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Libro: Hispavox. El Sonido de una Época (Lenoir Ediciones)

Últimamente me encuentro muy atraído por esos libros musicales donde los que hablan no son los músicos ni los compositores, sino productores, ingenieros de sonido y, en general, gente que ha estado en primera línea mientras se grababan algunos de los mejores discos de la historia de la música popular. O si no de forma directa, a menos libros donde se cuentan sus experiencias y sus trucos. En los últimos meses he disfrutado muchísimo de dos libros de ese estilo. Uno es The Producer as Composer (MIT Press), de Virgil Moorefield, que repasa la evolución del papel del productor en los discos desde el mero facilitador de la grabación, en sus inicios, hasta la revolución de gente como Phil Spector, George Martin, Brian Eno o Trent Reznor, pasando por la intrahistoria de discos como Pet Sounds o The Dark Side of The Moon. El otro es El Sonido de los Beatles (Indicios), de Geoff Emerick y Howard Massey. Emmerick fue asistente o ingeniero de sonido en buena parte de la discografía de los Beatles, y es tremendamente didáctico, interesante y a la vez desmitificador leer sus vivencias de primera mano en aquellas grabaciones mágicas. Dos lecturas deliciosas.

Es por eso que este Hispavox: El Sonido de una Época, de Lenoir Ediciones, me llamó la atención desde el primer momento. No solo por contar la historia de la que posiblemente haya sido la discográfica nacional más importante del siglo XX, sino también por estar escrita por José María Díez Monzón, que estuvo trabajando en la compañía como ingeniero de sonido entre 1977 y 1984. Es cierto que son pocos años y que si solo se ciñera a ese intervalo de tiempo se dejaría fuera tal vez lo más interesante por poco conocido, pero por suerte no lo hace. El libro se divide en dos partes: la primera, titulada Lo que no viví, me contaron y leí, abarca desde la fundación de Hispavox hasta 1977; la segunda, Lo que viví y ahora cuento, refiere sus experiencias personales desde su entrada en el sello hasta la práctica desaparición de este, absorbido por EMI a mediados de los 80.

El libro es interesantísimo en varios aspectos. Quienes estén más interesados en aspectos técnicos de las grabaciones encontrarán nutrida (a veces demasiada para un profano) información al respecto. Mucha, teniendo en cuenta que Hispavox renovó sus estudios en varias ocasiones, y cada una de ellas está explicada con todo detalle. Sus míticos estudios de la calle Torrelaguna revelan aquí prácticamente todos sus secretos técnicos. Otro aspecto de interés, lógicamente, es conocer la historia de un sello que abrió un camino, o varios, en cuanto a técnicas de grabación, A&R, márqueting, etc. Es fácil estar de acuerdo con Díez Monzón cuando defiende su tesis de que Hispavox trajo a España la modernidad en cuanto a cómo grabar, producir y distribuir productos musicales. Finalmente, es una delicia repasar la historia del sello y de los artistas y grupos que por él pasaron, porque es casi lo mismo que repasar la historia de la música en nuestro país, y no solo de la música, en unos años efervescentes que coincidieron, algo de lo que también se habla en el libro, con la tímida apertura exterior del franquismo, el final de la dictadura y la transición hacia la democracia. Mucha de la música de aquellos años hay que entenderla en ese contexto histórico, y este volumen ayuda a hacerlo.

Por supuesto, están también los nombres propios y los discos. Desde los inicios con Marujita Díaz, Sara Montiel, Pepe Mairena o Antonio Machín hasta su participación en la llamada Movida, editando discos impresdincibles de Alaska y los Pegamoides / Dinarama, Radio Futura o Nacha Pop, el desfile de mitos de nuestra música es impagable. Ahí están o estuvieron en los 60 y primeros 70 grupos como Pekenikes, Los Pasos, Los Mitos, Módulos, y artistas como Miguel Ríos, Jeanette, Raphael, José Luis Perales, Mari Trini. Asistimos a la apuesta de Hispavox por lo clásico, por lo moderno (con algunas reservas), por lo autóctono (ahí estaban, año tras año, sus discos de la Feria que ayudaron a popularizar las sevillanas) e incluso por lo bizarro, como aquellas grabaciones de los Monjes de Silos o el intento de hacer de Mari Cruz Soriano nuestra Richard Clayderman, su empecinamiento en lanzar ídolos infantiles (Enrique y Ana, Caramelos) y adolescentes (Pedro Marín), la recuperación en los 80 de figuras como Juan Pardo o Raphael, y anécdotas como el rechazo en su momento, al más puro estilo Decca con los Beatles, de artistas como Julio Iglesias o Luz Casal. Todo ello sin olvidar que, en sus momentos de mayor gloria, Hispavox distribuía en España buena parte de la mejor música que se hacía en el ámbito anglosajón, contribuyendo también en ese sentido a nuestra entrada en la modernidad musical.

Para el final he dejado dos nombres igual de importantes que los citados: Waldo de los Ríos y Rafael Trabuchelli. Dos nombres sin los que el subtítulo de este libro (El Sonido de una Época) no tendría ningún sentido. Ellos fueron quienes dotaron de personalidad a buena parte de las grabaciones del sello, dando carta de nacimiento a lo que se llamó el Sonido Torrelaguna. Por supuesto el libro se encarga de destacar su importancia en la historia de Hispavox, y también su decadencia con los cambios en la cúpula del sello y la irrupción de nueva generaciones de artistas, productores y también directivos.

Un libro imprescindible para conocer lo que se cocía en la industria musical en los turbulentos y apasionantes años 60 y primeros 70, para descubrir o redescubrir nombres medio olvidados hoy (una maravilla recordar aquellos éxitos mundiales de Monna Bell) y, por qué no, para revisar con cierta nostalgia aquellos años de adolescencia pegados a una radio en los que, sin saberlo, escuchábamos más éxitos grabados o distribuidos por Hispavox que los de cualquier otra discográfica.

Puedes comprar el libro: Hispavox. El Sonido de una Época (Lenoir Ediciones) de José María Díez Monzón en la web de su editorial.

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