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Explosión Colectiva (Ambigú Axerquía) Córdoba 25/11/22

Organizar un concierto con diez bandas suena, en teoría, a tarea ardua y consecuentes quebraderos de cabeza. Pero si tenemos en cuenta que todas esas bandas están muy próximas geográficamente, concretamente tienen su base de operaciones en una misma ciudad, y que solo ensayan un par de temas para tocarlos en directo, el asunto se alivia y pasa a ser una mera cuestión de disfrute y celebración. Un evento esperadísimo en la capital cordobesa, por el empeño que sus responsables, como ya reflejamos en el mini reportaje de hace unos días, han puesto en la edición del vinilo que reúne a todos y cada uno de dichos músicos en la primera entrega de una serie de tres flamantes volúmenes que pondrán a la escena local en la órbita que le corresponde. Lo que se cuenta aquí es el resumen de una noche histórica para promotores, sala y grupos, que por primera y ojalá que no única vez se miraron a la cara unos a otros, confrontaron repertorios con varios nombres de honda reputación y tocaron aquí y allá, en una magnífica interrelación con la que demostraron que la unión, ya se sabe, hace la fuerza.

Que la nueva hornada, la presente, de músicos cordobeses tiene poco que envidiar a la que vieron nacer generaciones anteriores y a que el bagaje, aunque escaso aún, empieza a ser realmente importante. Cuando alguien sabe de lo que habla y lo que se trae entre manos, todo suena fluido e imperfectamente genial. Así, de dos en dos, estas fueron las bazas que jugaron en escena y por las que apostamos todos y todas los allí presentes con la certeza de que íbamos a salir ganando en uno y otro sentido.

Yonka Zarco, una de las grandes mentes pensantes de la ciudad califal en cuanto a proyectos musicales se refiere, aún tiene pendiente presentar su disco al frente del nuevo proyecto Mtëorik como dios manda y ante una audiencia más centrada en lo que ofrece. Canciones con un marcado corte festivo, con los sintetizadores y las guitarras funky como motores, y con un presupuesto claro: Si se puede bailar, nos vale. Por eso un tema claramente orientado al pop como “San Lou Reed” tenía que estar en el disco Explosión Colectiva, y era obvio que el capítulo de versiones obligatorio en la dupla individual pasaría por su primigenia etapa como creador de prácticamente todo el repertorio de aquellos Corazones Estrangulados encallados en nuestra memoria con letras resistentes al olvido. Aquellas “Señales de comunicación” que emitían vapores nostálgicos con cada escucha se transforman ahora en un himno hedonista, tornando el deseo frustrado en radiante incertidumbre. Todo con un apoyo instrumental sólido en formato trío, apenas una tímida toma de contacto con lo que esperamos que sean muchos kilómetros de melodías, gafas fosforescentes y espíritu lúdico. La gran esperanza del pop local vuelve a tener el mismo nombre que tuvo hace varias décadas.

David Donnier es un músico francés, el primero que encabezaba el cupo de asimilados culturales en Córdoba, que acaba de conseguir la financiación necesaria para su nuevo EP (los milagros del crowdfunding son así de grandes a veces) y aporta al vinilo un tema de esencias varias titulado “Kids” y lo presenta sucinta pero profundamente arropado por guitarra y percusión, marcando un territorio propio que pisa con una personalidad única. La misma que le hace invocar la sapiencia de uno de los grandes tapados a los que la historia debe hacerle hueco de manera urgente: El enorme Juan Antonio Canta, que antes de marcharse por la puerta de atrás en una de las desapariciones más injustas que se recuerdan en la escena grabó un disco de padre y muy señor mío y se hizo célebre por lo que menos debía. Sus repetidas apariciones nocturnas en el dichoso programa del ínclito Pepe Navarro lo pintaban como una caricatura del excelso músico que era, sin que pareciera que a él le importara lo más mínimo. Por eso resulta casi doloroso que la versión de D’Donnier fuera una muy personal revisión de su “Qué bonito” totalmente dotada de significado. Un guiño al cielo y a la memoria.

Si a alguno o alguna de los allí presentes nos preguntaran quién fue Ramón Medina, prácticamente no habría nadie que reconociera en dicho nombre a uno de los más grandes compositores clásicos que en la ciudad han sido, orquestador y arreglista muy alejado del campo artístico de la solista que tuvo a bien homenajearlo. La Fiancée Solitaire, para sus amigos y conocidos simplemente María, apenas tuvo tiempo de ensayar una versión para ella más que significativa, así que se trajo su guitarra eléctrica y casi improvisó un mini set con el grandísimo “Cristo de Scala Coeli”, sorprendente cuanto menos, no sin antes dar buena cuenta de su más reciente single “Puerta estelar”. Quienes la seguimos casi desde el principio confiamos en que con un poco de suerte y más tiempo para trabajar las canciones, pronto este tema se convertirá en eso, en la entrada a otros muchos en los que la evolución sea el primer presupuesto. Arrestos desde luego no le faltan.

