The Parson Red Heads – Lifetime Of Comedy (You Are The Cosmos)

Siempre es un placer reencontrarse con los amigos, sobre todo en circunstancias en que escasea el calor humano. Considerar amigo a un artista que se reúne contigo a través de música enlatada en un disco puede resultar fantasioso, incluso pueril, si queréis, pero a veces es mucho más reconfortante que el contacto directo con personas del entorno, sobre todo cuando los tiempos que corren llevan irremediablemente a tomar la desconfianza y el temor por bandera, que uno no para de divisar en miradas parapetadas tras mascarillas de colores surtidos. La música y, en su seno, las canciones, son ese cobijo que no podemos buscar ahora demasiado en seres cercanos, pero que sirve de consuelo en la oscuridad.

Ese efecto, no obstante, no lo pueden lograr todos los músicos, si no sólo los especialmente dotados y dentro de estos últimos, aquellos que transmiten su mensaje desde la sencillez, la humildad y el sentimiento de igualdad respecto a su audiencia. Es el caso de la banda que nos ocupa. Un combo, podríamos decir, familiar, cuyo núcleo duro lo define el matrimonio formado por Bettie Marie y Evan Thomas Way, los cuales se rodean de sus amigos de siempre allá en Portland, Oregón, para ensamblar algo llamado The Parson Red Heads, en honor, precisamente, a las encendidas cabelleras que gasta la pareja central.

Juntos han ido cincelando una serie de discos que han quedado en un ámbito casi siempre relegado a su círculo de amigos en una ciudad quizá con demasiada efervescencia moderna como para que una propuesta como la suya resalte. No obstante, siempre hay oídos atentos a la melodía, aunque estén a océanos de distancia. Por eso dio igual que quien se dejó seducir por los sonidos cristalinos, sinceros y bellos de los Parsons fuera un tipo de Zaragoza, lo importante es que su sello los trajo a Europa y desde entonces unos cuantos de nosotros somos más felices.

En mi caso esa felicidad epifánica tuvo lugar cuando les descubrí hace tres años a través de su disco Blurred Harmony, una de esas maravillas que, precisamente porque uno no las espera, las acoge en su seno como la perfecta compañía para una etapa de su vida. Aquél año, 2017, un año infinitamente mejor que este en todos los sentidos, fue mi disco favorito, el que le recomendé a todo el mundo, el que me acompañó en mis viajes, mis vacaciones, en mis momentos familiares más hermosos, de ahí lo que decía al principio de albergar sentimientos de amistad hacia alguien que sólo se conoce a través de un vinilo. Ellos y su disco se convirtieron, irremediablemente, en parte de mí.

Obviamente, dado todo ese entusiasmo, esperar con ahínco una nueva obra de los pelirrojos -espera apaciguada por el precioso disco en solitario de su principal compositor y cantante, Evan Thomas Way, que aparecía el año pasado- tenía dos inconvenientes: primero, las expectativas son siempre malas a la hora de encarar cualquier producto artístico y segundo, se les podía pasar el arroz, disiparse la magia. Y tres años, es mucho tiempo.

Por eso cuando, de nuevo, la disquera zaragozana You Are The Cosmos ponía en circulación este otoño la nueva rodaja de felicidad de los de Portland, mi algarabía fue equivalente a mi escepticismo. Casi cogí el disco con pinzas, procrastiné todo lo que pude, tenía miedo de que al poner la aguja sobre el bonito vinilo verde, el hechizo al que aún me tenía sometido su anterior álbum se disipara. De hecho, cuando al fin lo dejé rodar, había algo dentro de mí, una barrera infranqueable, que me impedía llegar a él ¿Sería un espejismo este idilio que yo creía sin fin? ¿Quedaba todo en agua de borrajas?

El tiempo, como siempre, pone las cosas en su sitio. Pero al tiempo no hay que forzarlo, hay que dejar que siga su curso. Yo lo hice y efectivamente, todo seguía colocado en su lugar correcto. Mi sensación de que este chiste me lo habían contado con mucha más gracia antes se disipó cuando, de repente, la voz sedosa de Way, los arreglos cristalinos de guitarra, las armonías siderales y las melodías infinitas volvieron a causar en mí los mismos efectos causados años atrás. El cielo abierto, un cielo amplio como el de Monument Valley, volvía a estar ante mí mientras escuchaba esta perfecta selección de lo mejor que es capaz de dar la honestidad de una de las bandas más entrañables que jamás haya pisado la tierra.

Igual que lo hizo Blurred Harmony, Lifetime Of Comedy ha vuelto a ser la compañía perfecta, esta vez en tiempos oscuros. Yo no me daba cuenta, pero escucharles de nuevo hacer un disco precioso era una necesidad tan acuciante que al hacerlo he accedido a sensaciones que hubieran sido imposibles de otra manera, o escuchando a otro artista. Y es que ellos tienen algo balsámico, hay algo en esa forma de ensamblar amor verdadero con folk-rock que ejerce ese efecto apaciguante, calma-demonios, que uno rara vez encuentra en toda la inmensidad de cosas que hay por ahí para escuchar.

Todo ese sonido puro como una mañana de enero, que combina a la perfección las guitarras de The Byrds, las ensoñaciones de los Pink Floyd progresivos, las vaqueradas cósmicas de Gram Parsons o la capacidad melódica de los primeros Jayhawks está otra vez aquí, en este fantástico álbum que vuelve a retomar esas cualidades sin parecer que haya pasado el tiempo. Es cierto que esto no sorprende, no evoluciona con respecto al casi perfecto disco que le precedía, pero ¿quién quiere evolución cuando tiene ESTAS canciones?

Eso, básicamente, es lo que ofrecen los pelirrojos: unas canciones infinitas, de serenidad prístina dentro de embriagadoras cabalgadas de guitarras, con un sonido de banda y producción perfectos que las envuelve hasta hacerlas parecer obra de ángeles. Y es que estas texturas que aquí se plasman tienen algo de espiritual, de etéreo. Las combinaciones vocales de la melancólica voz de Evan se entrelazan con las de su compañera y resto de compañeros para elevarse y elevarnos, de paso, a nosotros, al infinito.

Maravillas como “All I wanted”, despliegue de atemporalidad pop que llega tras la pequeña intro intimista digna del mejor Neil Young que es “Heaven knows I’m trying”, dianas tan certeras como “I never would have changed”, con ese especial colorido en las guitarras que la adornan y su estribillo arrebatador; esa especie de himno pastoral pop que es la titular; la orfebrería guitarrística en “Turn around”, la americana sideral de “Warrior” o la odisea espacial que propone “Dreaming of another place” son, separadamente, composiciones dignas de funcionar como el más fabuloso single, pero es cuando suenan en conjunto, sin interrupciones, cuando todo explota en la cabeza. Y vuelve la felicidad. Cuando llega el final con algo tan rotundo como “Falling fading”, uno cae en la cuenta de que esto es como la más poderosa de las drogas. Y prepara la aguja para insertarse, inmediatamente, otra dosis. Y otra. Y otra.

Escucha The Parson Red Heads – Lifetime Of Comedy

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