Entrevistamos a Gorka Urbizu, ex Berri Txarrak
Con las primeras semanas del año, sin promoción ni publicidad, Gorka Urbizu, antiguo frontman de Berri Txarrak, publicó su primer trabajo en solitario, Hasiera But. Un álbum pausado, orgánico. Un disco que, con tan solo una escucha, conecta como si fuera un viejo clásico.
Diez canciones para disfrutar, para entender esa expresión que tanto se ve impresa en camisetas y cuentas de Instagram, pero tan pocas veces ponemos en práctica: vita lenta. El disco, sin un plan ni una agenda, celebra la humanidad, la sencillez y la vita tal y como es. No es de extrañar que la traducción de los títulos de sus canciones sea: “una casa”, “una teoría”, “un lugar” o “un amor”, por mencionar algunos ejemplos. Porque al final, la idea principal era simplemente dejarse llevar por la inspiración del momento y permitir que las canciones tomaran forma por sí mismas.
Un proceso de exploración creativa donde el músico encontraba la vida de cada canción de manera natural, sin forzar nada. Esa libertad y espontaneidad se reflejan en todos y cada uno de los aspectos, tanto estéticos como musicales, que dan forma a este álbum.
“Si no tienes media hora para dedicarle, quizás este no sea tu disco”
Es un placer charlar contigo, Gorka. En primer lugar, felicidades por tu nuevo trabajo. ¿Cómo estás viviendo este momento?
Estoy realmente emocionado y agradecido. Cuando lanzo un disco, siempre siento como si estuviera enviando un mensaje en una botella, sin saber dónde llegará. Muchas personas me han expresado que necesitaban este tipo de música, que les provoca una mezcla de relajación y paz interior, especialmente en estos tiempos. Ahora estamos inmersos en la promoción, que aunque siempre es necesaria, también puede resultar un poco abrumadora. Aun así, la veo como parte del trabajo.
Uno de los aspectos más sorprendentes de este álbum es que lo has lanzado sin publicidad ni promoción, lo cual es todo un desafío en el contexto actual, donde la gestión de las redes sociales se ha vuelto fundamental para los músicos. ¿Qué te llevó a tomar esta decisión?
Las redes sociales son una herramienta muy potente, pero también pueden convertirse en una especie de prisión. Nos imponen ritmos que seguimos ciegamente, y no siempre son los ritmos naturales para crear o lanzar música. Estamos alimentando al algoritmo al ritmo que nos marca la máquina, y eso me inquieta un poco. Basta con ver ejemplos como Bizarrap, personas que han estudiado marketing, que arrasan y utilizan muy bien las redes. Es una habilidad increíble, pero a menudo el hype o la promoción superan a la canción misma. Cuando veo una estrategia tan clara e importante, siento que la canción queda en segundo plano, y eso ya no me gusta. A veces olvidamos que se trata de crear canciones, de intentar emocionar al público, de contar historias, de transformar la realidad a través de la música.
En la actualidad, se espera que los artistas capten constantemente la atención, aunque a menudo no está claro el motivo detrás de esta presión, que en ocasiones incluso es autoimpuesta por los propios músicos.
En una de las canciones de este disco, menciono cómo la irreverencia está constantemente tocando a la puerta, y hay un temor constante a perderse. A veces, sientes una presión para crear contenido, incluso cuando no lo tienes, y terminas generando material que puede que no interese o que esté alejado de la música. Lo veo como esas luces que se encienden con el movimiento, a veces se apagan y necesitas hacer un aspaviento para que vuelvan a encenderse. Es como si uno tuviera que estar constantemente en movimiento para captar la atención. En mi caso, intento no caer en los ritmos preestablecidos. Es también una cuestión de actitud. Se ha dicho que la música vasca es muy buena, pero sus vendedores son muy malos. Puede que tengan razón
Justo con esta última frase, me lleva a otro tema interesante, y en parte relacionado con las redes. Con el crecimiento de las aplicaciones de streaming, parece que en España cualquier movimiento musical vasco asociado a las guitarras se etiqueta automáticamente como parte del Rock Radical Vasco. Es algo que siempre ha ocurrido, pero ahora lo observamos atravesado por la nostalgia.
