión posible es que sí, que tenemos un país para escuchar de uno a otro confín, y que debemos sentirnos orgullosos de tener a unos guías tan expertos. Lujo ibérico, dirían por ahí.

Fotos Kiko Veneno + Ariel Rot: IMAE Córdoba

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