Michael Jackson, el cuerpo y el alma del pop

Los ochenta fueron suyos, desde 1979 nadie dominó con mayor justicia el mercado pop. No había ni hay discusión. Fue su mejor época. Durante aquel periodo de cerca de quince años que finalizaron con HIStory en 1995, Michael Jackson encarnaba con absoluta suficiencia la figura del genio. Había pasado de firmar discos karaoke con clásicos del soul a grabar sus propias canciones con músicos como Paul McCartney, coleccionaba números uno, grababa vídeos y hasta películas, y en sus giras, multitudinarias, sus fans perdían (literalmente) la razón.

Su primer disco con Quincy Jones (Off  The Wall, 1979) sería el principio de la leyenda. McCartney lo sabía, y por eso su “Girlfriend” se erigió como uno de los mejores temas de un álbum que ya contaba con alguna canción compuesta por el propio Jackson; Don’t stop ‘til you get enough”, el tema más disco del LP, empezaba a anunciar el exquisito olfato de aquel suave criminal de los hits pop. Donde ponía el ojo, ponía la bala.

Desde ese momento, la hegemonía de Jackson se hizo patente y adoptó la forma de un disco que dio en llamar Thriller (1982). El todavía LP más vendido de la historia de la industria musical contaba con un sinfín de singles teóricos que finalmente se quedaron en unos pasmosos siete temas en la práctica. Mucho más bailable y agresivo, mucho más rock, en Thriller los temas que llevaban la firma de Jackson ya eran casi la mitad; de ahí salieron auténticos rompepistas como “Beat it”, “Thriller”, “Wanna be startin´ something” o la aclamada “Billie Jean”, cuya interpretación en directo para el especial Motown 25 todavía es recordada. Durante aquel 25 de marzo de 1983 presentó su famoso Moonwalk, un paso de baile que el que más y el que menos ha intentado reproducir con mayor o menor patetismo.

La mayoría de los singles de Thriller contaban con un vídeo que también pasaría a ser marca MJ. “Beat it” o la propia “Billie Jean” la llevaban, pero fue “Thriller” la que convirtió a los videoclips de Jackson en cortometrajes musicados. Tanto sería así que, cinco años después, sería el propio Martin Scorsese el que dirigiría el vídeo de «Bad».

En Bad (1987), la confianza compositiva de Jackson ya sólo dejaba sitio para dos temas ajenos y, aunque no alcanzó a su predecesor en cuanto ventas, seguía manteniendo a Jackson en lo alto de la industria pop. En la línea de Thriller, nueve canciones se acabaron convirtiendo en merecidos singles porque la mayoría estaba verdaderamente por encima de la media. Y aunque “Smooth criminal”, “Bad” o “Dirty Diana” seguían explotando su magnética fuerza, era en una balada la que retrataría al cantante. “Man in the mirror” resumiría, junto a “We are the world”, la nueva preocupación de Jackson: los más desfavorecidos.

Después del éxito desmesurado del Bad Tour (en el que llegó a tocar hasta siete veces en el estadio Wembley), Jackson presentó en 1991 Dangerous; era un disco demasiado largo, y sin Quincy Jones su sonido era más dance e industrial que nunca. A pesar de estar por debajo de lo que había hecho antes, el disco tuvo una muy buena acogida. Sería el penúltimo buen disco como tal de Jackson, que más tarde, enfrascado en demasiados aferes extra-musicales tomaría el último impulso para renacer con HIStory (1995), un doble cd con material clásico y nuevo. Adaptado a los nuevos tiempos, Jackson contó con numerosas colaboraciones, entre ellas R Kelly, el rapero Notorious B.I.G., Slash o su propia hermana Janet.

Después de aquel disco que olía a despedida, Jackson, en medio de una vorágine de problemas personales, editó dos discos: Blood On The Dance Floor (1997), un álbum de remezclas que intentó recuperar el sello MJ en los videoclips, y el que sería su último disco, Invincible (2001). El regreso del Rey del Pop en el siglo XXI se paseó por las tiendas con el boicot de Sony por sus problemas conMottola y respondió con siete millones y medio de copias vendidas, pero con el agrio regusto de la crítica, que vio su regreso con satisfacción pero con poca efusividad.

Esa fue la última letra del ABC discográfico de un Jackson que jamás acabó de encajar bien que todas las cosas le llegaran antes de tiempo; los Jackson 5 sin ni siquiera haber cumplido los diez años, la carrera en solitario siendo un adolescente, el primer gran éxito con apenas 21 años, y la coronación como único «Rey del Pop» a una edad demasiado temprana. Todo fue aderezado con una polémica vida marcada por escándalos y excentricidades a partes iguales. Ahora nos toca a nosotros encajar que la despedida de Michael Joseph Jackson nos ha llegado antes de tiempo.

Su legado revolucionó, no sólo el pop, sino la industria musical al completo. Un músico que hace treinta años se propuso no parar hasta que tuviera bastante, y así ha sido.

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