McEnroe (Círculo de Bellas Artes) Madrid 07/06/19

Cuando escribí para esta casa la reseña del último disco de McEnroe, La Distancia (19), comentaba que tenerles era algo así como un milagro. Pues bien, tenerles en directo ya es el milagro hecho carne en sí mismo. Las dificultades y circunstancias geográficas y personales que rodean al combo hacen que disfrutar de sus actuaciones en vivo no sea precisamente una tarea fácil. Y, desde luego, el público, que había colgado el cartel de no hay billetes hace tiempo, lo sabía tanto como yo.

En un entorno coqueto y distinguido, mucho mejor que aquel en el que vi por última vez a Ricardo Lezón, McEnroe llegaron a escena con los nervios estimulantes de defender una gran obra, otra más para afianzar una carrera que hace años ya les ampara como una de las mejores bandas que tenemos en nuestro país.

Estaba algo temeroso tras presenciar el show que dieron Nebraska como teloneros, lastrado por un sonido deficiente, si bien su entusiasmo primerizo lo supo paliar; Pero una vez que arrancó la noche con “Como tú”, las dudas se saldaron: un sonido cristalino y rico, donde los matices afortunadamente no se perderían, nos envolvió.

Y no tardó en llegar la primera dentellada al corazón con “La electricidad”, la canción elegida para rememorar su magno Rugen las flores (15) – la otra fue una bonita interpretación de “Cae la noche”, obviando sorprendentemente el título homónimo de dicha obra.

Pero lo que venían a presentar era La Distancia, un disco de largo recorrido, continuador, que no continuista, con su saber hacer, con su labor artesanal de canciones henchidas de sentimientos valientes en peligro de extinción. Así, de su último largo brillaron espectacularmente “La distancia del lobo”, por encima de todas, junto a una bonita toma de “Luciérnagas” y una “Cerezas” tocada con auténtica maestría por una banda seria y concentrada.

Los guiños al pasado asomaron espectaculares, dotados de mayor gravedad, oscuridad y cuerpo. Fabulosa la defensa de “Montreal”, “Tormentas” y “Cuando suena this night”, pero especialmente desarmante la muralla de sonido casi post-rock que impregnó “La Palma”, conmoción máxima para quien les escribe.

Con una parroquia entregada a su cadencia melancólicamente constructiva, McEnroe nos regalaron un bis final con una inesperada “Asfalto (libres los animales)” (la canción que acumula más lágrimas de servidor en 2019), imposible de plasmar en su majestuosidad sobre las tablas y menos aún sin el contrapunto fabuloso a la voz de Jimena Lezón, la hija de Ricardo, y una celebrada “Un rayo de luz”, quizás el punto más terrenal de un concierto que nos subió a cielos difícilmente alcanzables.

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