Hans Laguna – Primeras Marcas (El Genio Equivocado)

Hans Laguna nos presenta su debut, Primeras Marcas, y parece venir cargado de ilusión y de buenas intenciones. Sin embargo, de alguna forma, es inevitable enfrentarse a él como quien se enfrenta a uno de esos exámenes que tiene dos partes, teórica y práctica, que tienen que superarse por separado para que el conjunto esté aprobado.

Por mi parte, empiezo por la parte teórica, y creo que sale airoso del trance. Aquí, incluyo varias cosas. En primer lugar, la intención, que es buena, se nota que hay voluntad de trabajar y  de lanzarse al vacío de la industria musical alternativa. En segundo lugar, las influencias que se recogen, que son acaso brillantes, con cierto aire de The Smiths (a veces parece que la voz va a empezar a desvanecerse como en aquel coreadísimo «some girls are bigger than others»), e incluso con ciertas reminiscencias de Los Planetas (quienes, a pesar de que aquí una nunca podrá decir ser una gran fan de ellos, tienen mucho mérito en nuestra historia musical)… sus reminiscencias, en fin, de grandes del pop, en el que quiere meterse de lleno. En tercer lugar, la composición, tanto lírica como musical, se enmarca dentro de un minimalismo adorado por muchos, hasta el punto de que al dar una primera mirada al libreto uno tiene la sensación de estar cerca de los breves y contundentes haikús japoneses; no en vano, una canción lleva por título «Aforismo», cosa que anuncia brevedad e inmediatez.

Con todo lo anterior, pues, podemos decir que la parte teórica está superada de sobra. Pero llega el temido momento de la parte práctica. Quien haya hecho uno, y doy fe de que yo he hecho muchos, entenderá la metáfora. Voy a atreverme a poner nota, y digo: Hans y su primer disco son un suspenso como una catedral en la parte práctica. Me explico.

Las influencias están ahí, pero solamente como un eco, como la prueba de que quien compone, quien canta, ha escuchado antes de intentar que lo escuchen. Genial bagaje, por tanto, y me alegro mucho, pero no hay que conocerlo simplemente, hay que conocerlo, sentirlo, digerirlo, procesarlo y transformarlo. Aquí no se aprecia ninguna transformación de lo que se escuchó, solamente alguna pincelada excesivamente obvia y que, a veces, acaba convirtiéndose en la típica cita de un autor importante en un examen para subir nota: eso no es haber entendido al autor, ni haberlo hecho tuyo. Hans Laguna no consigue, ese es el problema, salirse del molde de lo que él considera bueno, y a veces cae en la terrible imitación  sin sentido, y en la afectación.

Todo esto determina, cómo no, la composición, y es que la sencillez propia del minimalismo tampoco es una doctrina a la que apuntarse sin más. Como con las influencias, hay que saber darle la vuelta. Al escuchar varias veces la misma frase repetida hasta la eternidad en la misma canción y al comprobar que las bases rítmicas están compuestas por acordes que se repiten una y otra vez uno sospecha, ¿es esto minimalismo, sencillez, o es simpleza? ¿Dónde la brevedad para la inmediatez si acabo no recibiendo nada, ni tarde ni temprano? Si esconderse bajo del paraguas del arte abstracto ha hecho que muchos se atrevieran a coger sus pinceles, esconderse bajo el paraguas de la sencillez y del minimalismo ha hecho que muchos compusieran sus canciones a base de repetición hasta la extenuación del oyente.

De esta forma, aquello por lo que había empezado, las ganas de trabajar, que parecían adecuadas desde la teoría, se cuestionan ahora, y es inevitable dejar la pregunta en el aire, la duda. ¿Son ganas de trabajar o son ganas de adscribirse a corrientes ya prestablecidas, de entrar en el circuito sea como sea? ¿Es bueno elegir, desde la teoría, dónde quieres estar, antes de que la práctica te dé un lugar propio?

A mí, y espero que me crea quien me lea, encontrarme con discos así solamente me produce una inmensa tristeza, porque veo en ellos la pérdida del sentido de todo lo que aparentemente defienden. Manchar no es hacer arte abstracto. Caer en la vacuidad y en la repetición exageradas no es pop, ni es minimalismo, ni es inmediatez. Ojalá el tiempo le dé a Hans Laguna la oportunidad de encontrar su propio lugar, a base de trabajo, olvidando un poco de teoría, que es muy difícil bailar pensando todo el tiempo en los pasos de la coreografía.

 

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