Especial ecos caboverdianos: sones de ida y vuelta

La música que viene de Cabo Verde es, desde siempre, un gran crisol de influencias que es intrínseco a su misma orografía insular. La historia de este Estado (actual) viene precedida por su importancia en las rutas marítimas ya que su localización geográfica permitía conectar Europa, Africa y America. Esta contingencia, obviamente, ha ido esculpiendo la idiosincrasia particular de este archipiélago, como a nosotros la dictadura, cuyos flecos sigue atizando a la gente. A los géneros más tradicionales de la zona como la morna o el funaná, hay que citar otros como la polka, cumbia o la samba que fueron siendo asimiladas por la gente que habitaba la zona. Son miles historias de idas y vueltas. De caer y de volver a levantarse.

Si nos fijamos en su historia, cabe decir que Cabo Verde fue una zona colonizada por los portugueses en 1460 aunque el intento de hacer una colonia a imagen y semejanza se fue al traste porque el clima no era muy propicio para el cultivo de cereales o caña de azúcar; sí que se estableció la superioridad portuguesa a base del tráfico de esclavos, y de ahí se estableció la ruta de explotación y comercialización de los mismos desde África a América.

Una historia que fija en la memoria de sus conciudadanos la esencia del nomadismo. Estas hermosas tierras han visto como la diáspora afectaba a su fisionomía y reductor ideal para modelar el spleen caboverdiano, esa morriña que nos entra por lo que se pierde para siempre, o quizás para volver a restituirlo. Emigraciones masivas de aborígenes a EEUU, Brasil, Portugal, Argentina o Senegal como destinos más concurridos, delimitan esta geografía mental que ha tenido su corolario en la música popular: cantos a la tierra añorada de adopción preñados de saudade, ritmos que son una exaltación a la vida, soflamas políticas en pos de la liberación del yugo impuesto, anhelos de dignidad racial y de trabajo, y así hasta conformar este rico abanico de tonadas que surgen de lo más profundo de la tierra, y tocada e interpretada por y para el pueblo. Eso, y solo eso, es la música pop, ¿no?.

A la tradición del pop de estas latitudes llegué como muchos otros aficionados a la llamada world music, o lo que es lo mismo, en mi caso, escuchando a la gran Cesária Evora. La genial interprete nacida en Mindelo dejó para el recuerdo innumerables canciones contagiadas con esa peculiar nostalgia que mezclaba el fado o morna, el son cubano y demás exquisiteces tropicales. La puerta de entrada a Cesária fue la obra maestra “Miss Perfumado” (Lusafrica, 1992), y coincidió en el tiempo con otro gran descubrimiento para mi que me marcaría para siempre, Salif Keita y su voz de ámbar. Un año que ha pasado a los anales por todo aquello del grunge, el “Nevermind” y las Olimpiadas bla bla bla, pero para hechos y personajes insobornables lo de esta mujer, que de la mano de Adriano Gonçalves (Bana) (figura musical de gran importancia que emigró a Senegal a temprana edad, y de la que hablaremos después), pero sobretodo con la ayuda de José Da Silva (francés con orígenes portugueses) que tenia un sello en Francia, Lusafrica, se fue a Paris a ganarse el pan y poder grabar sus discos después de dejar atrás penosas dificultades económicas, y una maltrecha salud debido al alcohol y la pérdida de seres queridos. Cesária tenía la fortaleza de hablar sobre su país desde el exilio, criticar el ostracismo debido a la colonización, y las miserias de la emigración. Eso sí que era (es) punk, no me hablen del grunge que me da la risa. Otro triunfo de esta mujer es resistir al gozoso canibalismo de la industria musical occidental; de ella quisieron hacer un producto comercial para oyentes chic de baratillo, o lo que es peor, hacer de su música un insulso hilo para aderezar fiestas de diseñadores pijos. Sus canciones aparecen en recopilatorios de Hôtel Costes, y más de un dj oportunista le metía mano a su repertorio con dudoso gusto.

 

Pues bien, dejando aparte a esta gran dama de la música caboverdiana, otro filón que me sirvió para echar el guante a esta mina de sonidos africanos fue mediante las recopilaciones. No hay muchas selecciones de música que se acerquen a los logros de la morna, funaná o la coladeira, pero haberlas haylas, como las meigas. Si alguna vez se llegaron a fiar de mí les recomiendo encarecidamente que se acerquen a esa maravilla que se titula Space Echo. The Mystery Behind The Cosmic Sound Of Cabo Verde Finally Revealed!

