Bon Iver (Wizink Center) Madrid 09/11/22

Pasadas las once de la noche, tras más de 100 minutos de espectáculo, me encontraba esperando a un amigo en medio de la plaza donde se sitúa el WiZink Center. A diferencia de otras ocasiones me encontraba confuso, en el buen sentido de la palabra, y con ganas de charlar con cualquier viandante sobre las primeras impresiones de la actuación. Necesitaba hablar de ello, necesitaba confirmar que mis sensaciones eran las mismas que las de los otros espectadores que habían acudido.

Por suerte, descubrí que mi conmoción era compartida. Una extraña relación de unión con cualquiera de los miles de personas que habían acudido al recinto. Todos los que estábamos allí sabíamos que desde ahora pertenecíamos a ese momento. Arte en mayúsculas. En el futuro podremos decir en cualquier conversación en el que aparezca algo relacionado con Bon Iver: Yo estuve en el concierto que dio en Madrid.

A nivel general, la actuación fue una montaña rusa de emociones. Veintidós canciones elaboradas de una forma magistral y ordenadas en un setlist casi perfecto, incluso fue diferente al que realizó en Barcelona la noche anterior. Un espectáculo donde estuvieron presentes temas de los cuatro discos presentados hasta el momento por Justin Vernon, con especial hincapié en el último trabajo que ha presentado, i,i(2019) y para sorpresa de muchos, incluido un servidor, del disco que inició esta aventura, For, Emma, Forever Ago (2008). No hay que olvidar que este concierto estaba programado para el 2019. Un espectáculo que entraba dentro de la gira mundial del último álbum y que ha tenido que posponerse hasta en dos ocasiones debido a la pandemia.

El sonido presentado era envolvente, una muralla de altavoces perfectamente sincronizados. Además, lo que más me sorprendió fue la puesta en escena, soberbia. Minimalista pero completamente eficaz. Cada uno de los miembros que acompañaban a Justin Vernon, incluido él mismo, se encontraban en una especie de triángulos de luces individuales. Una burbuja futurista independiente, pero que en conjunto conformaba un hexágono. Una propuesta visual que era una metáfora de la simbiosis musical que había entre todos ellos. Un formato que nos recordaba continuamente el valor del elemento colaborativo durante todo el concierto.

El sonido de Bon Iver es una filigrana sonora. Una suerte de vanguardia dentro del folk, donde reformula el propio género del post- rock más sinfónico, beats al más puro estilo hip hop, la utilización del auto tune como herramienta musical o ecos sonoros que se acercan a la música urbana. Los dos primeros discos están más ligados al folk y los dos últimos a la experimentación, aunque todos ellos mantienen una esencia e impronta propia. En el concierto hubo un poco de todo.  Un espectáculo en el que se fueron entremezclando ambos “estilos”, sobre todo  en los dos primeros tercios del mismo. Una velada que comenzó con canciones como “YI”, “iMi”, “Towers” y “666 ?”.

Uno de los temas que más me sorprendieron en directo fue “10 d E A T h b R E a s T”. Parecía como si me hubiera equivocado de jornada y estuviera en el concierto de Moderat, celebrado días atrás en el mismo recinto.

Una actuación que fue in crescendo en emociones canción tras canción, llegando a su clímax en el momento en que interpretaron “Skinny Love”, el gran himno de Bon Iver. Tras este tema llegó “Perth” (esta fue la canción que abrió el concierto de Barcelona), posteriormente “33 GOD”, “Holocene” y un final magistral con “The Wolves (Act I and II)”.

Los aplausos fueron efusivos. Cuando creíamos que todo había acabado, Justin Vernon volvió a subirse a la palestra, en esta ocasión de forma individual, para interpretar “re: Stacks”. El silencio inundó la sala, parecía una audición privada. En muy pocas ocasiones he visto tal nivel de respeto. El concierto cerró con “RABi”, y de nuevo, los aplausos fueron estruendosos.

El concierto de Justin Vernon fue un ejemplo perfecto de cómo la música alimenta al alma. Una actuación que tenía ciertas similitudes con una experiencia cuasi religiosa. El recinto se convirtió en una iglesia y las pocas palabras que pronunció el músico de Wisconsin fueron un dogma compartido por todos los feligreses que allí nos reunimos: “Espero que os vayáis con más amor que con el que habéis entrado, Nunca olvidéis compartirlo”.

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