Ilegales (La Riviera) Madrid 21/10/23

Quienes llevamos siguiendo a Ilegales desde que empezamos a comprar discos, asistimos con cierto orgullo a su última encarnación, después de que en 2010 se despidieran para regresar un lustro más tarde con La Vida Es Fuego, al que siguió Rebelión (2018), convincentes trasiegos por todos los caminos por los que ha transitado su música desde su nacimiento. En esta última década, a pesar de la trágica e inesperada pérdida de su bajista Alejando Blanco, no solo han sido capaces de reponerse y mantenerse en activo con una dignidad que nunca han perdido, sino que siguen siendo poseedores de un exitoso presente en el que continúan ampliando catálogo y audiencias.

El sábado llegaban a La Riviera de Madrid para poner fin a la gira de La Lucha por la vida, disco editado el pasado año con el que celebraban 40 años de carrera y en el que repasaban las canciones de su última etapa, con la compañía de invitados tan variopintos como Loquillo, Luz Casal, Bunbury, Vetusta Morla, Niño de Elche, M-Clan Evaristo Páramos (La Polla Records), entre otros. La excusa era volver a festejar esas cuatro décadas y de paso, darse un festín tirando de algunos de los ganchos más infalibles que atesoran.

Pocas veces les he visto tan pletóricos y llenos de vida sobre el escenario, y reconozco que han sido un buen número de ellas en los últimos 30 años. Pasaban apenas tres canciones desde el inicio, cuando Jorge hacía su personal declaración de amor hacia el rock and roll: «algo que aunque mate, tan malo no será, ¡me siento vivo, me siento joven!». Y con esa energía inagotable, continuaban con ese recorrido por presente, pasado y futuro, mezclando temas de todas sus épocas con una naturalidad incontestable.

Habían arrancado esa nueva pieza que suena a clásico, «Tantas veces me he jugado el corazón que lo he perdido», y el zarandeo resilente de «Si no luchas te matas», para enseguida llevarnos a los tiempos de Todos están muertos (1985) en «Ella saltó por la ventana». Un viaje como decimos de ida y vuelta, en el que nos recordaron la furia de «Chicos pálidos para la máquina», la sorna de «Todo lo que digáis que somos», el tono melancólico de una «Princesa equivocada» bajada de revoluciones o la vigencia de «Agotados de esperar el fin» y «Ángel exterminador». Y donde tampoco se olvidaron de la dupla inseparable «El norte está lleno de frío» / «Enamorados de Varsovia» o ese reciente himno, que mira de tú a tú a glorias pasadas «Voy al bar».

Reivindicaron los nuevos tiempos con «Te prefiero lejos», «Todos los peligros me conocen», «Nunca lo repitas en voz alta» o «Divino imbécil» con la compañía de Carlos Tarque de M-Clan, y se atrevieron a mirar al futuro con una «Juventud, egolatría» que arranca con un sintetizador, pero curiosamente es 100% Ilegales. Bastó con hilvanar «Destruye» con «Bestia, bestia» y «Dextroanfetamina» para desatar la locura en la parte final, tras la que volvieron para un generoso bis que centraron en su debut, del que también se cumplen 40 años.

No faltaron la eterna «La casa del misterio», ni las icónicas «Yo soy quien espía los juegos de los niños» y «Tiempos nuevos, tiempos salvajes»; como tampoco «Hombre solitario», «Hola mamoncete», ni el desenfreno de «Caramelos podridos», para rematar con una alargada «Problema sexual» de nuevo junto a Tarque, con la que se presentó al grupo y finalizaron dos intensas horas de actuación. Con «Canción obscena» como sintonía, desearon salud al personal, y nos emplazaron a futuras aventuras en las que les estaremos esperando.

Fotos Ilegales (Facebook de la banda)

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