Después de tanto tiempo grabando desde la indigencia mediática y cogiendo y soltando músicos para acompañarlo en tan difícil aventura, el británico Paul Barham consigue que su lado más cercano y menos propenso a la estandarización rockera, como él mismo nos comentaba días antes, se plasme con la ayuda indispensable de una banda y una violinista de formación clásica y ahora lugarteniente de excepción. Ya ha quedado dicho que varios de los instrumentistas se subieron y bajaron del escenario varias veces para ejercer las diversas funciones que se le confían en las respectivas bandas, por lo que el sonido, lejos de homogeneizarse, resulta en general de lo más ecléctico. A “Funny kinda”, el temazo que incluye en la Explosión Colectiva que lo trajo aquí, le sucede un rotundo “End of century club” en recuerdo de sus –y nuestros- admirados y casi olvidados Goodbye Planet. Escuchar el disco que hicieron cuando la comuna indie de principios de siglo empezaba a invadirlo todo es quedarse boquiabierto. Tocar hoy sus canciones con respeto y dedicación es un deber al que el bueno de Paul se entrega con sumo gusto.

De los Sun Orphans también teníamos grandes y buenas noticias. Desde que salieron por la puerta grande como unos de los vencedores de la batalla de bandas del Monkey Week hasta que los pincharon en Radio 3 como la promesa, ya casi la realidad, que eran. Su forma de entender el rock independiente a uno y otro lado del océano es una señal de inteligencia, y entregar “Despite our love” a la recopilación vinílica un síntoma de que es uno de sus mejores temas. Si luego envían un saludo en forma de versión a sus colegas de Viva Belgrado en su lectura de “Una soga”, participan definitivamente en el ejercicio de literatura y distorsión en que parecen haber desembocado sus últimas composiciones. Al final, las conexiones son más cercanas de lo que creemos.

Después del francés y el inglés, como si de un chiste se tratara, era el turno del italiano. Mike Sun probablemente sea uno de los músicos locales más interesantes que haya tenido ocasión de pisar un estudio de grabación en el último lustro. Escuchen si no su “1955” y continúen investigando una discografía demasiado raquítica para la calidad que atesora. Meticuloso en el sonido y embriagado por los aromas del sunshine pop con su poquito de contaminación psicodélica, solo él podía versionar con relativo acierto a una banda como Limousine, otros que no hicieron historia porque al final acaba pesando más el desaliento que la ilusión. Era justo, y siempre lo será, reivindicarlos en uno de sus temas más ocultos, “A drive”, una especie de nana hipnótica al nivel de cualquier tótem del post rock que se precie. Otra gema a desenterrar momentáneamente abrillantada por el joyero adecuado.

Emparentar con un nombre como Tarik a una banda novel como Volpina, comandada por Migue Pérez, un veterano de la noche granadina y cordobesa, ex líder de los deliciosos Los Esclavos y uno de los alma mater de esta maravillosa locura que es la Explosión Colectiva, es algo obvio desde la primera escucha. “Tampoco es para tanto lo nuestro” es una frase tan llena de falsa modestia como de música luminosa, marcada a fuego por tantas bandas de los sesenta y título del primero de los temas de los que tenemos noticia por su parte. Sin duda el presagio de un disco largo repleto de grandes momentos viene avalado precisamente por lo antes apuntado, esa proximidad al sonido del pequeño genio peñarriblense, de quien eligen “A balón parado” como referente espontáneo. Podrían ser muchos otros, porque esto promete ser un grupo de largo recorrido, pero por el momento se conforman con sobreponerse a una ecualización mejorable y sacar adelante un dúo de temas simplemente impecable.

A ciertas alturas de la noche lo que uno necesita es un poco de desmadre, dejando a un lado cualquier atisbo de virtuosismo o de búsqueda de perfecciones imposibles. Ramen! no son un dúo de rock guarro al uso más expandido del término, ni tampoco puede que aspiren a otra cosa más que a divertirse haciendo mucho ruido y reafirmándose en que no necesitan más que una guitarra y una batería para darles a sus seguidores lo que andan pidiendo a gritos desde hace rato. “I feel love” es una forma de hablar de amor a su manera, que no es poco, y “Believe in love” es más de lo mismo solo que de otra manera, porque son más románticos de lo que parecen y se acuerdan de sus adorados Malparaíso para hablar del sentimiento universal con su propio lenguaje sin olvidar de dónde vienen. La furia no está reñida con la intimidad.

Hasta que llegó Lämpara para reventar conceptos y presupuestos con un proyecto tan imprevisible que ni él mismo sabe qué dirección va a tomar con cada grabación. A Javier Ramos, después de tocar el bajo y la guitarra durante la pasada hora y pico, le llega la hora de desmelenarse y cerrar la Explosión Colectiva con “Pulgas”, un tema inclasificable con el que intenta poner de nuevo en circulación un proyecto en vías de desarrollo permanente. A la jam session final que organiza con cuerdas y teclados y su habitual capacidad comunicativa solo le falta la incorporación de The Flying Cumbias al completo, los únicos que estando en el disco no pudieron (problemas personales y ciertas discrepancias de por medio) culminar el que prometía ser uno de los grandes momentos de la noche. Aun así, honrar la memoria de un cantautor proscrito llamado Miguel Bocamuerta tocando una agonizante “Como un perro” con mucho menos dolor pero mucho más color que el original puede que fuera uno de los hechos más destacados y entrañables de la noche. Una noche que quedará en nuestro recuerdo y en el de El Colectivo durante mucho tiempo, el justo para que la complete otra en la que de nuevo el escenario del Ambigú Axerquía viva otra vez horas gloriosas. Mientras tanto, hay un disco estupendo que degustar y unos artistas fantásticos por descubrir. Y sobre todo, muchas horas de trabajo detrás. Por fin ha llegado la recompensa. Será solo la primera.

Fotos: Joaquín Portillo

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