The Strokes – La Riviera (Madrid)

Hay conciertos y conciertos. El de los Strokes -bien por sus canciones, bien por aspectos externos a su música- está en otro escalafón. El ambiente que se respiraba minutos antes era el de las grandes citas: había mucha expectación, mucha ansiedad y extremada seguridad (¡ni qué fueran Los Beatles! decía alguno). Y en La Riviera no cabía un alfiler –ni el Barça-Madrid lo impidió-, e incluso se veía a más gente VIP que de costumbre (periodistas reputados, miembros de la escena española: Planetas, Ellos…). Nadie quería perdérselo, no vaya a ser que estos chicos escriban alguna página de oro en la historia de la música y luego haya que arrepentirse. Aparte, la pregunta de si esa expectación sería la misma sin existir tantos halagos y premios en los últimos meses.

Así que, antes de entrar de lleno en el show, puntualicemos ciertas cosas. El esqueleto del mismo se sabía de antemano (menos de 60 minutos de actuación: los once temas de su aclamado disco, la cara B de su primer single y un par de temas nuevos) y el público estaba entregado de antemano (¿se permitiría a cualquier otro grupo el escaso minutaje y la ausencia de bises?), aunque el grupo tenía que corresponder a toda esa polvareda de fama que se ha levantado a su alrededor, y lo hizo.

Hacia las 21:40 aparecieron los neoyorquinos en el escenario, con la consecuente exaltación del personal. Un tema nuevo para arrancar, seguido de dos de sus himnos más contagiosos: “The Modern Age” y “Someday”; y de nuevo otra canción inédita (por momentos demasiado parecida a “Is This It?”). Los asistentes ya estaban entregados, mientras que Julian apenas se comunicaba con ellos (de vez en cuando anunciaba el título siguiente, algún pequeño saludo a Madrid o referencia a sus problemas de garganta), simplemente se paseaba con desgana y daba la espalda a los asistentes.

El bloque central fue el punto fuerte de la noche: “Is This It?” (con una línea de bajo adorable), la rebeldía de “New York City Cops” y la explosión de un hit potencial como es “Hard To Explain”. Tampoco nos olvidamos de la arrogancia de “Soma” o “Barely Legal”, ni de la candidez de la cara B: “When It Started” (en EEUU sustituyó a la censurada “New York City Cops” en el álbum).

Y en la recta final, dos pólvoras de rabia y energía desgarradora: “Last Nite” y “Take It or Live It”. Eso es todo, amigos. Un breve adiós y luces encendidas marcaron el final. Supo a poco, todos lo sabíamos y no hubo petición de vuelta al ruedo a los toreros.

Los Strokes parecen tenerlo todo para triunfar y por eso arrasan: canciones, actitud y directo. El sonido fue muy bueno, es una delicia poder apreciar cada instrumento en cada momento. Sin embargo, me sigo preguntando cómo cinco jóvenes pueden permanecer estáticos sobre el escenario mientras observan que sus canciones vuelven loco al personal. El paradigma de esto es el líder, Julian Casablancas, que por pose (el pasotismo está de moda) y carisma no me deja de recordar a Liam Gallagher.

Y lo dicho, por el motivo que fuese, el concierto es de esos envueltos con una aureola especial. Despiertan amor y odio, pero no indiferencia, algo que caracteriza a los grandes grupos.

Para culminar, un breve recordatorio a los teloneros, Stereo Total, un dúo que, anclado en la eterna juventud, fabrica un techno-pop con afinidad al japonés. No tenían enfrente a un público de su ambiente, pero consiguieron que la alegría de su propuesta moviera alguna cabeza.

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