Toundra – III (Aloud Music)

Yo no sé mucho de post-rock. ¿Rock instrumental? Bueno, tradicionalmente se me ha hecho bola. Por eso es muy probable que no sea la persona más capacitada en esta revista para escribir una reseña, con todos sus elementos objetivos, sobre este disco. No lo dudéis. Es más, con toda seguridad dejaré pruebas de ello a lo largo de las próximas líneas. Sin embargo, hay algo que me ampara y me autoriza moralmente a escribirlas: no soy un experto en rock instrumental, pero sí en sentir cosas. Y III, como las mejores obras, va de éso en última (sino en primera) instancia.

La tercera entrega de Toundra (segunda con Aloud después del portentoso II de 2010) va más allá de lo objetivamente tangible: trasciende etiquetas y difumina las fronteras entre géneros, a pesar de su tajante ubicación. Es, a su forma, algo universal. Toundra consigue en este disco lo que la mayoría no lograría ni contratando por horas al doctor Frankenstein: hacer algo vivo. Paradójico teniendo en cuenta el funerario concepto del trabajo.

III empieza a respirar con “Ara caeli”, un crescendo perfecto en el que el violín que ya escuchábamos en Bizancio actúa de detonador emocional para una tormenta eléctrica que acaba enlazando literalmente con la de “Cielo negro”; su último minuto es memorable. Abandonados los elementos acústicos y los matices árabes más evidentes de su antecesor, III llega a su cúspide emocional en “Requiem” (otra vez el violín), la pieza maestra. La contundencia cruda de “Marte”, los paisajes de “Lilim” y la épica elaborada de “Espírita” (con voz al final) completan el brillante negro homenaje de Toundra.

Los cerca de cuarenta minutos del ecuménico rock instrumental de III prueban la humanidad del talento. Místico, intenso, crudo y emocionante, estamos ante uno de esos discos que se acercan a la gente sin condiciones. Una baldosa dorada más en el camino de Aloud y Toundra.

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