Robert Henke (Teatros del Canal) Madrid 31/05/23

La recurrente presencia de Robert Henke estos últimos tiempos por los escenarios de nuestro país es una gran noticia. No solo porque su nombre está asociado al de los grandes punteros de la electrónica experimental y del videoarte, eso que ahora se viene a llamar A/V, sino también porque permite presenciar y escuchar, en relativos intervalos cortos de tiempo, los distintos henkes.

Recientemente, el alemán se descolgó con su CBM 8032 AV en el LEV de Gijón, una propuesta a medio camino entre lo que presenciamos en Teatros del Canal y en lo que pudimos sumergirnos en su anterior paso por Madrid. Esto es, de esos tres henkes, el de Lumière III, el espectáculo que presentó en Canal, es el que deja pleno potencial y vende casi todo su éxito a la apuesta audiovisual, replegándose él a un segundo plano oculto desde el que poder dirigir su hipnótica producción.

Un sobrio escenario sobre el que descansaban cuatro altavoces iba anticipando esa faceta. Nada más anunciar el comienzo del espectáculo, Henke saludó al público desde el frontal, explicando en qué iba a consistir esa tralla visual y brillante sobre la que gira su espectáculo: láseres, figuras, grafías y, sobre todo, trucos visuales. Tomó posesión de la retaguardia y comenzó a disparar luces, constatando líneas rectas, primero, para ir rotando hacia la geometría.

Sin embargo, es reseñable para nuestro campo la aportación musical y la conjunción y acompasamiento en el baile de lo visual y lo sonoro, pareja indisoluble de esa nueva ars sonora o de la vieja videoinstalación que, con su unión, paren este nuevo concepto. Durante el primer tramo del viaje, Henke recurrió a su experiencia drone, ideal para entrar en materia por su aparente sencillez oscura e industrial que suavizaría posteriormente con ritmos más asequibles al no habituado, aunque quizá para entonces la palabra fuera esa, ritmo.

Dividió en dos su volquete de luz y sonido, pero también en cuanto a la propuesta de estilos musicales, ahondando en esa segunda parte en un difícil equilibrio entre el paisaje ambient y la intensidad del beat, acelerado y reproducido por su videoinstalación con pulsantes réplicas. Si el humo se había convertido en esencial en su propuesta de la primera parte, en esta segunda lo sería todavía más por la clara progresión del dibujo de escenarios oníricos en la tridimensionalidad de las nubes de agua y glicerol que llenaban la sala para entonces.

En ese entorno, a medio camino ya entre el sueño y la realidad, Henke sacó de la experiencia a su público, mitigando esa luz cegadora, a veces no apta para aprensivos de la cirugía ocular, marcada por una deceleración también de su música, indicando que la propuesta de este henke no es eminentemente sonora, como la de Dust, pero tampoco lo es eminentemente visual, por mucho que así pudiera parecerlo.

Fotos Robert Henke: Ana Yñáñez

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