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Tangerine Dream (Circo Price) Madrid 01/04/25

Los componentes de Tangerine Dream, o, por lo menos, en su versión actual, regresaban a los escenarios españoles tras casi seis años de ausencia. Thorsten Quaeschning, Ulrich Schnauss y Hoshiko Yamane llegaban a Madrid en la tercera cita de su Continuum Tour, una gira que empezó en Granada y que, tras pasar por Valencia, recaló en el Circo Price para darse la mano con el público madrileño antes de aterrizar en Barcelona. Lamentablemente para todos, el aforo lucía a medio gas, con una entrada algo baja para un grupo al que se le sabe una dimensión histórica, aunque aquí quepa preguntarse si ha habido respetable que se ha bajado tras la muerte de Edgar Froese.

En esas tuvieron que debatirse el trío de músicos, pero, incluso con cierto viento en contra por lo frío del ambiente, demostraron que su técnica y su propuesta sigue siendo válida para ir calefactando el entorno. Cerca de dos horas y media de concierto se antojaron más que suficientes para revalidar ese compromiso con la audiencia, que comenzaría escuchando ciertas pautas técnicas que Thorsten Quaeschning explicaba en aras de apuntalar esa pulcra medida que les caracteriza.

A Tangerine Dream se les puede abordar de distintas maneras. Sin embargo, el heredero designado ya había apuntado que por la noche desfilaría todo. O que todo tendría cabida, desde lo nuevo hasta lo viejo y lo más viejo. En el fondo, ese viaje que se oferta y que va sumando piezas de distintas épocas conforma en cada ocasión que tienen en directo una especie de retrospectiva sin finalizar donde, como si de una celebración se tratase, lo que prima es toda esa empresa que es la formación y, sobre todo, su música.

Por eso los primeros minutos deambularían entre esas bambalinas, sacando a la palestra recuerdos perfectamente ejecutados y con el papel técnico perfectamente aprendido por cada componente. Quaeschning actúa como maestro de ceremonias, retomando algo del papel de Froese para con las tareas de Schnauss y de Yamane. En ese libro aparece esa electrónica más pura, algún retazo de la génesis de su sonido y notas propicias para estos tiempos contemporáneos, temas que van surgiendo ante la atenta mirada de un compendio de instrumentos analógicos que sirven también como declaración de intenciones.

En ese barniz moderno saltará Horizon, las dos partes, tejiendo con su revisión de 2019 un origen temporal complicado, de mediados de los ochenta, y que saldará con un notable alto ese tramo concreto. Los destellos hacia los reglajes circulares del espacio fantaseaban con una abducción new age y ese kosmische del que son padres, y en esa ejecución se encuentra también parte de esa evolución, claro.  Aparecerá también los vaivenes sonoros de Continuum, homóloga a la gira, que depositaba más ambient y sumaba más paisajes de regocijo de los que había dejado previamente You’re Always On Time, eso sí, algo más acelerados.

Sigue latente la idea del todo, aunque se pueda desmenuzar. Cabría pensar que esa no es la manera de involucrarse porque esa separación no está en los planes de la oda de corte sinfónica que representa esa retrospectiva. No es tanto la pulsión repetitiva de Chronozon o la tranquilidad que produce Portico, con esas inserciones tan características. No, lo importante es el todo y lo que quepa en ese absoluto. Si al final de una hora y tres cuartos, Quaeschning decide acelerar el ritmo y los beats para convertir esa sinfonía en un elemento festivo es por algo. Y es para que Schnauss disfrute de los teclados, para que Yamane se aleje de su fase estática para derrochar energía mientras modula sus aparatos, para que el público reciba por todo lo alto el primer saludo.

Ahí podría haber sido un final enérgico, por lo menos en ese caldeo de ambiente, pero volverían por petición popular, y lo harían con una pieza eterna, larga, de esas que reflejan lo poco que podía no estar representado en ese recorrido que va de los Phaedra o los Raum o de su historia actual a la pretérita. Gustó al público su dedicación y entrega, también esa compenetración técnica y lúdica del disfrute coordinado de quienes forman ahora Tangerine Dream y que dejaron claro, no solo saber cuál es su cometido, sino como seguir en la línea, curiosamente, de sacar del museo la historia de los alemanes.

Fotos Tangerine Dream: Álvaro de Benito

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