The Knife – Shaking The Habitual (Mute Records)

El álbum es extremo, es superlativo, es desconcertante y además es muy hermoso. La esperada nueva entrega de los genios de la Suecia electrónica es (otra vez) bailable en la intimidad y objetivamente irritante, pero sobre todo es tremendamente emocionante y evocador. Ni siquiera es adictivo, es más bien necesario. Artísticamente superior a cuanto haya tenido la oportunidad de escuchar con atención en tiempos cercanos.

No habrá término medio, lo odiarás o lo amarás. Yo ya he caído rendido a sus pies. Claro, que a mi favor he de decir que ya llevo un tiempo arrastrando la maleta cargada con la filosofía musical de los hermanos Dreijer. Será difícil que caigas en su red conspiradora sin antes haber consentido una aproximación cercana al mundo de los hermanos Karin y Olof. Te recomiendo que si no lo has hecho ya antes de seguir con la reseña les otorgues unas cuantas y concienzudas escuchas a sus brillantísimos «Deep Cuts» (2003) y «Silent Shout» (2006), así estarás más familiarizado con el Mundo Básico de su música, entendiendo como tal concepto el que se refiere a reducir hasta la base, hasta llegar al núcleo.

The Knife siempre han disfrutado desnudando conceptos y estilos musicales hasta los huesos, pero lo hacen atomizando las canciones a través de arreglos milimétricos y de insufrible trabajo que dan como resultado canciones redondas y extrañamente atemporales. La vigencia de sus temas estrellas varios años después de su publicación, tales como «Marble House» (2006), «Heartbeats» (2003), «Pass this on»(2003), «The Captain» (2006) o «We share our Mother´s Health» (2006) es irrefutable y además resultan imprescindibles en cualquier discoteca bien planteada.

Pero aquí y ahora los hermanos Dreijer vienen abanderando causas perdidas, enarbolando en un disco casi conceptual la diferenciación y diversidad de géneros como otra grave realidad que coexiste y habita entre nosotros. Para ello utilizan la música, la instrumentación, la musicalización como si fuera la misma letra de las canciones, así para serles fiel a tanta teorización se machacan a golpes con barras de hierro un disco que hubiera podido resultar otra joya de pop bailable hasta dejarlo irreconocible, de nuevo atomizado hasta sacar a la luz el esqueleto. El resultado es una creación artística sin parangón ni primos cercanos conocidos, que va mucho más allá de lo que podría considerarse un álbum con mucha personalidad. Es un auténtico manifiesto del trabajo de dos diseñadores, que aúnan virtuosismo y diversión con aspereza y «postureo», sirviéndose de un mensaje, no como vehículo de transmisión, sino convirtiendo el contenido en el continente.

Claro que cabe preguntarse si era necesario crear canciones de casi diez minutos de duración, claro que cabe preguntarse a qué ton viene incluir una sola canción de casi veinte minutos que parece aportar nada en las primeras escuchas, «Old Dreams Witing To Be Realized», pero también cabe preguntarse por qué es imposible dejar de escucharlo, por qué hay una necesidad imperiosa de comentarlo, de escucharlo, de hablarlo, de seducir a través de él y de convencer acerca del mismo. Yo tomo partido y abiertamente considero que estamos ante una joya de no tan difícil digestión como a primera escucha pudiera parecer. Como ejemplos pongo los singles «A Tooth for an Eye» y «Full of Fire» con las melodías más reconocibles de todo el largo álbum, a los que siguen muy de cerca el himno tribal «Without You My Life Would Be Boring» o la enigmática y elocuentemente siniestra «Wrap Your Arms Around Me», tal vez esta última contenga toda la carga genética del álbum. De hecho es esta última, el quinto corte, la que resume de un plumazo todo lo que abarca el LP, y lo consigue en unos raquíticos 4:36 minutos. Por lo que de nuevo cabe preguntarse si eran necesarios sus casi 100 minutos de duración.

Un álbum de una potencia tan desatada y calculada es difícil que reúna a una legión de seguidores descomunal, pero los que como yo acepten las reglas del juego, quedaran maravillados con la utilidad y la pasión que rezuman piezas de arte contemporáneo tales como «Raging Lung», el paroxismo discotequero de «Networking»  y la gran traca final de «Stay Out Here» y «Ready To Lose».  El descacharro que supone enlazarlas a través de «Fracking Fluid Injection» o algún que otro interludio aburrido de ese estilo se excusa si las entendemos como pequeñas piedras en el camino, necesarias hacia la excelencia. Una versión renovada e incómoda de las baldosas amarillas de Oz, pero con un final mucho más apocalíptico, árido, cruel y hermoso. Completamente disfrutable. Una obra maestra discutida, pero no discutible. 

 

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