Totalmente. Lo vínculo con las lenguas minoritarias; parece que en España hay ciertas cuotas. En el sistema establecido, digamos en la lengua hegemónica, hay espacio para una o dos bandas en euskera. Creo que con Berri Txarrak, después de mucho trabajo y dedicación, nos tocó el turno. Es el grupo típico al que la gente asocia cuando escucha una banda en euskera. Para nosotros es un honor, pero también nos hemos encontrado en situaciones en las que nos relacionan con el rock radical vasco, cuando en realidad no tenemos mucho que ver con él. Es cierto que aquellos grupos abrieron un camino, y también que cuando empecé a hacer música en euskera ya existía una escena, pero musicalmente no tenían nada que ver con lo que hacíamos en Berri.
Estoy creando música de manera natural en mi lengua materna, pero parece que tendemos a encasillarnos. Necesitamos una etiqueta para meter a una banda y esa, rock radical, es lo más sencillo y conocido. Es injusto porque hay una diversidad muy interesante en la escena vasca, y obviamente el oyente tiene que poner mucho de su parte, porque el establishment no está preparado para que el algoritmo te lleve a escuchar Vulk, por ejemplo, y es una pena.
Es interesante notar que la música en gallego o catalán no parece estar tan sujeta a etiquetas fijas como ocurre con la música en euskera y el Rock Radical Vasco.
Además, el rock radical vasco, en su mayoría, se expresaba en castellano, al menos muchos de sus íconos. Esto significa que el idioma no era necesariamente el principal signo de identidad; era más bien la forma en que se expresaban, una especie de efervescencia sociocultural muy particular dentro de un contexto muy definido. Con pocos recursos, lograron mucho, pero a veces te encasillan ahí, incluso ahora. Han pasado cuarenta años desde entonces, pero incluso ahora hay generaciones que sienten nostalgia por algo que no vivieron directamente. En cuanto a las guitarras, el movimiento con más seguidores entre la juventud es el Street Punk/oi, y estos seguidores son grandes admiradores de conjuntos como RIP y otros grupos similares. Me parece curioso y a la vez lo comprendo.
Volviendo a tu nuevo trabajo, se percibe como un disco íntimo con una producción cruda y eficaz. Un disco para dedicarle tiempo porque en cada escucha se encuentran nuevos detalles que enamoran. ¿Podrías contarnos más sobre la génesis y el proceso creativo detrás de este trabajo?
No hay nada rimbombante; hay una cohesión estética entre todos los elementos, empezando por la portada, que ya te sugiere ese derecho al descanso. Es un disco para alejarte del mundanal ruido; el mundo se va a la mierda, hay una brutalidad tan cruel y tan jodida que para muchos este disco está significando un refugio sonoro donde sentir una especie de bienestar o de pausa, o al menos me lo ha dicho bastante gente. Lo que decías del tiempo, creo que sí. Si tengo algo que pedir es que ojalá se escuche el álbum entero, porque al final no es tanto tiempo. Si no tienes media hora para dedicarle, quizás este no sea tu disco.
Parece que la velocidad se ha convertido en ideología, picoteando un poco de todo, pero no nos detenemos a disfrutar prácticamente de nada. En estos momentos, bajar el ritmo de esta aceleración continua parece un acto de resistencia.
¿Quién impone que una canción tenga que salir un jueves para que entre en listas y tenga más escuchas? ¿Por qué no puedo sacar un disco un lunes? Es una locura y hemos tragado con ese ritmo. No me siento cómodo. No debería haber un calendario, y si lo hubiera, tendría que ser vital. No te lo puede imponer una red social porque necesite que el jueves tenga una canción nueva
Un álbum que surgió como bien indicas con calma, sin un plan predefinido, solamente con el objetivo de dejarte llevar y que las canciones cobraran vida por sí mismas.
