Los Planetas + El último Vecino (Palacio Municipal de IFEMA) Madrid 20/10/21

En estos tiempos inciertos donde la música en directo ha sido humillada y maltratada como ninguna otra manifestación cultural, algunos artistas han decidido adaptar su formato para encajar con las medidas sanitarias impuestas para los conciertos. La finalidad no ha sido otra que preservar su esencia sin verse del todo disuelta frente a un batallón de personas despojadas de expresión facial y sentadas distanciadamente sin la más mínima posibilidad tan siquiera de ponerse en pie para manifestar el más mínimo entusiasmo en lo que parecería más una ejecución colectiva en silla eléctrica que un show.

Los Planetas, grupo de hondo calado dramático y emocional, obedecen a las directrices de un concierto en su máxima expresión para explotar y disfrutar sus innumerables virtudes. En este escenario adocenado y sumiso, una salida se encontraba en ofrecer una sesión recogida, íntima y diferente, donde parte del combo granaíno se tomaría un descanso escénico para dejar el protagonismo a sus dos miembros fundadores, J y Florent, acompañados del pianista David Montañés haciendo éste las veces de complemento necesario y transformador en su justa medida. Para completar la jugada, un repertorio extraordinario y una actitud alejada de todo tic complaciente conformaban los ingredientes necesarios para vivir una velada mágica e inolvidable como así fue.

Abrió la noche El último Vecino con un Gerard Alegre de nuevo maldiciendo restricciones que alejaban su propuesta decididamente frontal, bailable y hedonista para desterrar a la audiencia a una contención constreñida molesta, ya experimentada por mi parte con ellos en la edición del pasado Tomavistas, por cierto. Aun así, y pese a no jugar precisamente en casa (muy cuestionable su elección como teloneros si se quería encontrar coherencia con respecto al plato principal), los barceloneses dotaron de entusiasmo y vibración una actuación irregular donde auténticos himnos como “Antes de conocerme” o “Mi amiga salvaje” fueron coreados por el público más madrugador que ya ocupaba su butaca. Lo mejor vino al final, con el cuarteto ya engrasado mientras atacaba el binomio radiante en lo instrumental que supuso “Tu casa nueva” seguida de “Culebra, columna, estatua”.

El trío inusual que componía Los Planetas llegó al escenario entre una nube de aplausos con una actitud seria y agradecida, profundamente profesional y sentida, demostrando que el crecimiento artístico de la banda es un caso digno de estudio a día de hoy. Empezaron con la siempre exigente “Los poetas”, una apertura habitual que supone una selección natural para advenedizos y que deja a las claras como la complacencia no entra en sus planes desde hace bastante tiempo.

Desde el primer momento, destacaron las atmósferas de guitarra generadas por Florent, el cántico peculiar y de hondo calado de J y un piano para nada intrusivo, sino auténtico motor para dotar de matices o músculo (más que necesario si no se encontraba el sacrosanto Eric Jiménez detrás de una batería), según demandara cada canción. Después “Si estaba loco por ti”, ese derroche de intensidad sangrante en su forma más eléctrica, nos avisaba de que la cosa iba muy en serio y que si te habías dejado los kleenex en casa, estabas realmente jodido.

Y es que desde la posterior “Segundo Premio”, la exhibición de nuestras lágrimas en consonancia con un ramillete de canciones sin casi rivales en la historia de la música popular –así de bestia lo digo–, nos iba a deparar emociones ya del todo imborrables en nuestro entramado ventricular: el rescate de “Línea 1”, “Corrientes circulares en el tiempo”, “Ya no me asomo a la reja”, “Santos que yo te pinte” y, por encima de todo, una preciosidad del tamaño de “Amanecer” nos secaron los lacrimales para una buena temporada. Increíble desarrollo de sentimientos, en un set list montado muy a las formas de The Cure, dejándonos exhaustos el corazón primero para acometer después algunos hits más conocidos entre la parroquia, muy acertadamente adaptados, como lo fueron “Qué puedo hacer”, “David y Claudia” y “Alegrías del incendio”, destacando entre ellos la reciente “Alegrías de Graná” que nos sorprendió sobre las tablas por su gran potencial como nuevo clásico.

Tras agradecer nuestra devoción, los músicos regresaron al escenario para regalarnos como colofón ese monumento con forma de canción que es “Islamabad”, demostrando que en nuestro universo personal los planetas más importantes que nunca faltarán a nuestro lado son los recuerdos, vivencias, deseos y personas que reviven sus canciones hasta hacerlas inmortales.

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