Ebbot Lundberg (The Soundtrack Of Our Lives) Fotomatón Bar 01/03/25
Si alguna vez has soñado con estar en el salón de tu casa mientras uno de tus cantantes favoritos te canta al oído, el pasado uno de marzo, en el Fotomatón Bar de Madrid, fue lo más parecido a esta fantasía. Un concierto íntimo, casi secreto, armado en 48 horas, como si fuera un plan de última hora con tus colegas. Al fin y al cabo, puede que solo fuera eso y no hay nada más importante en la vida que un buen plan con buena gente.
El exlíder de The Soundtrack of Our Lives, con su inconfundible presencia de profeta nórdico, se plantó en el diminuto escenario con nada más que una guitarra acústica y un repertorio plagado de nostalgia, pero también de misticismo (siempre inherente al gigante sueco) y de energía positiva.
No había una gira oficial, no había una promoción detrás. Simplemente, Ebbot Lundberg estaba pasando el fin de semana en Madrid y tuvo la brillante idea de que, ya que estaba por aquí, bien podría regalarnos una tarde única, compartir algunos temas y enseñarnos sus nuevos trabajos. Dicho y hecho, rápidamente mi amiga María Bonet (sin la que esto no hubiera sido posible) y un servidor nos pusimos a trabajar en ello. El Fotomatón bar, con la siempre dispuesta Sandra a los mandos, nos ofreció su escenario (¡gracias!) y et voila.
La noticia corrió rápido, en gran parte también gracias a: esta casa, a J.F. León a Ana Dara y a un buen puñado amigos del rock que sería imposible mencionar en tan pocas líneas. En cuestión de horas se colgaba el cartel de sold out. Noventa personas, como en un vagón de metro en hora punta, pero con la diferencia que aquí nadie quería llegar pronto a su destino.
Como si Ebbot nos estuviera preparando para un viaje por la memoria (la suya y la nuestra) los arranques no pudieron ser más simbólicos: una destartalada, anárquica y casi improvisada “Five Years” de Bowie, o “Arnold Layne”, un guiño al Syd Barret más loco, para enlazar un poco más adelante con “Grand Canaria” de los inevitablemente presentes TSOOL.
Quizás los momentos más disfrutables y emotivos vinieron con temas de su pasado en los mencionados TSOOL, “Instan Repeater 99”, “Nevermore”, o “The Passover” – esta ya al final apoteósico – canciones que, en su versión más minimalista, como era el caso, seguían teniendo ese aire épico que supuraba todo el cancionero de TSOOL.
Aceptar el consentimiento para ver esto
También hubo temas de su carrera en solitario, o su proyecto con The Indigo Children, como algunos nuevos (e irreconocibles) que tuvimos la suerte de poder escuchar de primera mano.
Hubo momentos para el cachondeo, improvisaciones y gracietas, algunos “gallos” propiciados, sin duda, por el constipado que llevaba arrastrando días y rasgueos de guitarra ¡Pero qué guitarra!, no una cualquiera. La guitarra en cuestión fue cedida por Patricia Maestre (gracias), una preciosa sigma D28 con licencia Martin; y resulta que perteneció a la madre de esta. Según ella mismo me relató, su madre la compró porque era la misma guitarra que usaba Johnny Mitchell. Al final Ebbot iba a tener razón y los astros y planetas se había alineado para que todo saliera bien.
Otra gran sorpresa inesperada, al menos para mí, fue una de esas que te deja la boca abierta y la piel de gallina, la versión de “Hurt” de Nine Inch Nails, que en manos de Ebbot se convirtió en una canción casi cósmica. Un golpe en la cara y en los oídos y que fue capaz de dejar la sala en un silencio que casi se podía cortar por unos instantes. (Un cero y una colleja a la peña que no calla ni debajo del agua, en conciertos acústicos, por cierto).
No sabíamos muy bien si habíamos asistido a un concierto, o a una sesión de espiritismo, en el que la ouija no invoca a fantasmas chungos, más bien a recuerdos y a sensaciones, tiempos pasados que volvieron al presente. No hubo despedidas teatrales ni bises, solo Ebbot reuniéndose con sus fans en el escenario, firmando discos y con sus nuevos trabajos en el zurrón que llevaba a modo de mochila.
Ebbot Lundberg llegó a Madrid sin planearlo y nos dejó con la sensación de haber vivido un sueño. Las cosas buenas de la vida a veces funcionan así: aparecen sin avisar, te sacuden y desaparecen, dejándote con el deseo de que eso, lo que quiera que sea, vuelva a ocurrir.
Fotos y vídeo Ebbot Lundberg: Fernando del Río