El tiempo para crearlo ha sido clave. Cuando me bajé de un tren en marcha, como el que era Berri Txarrak, que iba como una locomotora, no tenía nada pensado. Realmente, no tenía nada estipulado, ni un calendario ni una canción hecha. Yo sabía que iba a seguir creando desde otro sitio, pero no sabía desde dónde.
Han sido cuatro años, pero podrían haber sido nueve o dos. Igual que los árboles necesitan su tiempo para dar fruto, la música también. Ahora hay como una obsesión de que todo sea ya, de buscar el atajo, de tener éxito rápido. Todo esto para mí no tiene mucho que ver con la música. Yo quería hacer un disco en el que volcar todo mi cariño y todo mi saber, hacerlo bien. Es un disco que me representa vitalmente y eso ha llevado su tiempo, sin obsesiones.
Aun así, después de tantos años con Berri Txarrak, no ha debido ser sencillo; al final, componer desde otros prismas siempre es un reto.
No ha sido sencillo; he pasado por varias etapas en esta búsqueda. Cuestiones estilísticas y también de producción. En cierta manera, me obsesioné porque no sabía si debía experimentar un poco más, reinventarme y hacer otra cosa, aunque no tuviera que ver conmigo. Luego dije, ¿por qué te obsesionas, si al final eres tú haciendo canciones? Esto es un continuum de muchos años haciendo canciones y esta es una labor de artesanía que me representa. Este disco que presento ahora es la polaroid que me representa en estos momentos.
Cuando un músico comienza una carrera en solitario después de dejar una banda exitosa, es común que el público y la crítica esperen que su nuevo trabajo sea una continuación de su carrera anterior. ¿Has experimentado esto?
Desde el principio tuve claro que no quería hacer un «Berri 2.0», porque para eso continuaría en el grupo en el que nos desenvolvíamos muy bien. No tendría sentido alguno. El título de este trabajo es «Hasiera Bat», que traducido sería «Un Comienzo», y lo elegí porque podría haber sido como ha sido finalmente o podría haber tomado un rumbo totalmente diferente.
Por supuesto, me gustan muchos otros estilos y he estado explorando diversas opciones, viendo si iba por aquí o por allá, hasta que encontré una veta creativa. Las propias canciones me estaban indicando que esta música era la que realmente me nacía en este momento. De alguna manera, ha sido el proceso lo que me ha llevado a este punto.
También tenía claro que quería evitar el típico disco acústico de un cantante de rock que ha dejado su banda, quería evitar ese cliché, aunque es algo que me gusta. No quería caer en lo predecible. Sin embargo, las canciones más tranquilas surgían de forma natural. Por suerte, en esos momentos entraron Jordi Matas y Joan Pons y le dieron un enfoque distinto. Ellos dos han tenido mucho que ver en que este disco no sea el típico álbum de cantautor; gracias a ellos, «Hasiera Bat» es otra historia.
¿Desde qué perspectiva partisteis a la hora de crear este sonido?
Partimos de la premisa de mantener la simplicidad y la austeridad en todos los aspectos, especialmente en los arreglos. Nos desprendimos de un montón de cosas, buscando dejar el sonido en su expresión más mínima. Fue tal el grado de esto que casi llegamos a obsesionarnos: «vamos a quitar este bombo a ver si la canción sigue en pie», era como jugar al Jenga, quitando piezas pero sin que la torre se derrumbe. De toda mi carrera, este es uno de los discos en los que he dado más importancia al sonido. Vestirlo y revestirlo fue un elemento estético en el proceso creativo.