Este es un recopilatorio editado por el encomiable sello Analog Africa en el que se nos revela una historia que es, a la vez, un misterio. A saber: en la primavera de 1968 un barco de carga emprendió el rumbo desde Baltimore hasta Rio De Janeiro. El destino era la Esxposiçâo Mundial Do Son Electrônico. Su carga era, como pueden deducir, innumerables instrumentos eléctricos de marcas en boga por aquel entonces como Moog, Rhodes o Farfisa. ¿Llegó a su destino? Pues parece ser que, misteriosamente, desapareció su presencia zafándose de los radares. El buque apareció varado en Cachaço (isla caboverdiana de San Nicolás) para sorpresa de los lugareños. Los vecinos y vecinas del lugar estaban ojipláticos (¡para no estarlo!), y la curiosidad es lo que tiene: ¡se tenía que abrir la mercancía! Según los informes científicos (¡ay lo que disfrutaría Iker Jiménez!) semanas después, el buque cayó ahí por gracia divina o algo así, e incluso se llegó a corroborar presencia de ¡partículas cósmicas!. El caso es que Amílcar Cabral (secretario general del Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde, y figura totémica para la independencia de esas regiones) decide repartir todos los instrumentos entre la población. De todo esto se benefició una población que perfeccionó la técnica del funaná (género musical muy enraizado en esas tierras, y que eran unos sonidos emitidos con acordeón o Gaita y ferrinho (especie de cuchillo golpeado sobre una base de hierro que hacía de elemento percutivo) y que se escuchaba en celebraciones. Preciosa historia digna de Cuarto Milenio.

 

En esta selección podemos encontrar a un personaje fundacional de todo el pop de Cabo Verde, Antonio Sanches. Hombre de planta atlética y rasgos viriles, el bueno de Sanches fue uno de los precursores del funaná, un estilo que fue censurado por la oligarquía política en la época colonial porque se consideraba demasiado salvaje y pasional. Es como una versión lo-fi del espasmo de James Brown, para entendernos. Si quieren bailar sin que haya un mañana, escuchen el clásico “Buli Povo!” que recientemente ha editado también Analog Africa.

 

Si todavía les queda ganas y fuerzas para bailar, sugiero seguir por la senda del anteriormente mencionado Bana. Nacido como Adriano Gonçalves y siguiendo los pasos de su mentor B. Leza, deja su tierra a bordo de un barco, el Neptuno, para dirigirse a Dakar. Allí empieza a cantar en clubes y teatros de la zona. Junto a sus amigos Luis Morais, Toy de Bibia y Jean Dalomba emigra de nuevo a Rotterdam en donde graba un par de discos. A finales de los 60 vuelve a Cabo Verde en donde emprende algún que otro negocio, y hace de mecenas de más de un y una promesa del pop de las islas. Este talentoso hombre tiene una discografía amplísima (da vértigo consultar Discogs) con ricos sones que hibridan la tradición africana y cubana, con una rica sección ritmica y su profunda y templada voz.

Las divas de la canción (la voz femenina es preferente en estos ritmos africanos) tiene un buen numero de ejemplos, y todas ellas tuvieron menor suerte que Evora. Los caprichos del destino. Estoy hablando, por ejemplo, de la enorme Titina. En sus credenciales aparece su nombre real, Albertina Rodrigues Almeida, y nacída en Mindelo, capital cultural caboverdiana. De joven ya despuntaba como interprete, y en 1988 debuta con el estupendo Titina canta B. Léza” (Discos Porto Grande) pasando por el tamiz de su voz las inolvidables mornas del legendario B. Léza. Ambrosia para los sentidos.

 

La savia nueva no deja de crecer, y me gustaría acabar este somero repaso recomendando a una mujer que acaba de editar un disco estupendo que sabe revitalizar un género que parece no tener fecha de caducidad, Nancy Vieira. Esta joven nacida en Guinea y de padres caboverdianos ha tenido una carrera meteórica llegando a girar en los mejores escenarios internacionales, y colaborando con grandes como Indo Lobo o Rui Veloso. Su último disco, Manhã Florida (Lusafrica, 2018) es su sentida incursión en la morna, el jazz, el tropicalismo, y el son. Idas y vueltas.

 

 

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