Bardo Pond –  Under the pines (Fire Records)

Hace no mucho leí un artículo en el que se hablaba del poder de la repetición en la música. Me resultó curioso porque el texto mencionaba que, a pesar de que nos sentimos atraídos ante el pop de mágicos estribillos, la música de baile y otros estilos donde abundan las repeticiones, cuando nos referimos a un tema, canción o banda como “repetitiva” lo hacemos casi siempre de manera despectiva. Como si en nuestro inconsciente disfrutáramos al escuchar varias veces una frase musical, pero al mismo tiempo de alguna forma asociáramos “repetitivo” a “aburrido”. Y no, no lo es. Hay canciones aburridas, sí, y muchas de ellas son repetitivas, pero no podemos hablar de causa-efecto. Sirva esta introducción anecdótica para hablar de una de las bandas más “repetitivas” de los últimos años: Bardo Pond.

La veterana banda norteamericana, ahora bajo la cobertura del sello británico Fire Records,  tiene un estilo claro y definido desde que se formó allá por 1991. No busquemos estribillos pegadizos ni variaciones destacadas en sus discos: los de Philadelphia confían en el poder hipnótico de la repetición, del mantra sonoro.  Bardo Pond han publicado este año un disco, Under The Pines (Fire Records 2017), que en realidad no ofrece nada que no podamos encontrar en su ya extensa discografía pero suena más accesible y compacto. Las guitarras de los Gibbons, como siempre, crean un universo repleto de distorsión y ruido blanco, sin apenas descanso. La sección rítmica allana el camino, le da a la música su atractivo cadencioso, las figuras de la batería revolotean entre guitarrazo y guitarrazo, creando puentes. Por su parte, la inimitable voz de Isobel Sollenberger es la luz surgiendo entre las tinieblas, el pegamento que lo une todo, y la principal culpable de que el disco suene “repetitivo”. Lo suyo se parece más a una vieja oración o a un cántico perdido en el tiempo que a una canción con formato reconocible. Sin apenas variaciones de timbre, ritmo o melodía, su voz puede herir, acariciar o resultar tan sugerente como en la pieza folk “Moment to moment”.

Bardo Pond recoje la tradición del rock psicodélico, lo cruza con el noise de los 90 y genera un espacio propio en el que, a pesar de usar la repetición como un arma fundamental, desde luego no hay espacio para el aburrimiento si uno gusta de dejarse atrapar y arrastrar por la música.

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