John Dwyer – Chime Oblivion (Deathgod)
Seguir la pista de John Dwyer no es tarea fácil. A la manera de un John Zorn – y salvando las distancias – al californiano le gusta rodearse de muchos músicos para pergeñar alianzas de lo más variopintas, además de liderar a los Thee Oh Sees (grupo que ha tenido diferentes nombres a lo largo de su amplia trayectoria garagera).
Para su nuevo disco a su nombre (si no calculo mal sería el décimo en su haber), ha ampliado la paleta de colaboradores. En su nueva reencarnación le acompaña una banda de experimentados músicos. Veamos: Brad Caulkins, H.L. Nelly , Tom Dolas, Weasel Walter y David Barbarossa son sospechosos habituales de la escena underground del reino de Trump, y Barbarossa además tocó la batería en los míticos Bow Wow Wow y Adam & The Ants entre otros. Todo en su sitio para un festín de ritmos vigorosos y supervitaminados.
Porque Chime Oblivion (Deathgod, 2025) va directo al grano a trepanar nuestros oídos a base de pentagramas llenos de ritmos vibrantes en donde todo es una retahíla de mini himnos de naturaleza fibrosa y correosa. Punk cantado bien alto y con orgullo por H.L. Nelly la cual actúa como una sacerdotisa del ritmo, o como si Lydia Lunch se hubiera liado la manta a la cabeza y estuviera componiendo a pachas con James Chance en un fin de semana loco.
Píldoras en forma de canciones que en su mayoría no alcanzan más allá de los dos minutos, pero que tienen un empaque lustroso. Es imposible no bailar cuando uno pone “Neighborhood Dog” en donde un saxo cruza la canción y crea una ambientación digna de las Slits y la No Wave. Estos mismos parámetros definen “Kiss Her Or Be Her”, “Heated Horses” (aquí con un oblicuo diálogo entre percusión y saxo que recuerda a los Devo).
El ruido tribal se cuela en los desencajados ritmos de “And Again”, el punk con ecos a The Raincoats y al funk esculpe “Smoke Ring”, y en “I’m Not A Mirror” podríamos escudriñar las herencias contraídas con los Ramones, Neil Young, Poly Styrene, o Kathleen Hanna.
Así de adictiva es la propuesta de este músico que le encanta perderse por caminos boscosos y bien escarpados. Asilvestrado es poco.