Grupo Salvaje – Sala el Sol (Madrid)

En ocasiones existen ciertos paralelismos entre el original y su inspiración.
Los miembros del Grupo Salvaje que nos presentaba Sam Peckinpah en 1969 eran conscientes de enfrentarse a un trágico final y lo asumían como algo natural. La banda de los forajidos Pike Bishop, Dutch Engstrom o Deke Thornton, perdedores por antonomasia, vivían movidos hacia una tragedia predestinada, pero lo hacían curtidos en valores como la lealtad y el orgullo.
Los liderados por Ernesto González también pueden asumir su final con la cabeza bien alta. Ellos quizá no hayan tenido la repercusión merecida, ni hayan calado en una escena en ocasiones más preocupada en banales fuegos de artificio que en lo que realidad importa, a pesar de haber facturado tres grandes discos, de habernos cautivado en cada una de sus presentaciones en directo, de haber participado en homenajes al Hombre de Negro (desde su debut In Black We Trust (04) quedaron claras sus intenciones) o de haber musicado una radionovela sobre las desventuras del viaje a la Antártida de Robert Falcon Scott.
Grupo Salvaje han tenido una coherente evolución en su sonido que terminó derivando en III, un epílogo algo premonitorio en el que como comentaba mi compañero Jorge Salas al reseñarlo, «se asemejan bastante a la historia del escritor que no consigue su reconocimiento en vida». Finalmente así fue y por desgracia, decidieron decir «aDiós», como reza una de las canciones del disco y se despidieron en una sala El Sol llena de amigos y admiradores que quisimos acompañarles.
El concierto estuvo formado por canciones de este último trabajo, que interpretaron entero, además de piezas antiguas y versiones de algunos de sus artistas y compositores favoritos. Así, abrieron llevando a su terreno el tema de «Twin Peaks» de Angelo Badalamenti, para imbuirse de lleno en III y dar paso a la emocionante «De Hornos al Fin del Mundo», la melódica «Regreso a Tsalal» y «Tormento», ese hit que nunca lo fue.

La estremecedora «Su Abismo», dedicada a Nacho R. Piedra quien acaba de realizar un magnífico videoclip del tema, quebró la voz de Ernesto González y nos puso un nudo en la garganta. A la que siguió ese derroche de sentimientos que es la gran «Leviatán».  The Byrds se sumaron a la noche en «The Ballad Of Easy Rider» y el espíritu del «Come Together» de Spiritualized apareció con «Te has quedado para vestir santos», que sonó más intensa y rotunda que nunca.

Miraron atrás en el tiempo para rescatar «Ni Dios ni Amo» y «Barrabás», dos contundentes piezas de oscuros e inspirados desarrollos entre el postrock y la psicodelia de los primeros Pink Floyd, y como no podía ser de otra forma, se acordaron de Johnny Cash interpretando su «The Long Black Veil».

Otro de los invitados fue Abel Hernández (Migala, El Hijo), productor de sus primeros discos, que subió al escenario para entonar el «aDiós» junto a sus amigoss. «La Hora de los Ocultos», pieza definitoria de su sonido final dio paso a la inédita «Hermanos del Alma», que por desgracia no podremos disfrutar en un futuro disco del grupo.

La noche se cerró a lo grande, con los 9 minutos sin desperdicio de «Vigilia de Pentecostés» y la fiereza de una «Jonás de las manos sucias» que sonó como un golpe seco. Pero aún había más, merecíamos un bis y Townes van Zandt se apareció con su «Waitin´ Around To Die» para que finalmente al ritmo de un «Vals de las olas contadas», Grupo Salvaje desaparecieran para siempre, pero no trágicamente como reza la canción («nunca pensé acabar así, acunado por agua tan gris»), sino dejándonos a todos con la sensación de haber asistido a una emotiva, pero alegre despedida. Gracias.

 

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