Aun así, cada canción encuentra su lugar sonoro. Por ejemplo, «Teoria Bat» se mueve en el terreno del pop-folk, muy al estilo de Big Thief. Otras canciones, como «Maitasun bat», adoptan un enfoque más jazzístico, mientras que «Toki Bat» tiene un estilo más ochentero. Menciono estas tres porque son las primeras del álbum, lo cual ya nos da una idea de la variedad que ofrece.
Sí, estoy contento con todo eso. Podría haber hecho un disco más melancólico, más triste, más corta venas, y no es porque no quisiera; ojalá algún día me salga uno así, pero siendo sinceros, no me encontraba en ese momento vital. Hay canciones como “Janela Bat” que pueden tener ese toque melancólico, pero por suerte, el disco es bastante variado dentro de una unidad estética. Por ejemplo, “Toki Bat”, que has mencionado, con otros arreglos podría ser una canción de Berri Txarrak perfectamente.
Una de mis canciones favoritas, y seguramente gran parte de la culpa la tenga el artículo que te dedicó Fernando Navarro en El País, es “Etxe Bat”, un tema muy desnudo, pero que cuenta con una narrativa y letra muy cotidiana, además de toques sonoros que le dan un toque completamente reflexivo.
Es interesante, y me lo ha mencionado mucha gente también, pero es una canción con los acordes de siempre; en ese sentido, no tiene nada de especial. Quizás sea esa sencillez la que emociona. Justo tenía ciertas dudas con esta canción, porque su letra es muy cotidiana, muy íntima, pero ha conectado con la gente. A veces, lo personal, lo más humano, es lo que más nos une.
Una de las cosas que tengo claras, volviendo al tema de la producción, es que los sonidos beben de los lugares donde se crean. En el caso concreto de este disco, se grabó en el Teatre de ca l’Eril en Guissona (Lleida).
El lugar ha sido clave. Hubo un momento en el que estaba considerando con quién grabar este trabajo, aunque ya lo tenía más o menos claro. Fue cuando vi un concierto de El Petit De Cal Eril cuando me convencí por completo. No eran trucos de estudio; esta gente tenía un concepto muy sólido a nivel sonoro. Cuando hablé con ellos, me dijeron: “Vale, pero si grabamos este disco, lo hacemos en el Teatro. Una vez que lo veas, vas a decir que sí”. Efectivamente, así fue.
El lugar era un teatro antiguo, reacondicionado, con un encanto increíble. Un sitio genial; además, no era un estudio de música al uso. No daba la sensación de que estuvieras en un sitio clínico y cerrado. También queríamos llegar lo más puro al estudio, sin prácticamente ninguna maqueta y sin ensayar. En mi caso, nunca había trabajado así, la verdad.
Jordi, que viene del mundo del jazz, sí que está acostumbrado a la improvisación, pero yo no tanto. Estaba un poco acojonado; era como: «Vamos a tocar en directo, nunca hemos tocado juntos y apenas vamos a ensayar». Él defendía que debía ser así; que las cosas sucedieran en el estudio, tomar las decisiones allí y grabar en analógico, que el proceso mismo te llevara a las canciones. La teoría es muy bonita, pero luego hay que llevarla a la práctica. Ha sido mágico.
¿Cómo fue la experiencia?
Genial. Una vez allí, tocando los tres, nos mirábamos y decíamos: «Ya está, con esto me emociono y ya hay materia prima». Ahora a darle forma. En el sitio realmente te apetecía tocar esta música, pero sí, antes de empezar a grabar, le decía: «Bueno, hay que hacer un calendario así nos da tiempo a ensayar cuatro o cinco días», y él me decía que no. Que si ensayábamos ya, las canciones tomaban un matiz, empezaban a tomar una forma definitiva y quería que eso pasara cuando estemos grabando, antes no.
