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James (La Riviera) Madrid 16/05/24

Lo de James roza la religión. Una banda reverencial que lleva décadas ejerciendo, de las que ha estado ahí desde que alcanza la memoria y que, cada vez que visita a Madrid, prende unas vibraciones positivas que encuentran reflejo en el cariño de sus fieles (y talludos) seguidores. Es cierto que en esta ocasión La Riviera (habitual destino del grupo en la ciudad) no completó su aforo, pero lució excelente aspecto y, desde luego, la tradicional devoción con la que recibir a los de Manchester. Quizá fuese porque la anterior visita de la troupe liderada por Tim Booth aconteciese hace relativamente poco (algo más de año y medio). O porque Yummy (But Love Music, 24) último álbum de los mancunianos y el trabajo que venían a presentar, se sitúe sobre el papel un peldaño por debajo de su antecesor, All The Colours Of You (But Love Music, 21).

Poco importa, en realidad, porque un concierto de James debe entenderse, sin espacio para el error, como ese emotivo reencuentro con una banda inesquivable que, durante casi dos horas, regenerará específicos sentimientos a flor de piel apurando el poso de los clásicos modernos. El combo ha decidido seguir mirando al frente y publicar nuevo material con regularidad, invitando a rascar en busca del puñadito de gemas correspondiente. Una actitud extendida a sus directos, en donde renuncian a vivir de las rentas para desgracia de quienes acuden a la llamada motivados solo por una cartera inacabable de hits.

En efecto, el show estuvo repartido de forma entreverada y (más o menos) equitativa en dos partes. Por un lado, las canciones recientes, crecidas exponencialmente al contacto con las tablas y sobre su versión de estudio, del tipo de “Is This Love”, “Hey”, “Our World”, “Life’s a Fucking Miracle” o “Way Over Your Head”. En el rincón contrario, el consabido picoteo de entre singles clásicos recibido con los consecuentes honores y hasta motivar la lágrima, caso de “Ring The Bells”, “Come Home”, “Tomorrow”, “Say Something”, “Sometimes” o “Getting Away With It (All Messed Up)” como cierre.

Unas y otras lucieron imponentes, con excelente sonido, potencia y la solidez de una banda tan numerosa (en la actualidad hasta nueve músicos) ejerciendo sin fisuras. Es cierto que Booth ya no exhibe sus bailes electrificados con tanta frecuencia como antaño, y puede que la puesta en escena resulte, en sí misma, menos vistosa. A cambio, la épica inherente al grupo (esa siempre bien entendida y conmovedora) surge de la propia ejecución, la misma que resulta arrasadora y continúa teniendo como punta de lanza a la estratosférica voz del aún carismático Booth.

Un vistazo superficial podría sugerir que el concierto de los británicos careció del impacto de antaño. Se trata, sin duda, de un espejismo. James rubricaron una excelente actuación en la que, como suele suceder, cada uno de los asistentes echó en falta piezas del puzle personal (por ejemplo, una “Laid” que sí había sonado la noche anterior en Barcelona), pero cuyo torrente genérico resultó tan arrasador como obviamente alejado de la victoria fácil. Es el poder intrínseco de ciertas bandas. Un privilegio ganado con las décadas. James son familia. Son atemporales. Son amor. Son la felicidad absoluta concretada en un espacio de tiempo. James volvieron a ser todo eso y mejoraron el mundo durante más de cien minutos. Los que estuvieron sobre ese escenario de La Riviera que los acoge, una y otra vez, con inmutable ilusión.

Fotos James: Blanca Orcasitas

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