Kim Gordon – No Home Record (Matador)

Hace pocos días, en el especial que escribí sobre Sonic Youth, expresaba mi admiración hacia la figura de Kim Gordon. Sigo en mis trece: sin el bajo y la voz de la neoyorquina el sonido de la banda hubiera sido bastante menos reconocible. Ella era la dueña y señora de los movimientos sísmicos y los momentos de calma de los autores de Dirty.

Veo fotos de Kim estos días por las redes y me sigue pareciendo irresistible: en su espigada figura se da sentido a todo el campo semántico de lo sexy. No sé si cool sería el término adecuado (quizás muy hipster y pasado de moda, ¿no?), pero ella irradia un savoir-faire de un magnetismo brutal, y una mirada felina que me deja en el sitio. El poder de fascinación que ejerció sobre mí el video de su single de adelanto “Sketch Artist” me duró días. Kim en su papel de ubertaxista con sus ojos ribeteados en purpurina me recuerda a Édith Scob en la película Holy Motors de Leos Carax; extraños transeúntes que caen al suelo de forma espasmódica; una fotografía de fría tonalidad que recuerda a las pesadillas de neón de Nicolas Winding Refn o Gaspar Noé.

La sacerdotisa del noise se ha mudado a Los Angeles en donde se crió, y se reencuentra con sus recuerdos en una ciudad gentrificada y atestada de modernos, y con las leyendas que forman parte de su cosmología: el misticismo que rodea la música de Laurel Canyon, la Manson Family, y en definitiva, esa tierra en la que los anhelos y la muerte convergen en una aureola de lo desconocido.

No Home Record (Matador, 2019) recoge el título de un documental de la cineasta belga Chantal Akerman (No Home Movie, 2015) en la que la autora recoge, en una especie de home movie, los testimonios de su madre, superviviente de Auschwitz.

Estamos ante un disco excelente y totalmente coherente con su imponente trayectoria. Partituras rebosantes de sonidos acerados, musculosos (gran aportación en la producción de Justin Raisen, también productor de Charli XCX o Ariel Pink), y de una belleza tornasolada y oblicua que intriga e hipnotiza a partes iguales.

“Air Bnb” (“American idea, American idea/Copyright, copyright”, sobran comentarios) es un guiño a la no wave, con unas guitarras muy deudoras de DNA, y por donde asoma la figura Pete Thomas de Pere Ubu. El trazo industrial da forma a gemas como “Don’t Play It”, y “Cookie Butter” que la arriman a las ascuas de Chris & Cosey, y en donde su voz declama estableciendo un insólito karma de ruidos, silencios, espacio, y respiración. Un ente orgánico que te inocula un dulce veneno. El rock de “Hungry Baby” es la conexión entre Iggy Pop y Jeffrey Lee Pierce y sigue removiéndome en lo más profundo; “Earthquake” es una balada en la que Gordon se siente libre de expresarse vocalmente sin ningún tipo coartada (el desafine es un arte disruptivo), y las guitarras van creando un magma electroestático afín a la estética drone más pastoral. Acaba este admirable disco que radiografía el desmoronamiento de la cultura y moral (norte)americana -asimilable a toda la cultura occidental- con ese trip hop mutante, «Get Yr Life Back», que corona un trabajo para enmarcar.

Escucha Kim Gordon – No Home Record

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