La Élite (Sala La Paqui) Madrid 24/11/23

Empecemos por el final. Se abre el telón y aparece un escenario vacío mientras suena una secuencia electrónica a 120 bpm´s adornada con samples de guitarra y de voz. La frase que se oye es: “Bailando con mis amigos, pierdo el control ¡Bailando con mis amigos, pierdo el control!”. En efecto, se trata de La Élite, habéis acertado.

Habéis acertado si no os perdisteis el conciertazo que dieron los catalanes el pasado sábado, 25 de noviembre en la Sala La Paqui, puesto que se habían vendido todas las entradas hacía dos meses. Y es que últimamente, todo lo bueno hace “sold-out”, y eso es un buen síntoma de la excelente salud de la que goza el punk patrio

Porque La Elite, mal que les pese a los viejunos, es puro PUNK: Bases electrónicas perfectamente construidas a cargo de Yung Prado (que también es un excelente dj, por cierto) y letras amargas y afiladas cantadas y escritas por su fiel escudero, Diosito. De Lleida tenían que ser. Y digo esto porque hoy en día solo se puede ser punk desde los márgenes, y esta pareja de ilerdenses iluminados se ha curtido en su pueblo antes de conquistar Barcelona. “First we take Monegros and then we take Madrid”, que diría el viejo Leonard.

La sala está a rebosar desde las 21.00, que es cuando se abren las puertas. Media de edad, 22 años más o menos. ¡Por fin, un concierto con gente joven! me digo a mí mismo. Los dos “jefes” salen a escena a las 21.40. La gente grita histérica y el grupo aún no ha comenzado a tocar. Empiezan “a sako pako”, con temazos como “Todos me miran mal” “Mata a tu jefe”, “Voy a quemar”, “Marlburro” u “Otra vez”. El público baila pogo, abren la pista de baile como Moisés las aguas de Mar Rojo y, en definitiva, se vuelven locos durante todo el concierto. Esto no hay quien lo pare. Suenan “Autosuficiencia” de Parálisis Permanente y una de sus mejores canciones, “Niño rata”. Uno, que se ha curtido en la casa okupa de Minuesa y en las cocheras de Pacífico viendo a “Tarzán y su puta madre” y a “37 hostias” entre otros muchos grupos de la época, no puede evitar pensar en la teoría de las cuerdas y en cómo esas experiencias del pasado hacen de vasos comunicantes con el presente. Porque el punk es como la energía, no se crea ni se destruye, solamente se transforma.

El concierto dura una hora y cuarto, como debe de ser. Y acaba como tenía que acabar, sin nadie en el escenario y con todo el mundo cantando y bailando como cuando Yung Prado y Diosito estaban ahí. Alguno dirá que “menudo timo”, pero los que entendemos el punk como actitud, y no como un estilo musical, nos sonreímos y decimos: “menuda experiencia”.

LA ÉLITE, EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ.

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