Libro: Derecho a La Fiesta: La Historia del DIY Soundsystem (Colectivo Bruxista)

En el prólogo de este libro, Luis Costa -autor y Dj especializado en música electrónica, y autor del excelente ¡Bacalao! (Contra, 2016)- se posiciona muy al lado de las tesis de Harry Harrison cuando escribe, entre otras cosas que “[…] sin llegar a semejantes cotas de promoción de saraos y épica rave, en su día también nos juntamos unos cuantos, con la idea de crear escena, en similar agrupación horizontal: sin mandos, ni organización, ni otro objetivo y misión que la de compartir nuestras pasiones, comernos el mundo y ver la vida pasar”. Es una bonita declaración de intenciones de lo que supuso para Costa ser consciente de pertenecer a un colectivo que tenía la sana intención de aunar esfuerzos por una causa común: la música y el baile (con o sin connotaciones políticas adyacentes).

Esta sensación de pertenencia colectiva es lo que podemos leer en Derecho a La Fiesta: La Historia del DIY Soundsystem (Colectivo Bruxista, 2024), las memorias de uno de los fundadores de la comunidad anarcopunk ravera (sus ideas estaban muy enraizadas en el grupo Crass) llamado DIY Soundsystem -que arrancaría su andadura en Nottingham a finales de los ochenta-, y que Harry Harrison narra con un exultante entusiasmo exento de falsas nostalgias. Una historia que comienza con la historia de unos chavales que vivían en la periferia de Londres, y que adoraban los discos de Factory, del deep soul de Soul II Soul o la simbiosis entre baile y pop de los Happy Mondays; que bailaban en el The Haçienda hasta que cerraba sus puertas, y que bajo el plomizo paisaje industrial y gris de aquella Inglaterra expoliada por la derecha más retrógrada, experimentaban con el baile y las drogas lisérgicas una forma de evadirse de la realidad. Esto era el inicio  de la apasionante era del Acid House.

Entre los integrantes de DIY Soundsystem había una intención política clara: nada de jerarquías, todos formaban una comuna de derechos igualitarios que, por un lado, les hacía retrotraerse a la cultura jipi, pero, por otro, tenían al movimiento punk como elemento disruptivo en el que reflejarse. En las carpas que montaban con todos sus dispositivos sonoros tenían cabida desde los travellers (subcultura de creencias jipis), hasta las rastas, pasando por jóvenes universitarios que querían formar parte de un lugar y una escena en la que eran acogidos sin prejuicios.

En la narración de Harrison en primera persona somos testigos de cómo el Soundsystem que formaron con mucho sudor, lágrimas y palos de la policía se fue haciendo cada vez más importante en Inglaterra y allende los mares (San Francisco, Ibiza, y demás lugares dejaron su impronta) con sus free parties, o con celebraciones en las que se pagaba una cantidad meramente testimonial. Lo importante era sentir el ritmo del house mientras tu cuerpo reaccionaba a los ácidos, despojarse (por unas horas) de las miserias de una vida gris, y bailar. Bailar sin descanso hasta el amanecer.

Puedes comprar Derecho a La Fiesta: La Historia del DIY Soundsystem de Harry Harrison (Colectivo Bruxista) en la web de su editorial.

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