Cuando hablas con un productor, tienes que adaptarte a su forma de trabajar, respetar su modus operandi. Al final, estás trabajando con un material delicado, pero es importante confiar. Esto tiene que ver con la madurez artística: déjate llevar, no sabes dónde va esto, no pisas suelo y esta sensación es vertiginosa, excitante, pero a veces también da miedo. ¿Estaré arruinando mi disco? Las canciones me gustaban, pero no sé dónde acabará esto. Sin embargo, tienes que confiar en esta persona porque tiene una visión que quizás tú no eres capaz de ver. Esa magia es lo que hace que un disco esté vivo.
Ahora comienza la gira y la respuesta del público está siendo realmente increíble, prácticamente todos los conciertos ya han colgado el cartel de sold out. ¿Cómo estás preparando estas fechas?
Hemos tenido llenos totales en casi todos los lugares, e incluso en Madrid hemos agregado una segunda fecha. Hemos formado una banda un tanto de estrellas, aunque no está bien que lo diga, pero estoy emocionado. Jordi y Joan, que han sido el núcleo duro, en estos momentos no están, pero se han unido Amaia Miranda en la guitarra y Mariana Motas en la segunda batería; ahora estamos tocando con dos bateristas. Espero que al público le guste, creo que les va a sorprender.
Antes de terminar esta entrevista, me gustaría hablar sobre la portada del disco. Se trata de un cuadro de la artista canadiense Heather Horton, una obra que representa a la perfección el espíritu de este álbum. ¿Cómo surgió esta colaboración?
Fue una casualidad. Normalmente, suelo ir en contra del algoritmo, pero esta vez me sugirió el trabajo de la artista y en cuanto lo vi, me enamoré. El cuadro se llama «Karly, Resting». Para mí, representaba una llamada a la desaceleración y al derecho al tiempo de calidad, y por eso creo que va en consonancia con el disco.
Contacté con Heather en 2021, más o menos, y le dije: «Soy músico y quiero hacer mi primer trabajo en solitario, y me encantaría que esta obra tuya fuese la portada. Solo hay un inconveniente: aún no tengo el disco». Ella se quedó como «¿what?».
Pasó un año y otro, y en un momento le dije: «Bueno, no me he olvidado de esto, solo estoy dando tumbos». Por fin un día le dije: «Ya lo estoy grabando. A finales de año o principios del siguiente habrá disco». Ahora ella está alucinando, porque está teniendo bastante repercusión.
¿Le has podido enviar tu álbum?, ¿qué le ha parecido?
Sí, también le he enviado las traducciones de las canciones. Me escribió algo así como: ‘Rezuma humanidad y estoy conectando muy profundamente con él’. Lo curioso de esta historia es que hace unos meses también me escribió una chica llamada Karly, cuyo nombre es la modelo del cuadro y amiga de Heather.
Todo esto ha sido una historia súper bonita online. Heather es canadiense, Karly es de California, y es increíble que nos haya unido el arte, la música y la pintura, a pesar de los kilómetros que nos separan. Todo gracias a un cuadro del 2009 que de repente ahora ha tomado otro cariz, pero sigue siendo el mismo. Pensar que quince años más tarde, de repente, recibes en tu casa un vinilo en euskera con tu cuadro como portada … Una historia genial,
Ha sido un placer conversar contigo, Gorka. Para finalizar, ¿qué significa para ti la música?
La música es un asidero sin el cual no podría vivir. Puede sonar un poco cliché, pero es la verdad. Es especialmente importante en estos tiempos de polarización y negacionismo, donde la gente parece no escuchar al otro. El mundo se siente muy brutal y cruel en estos momentos, y creo que la cultura es más necesaria que nunca. Por eso, la música es un refugio al que me aferro y hace que el día a día sea mucho más llevadero. Además, me ha llevado a lugares, tanto personal como emocionalmente, que nunca habría imaginado. No concibo la vida sin música.
Escucha ‘Hasiera But’ de Gorka Urbizu
Foto Gorka Urbizu: Ibai Arrieta