Lo nuevo de Chucho a través de sus canciones: Cap. 9

Próximamente llega el esperado nuevo disco de ChuchoCorazón roto y brillante (Intromúsica). El regreso de la banda de Albacete es un álbum conceptual sobre una ruptura, que nos cuenta la historia de Pere y María a través de sus doce canciones. Antes de escucharlas, conocerás lo que esconde cada una de ellas de la mano de Fernando Alfaro, quien nos irá desvelando en Muzikalia un relato dividido en capítulos, correspondientes a cada una de esas canciones. Ya puedes leer el capítulo 9.

Próximamente, más entregas.

 

PERE Y MARÍA: 09>  Espalda brillante

El anacoreta. El ermitaño en su micropiso. El eremita y sus recuerdos reflejados en la pared vacía. Una proyección de celuloide en la caverna de Platón:

(Imagen de la espalda de él, sentado en la cama, aún sudoroso después del encuentro carnal. La luz clara del día entra por la ventana, incidiendo en la parte posterior de su torso, que tiene inclinado hacia delante, los codos sobre las rodillas. «Tienes la espalda brillante», había dicho ella con una sonrisa en los ojos.)

Quizá él le respondiera que sí, que se adelantaría para ir así iluminando el camino.

(Imagen viendo por televisión un documental sobre esos gorilas, los espalda plateada. María duerme; Pere atiende, ensimismado; el gato tampoco quita ojo a la tele: «A pesar de su tamaño y fuerza formidables, los gorilas de montaña son bastante suaves e incluso tímidos…» «Un gorila de espalda plateada es un macho completamente maduro que se instituye como un experimentado líder de un grupo de gorilas…» «…es el macho de espalda plateada quien decide hacia dónde viaja la tropa, ya sea para alimentarse, descansar o pasar la noche y dormir.» «Los gorilas son principalmente vegetarianos. Sin embargo, con muy poca frecuencia ingieren insectos y pequeños animales…»)

La lucidez del monstruo intelectual, de nuevo. Iluminando el camino oscuro con su fulgor.

María era una tía luminosa, una tía de luz. Era generosa en la entrega, y generosa a la hora de demostrarla, y lo colmó siempre de felicidad, y también de regalos que harían palidecer a reyes y emperadores. Y le gustaba, además, que fueran una sorpresa.

Siempre te gustó darme sorpresas y acabaste dándome la peor de todas. Odio las sorpresas —piensa ahora Pere, compungido como un melodrama—. «Lo tendrías que haber visto venir», dijiste. Y sí, es verdad que me amenazabas con dejarme desde hacía años, pero eso había sido desde el principio, y nunca pensé que fueras del todo en serio, y una vez pasado el relámpago y luego el trueno, volvía siempre nuestra cálida calma, nuestra razonable felicidad y el amor, nuestro amor tan poco aceptado por todos, en realidad; nuestro amor nada racional, sino fuera de toda lógica. Quizá es que la lógica nos aplastó, al final. Nos alcanzó y nos aplastó.

El anacoreta y sus recuerdos: no lo puedo entender, pero si sólo unos días atrás estábamos planeando un nuevo viaje; si nos estábamos planteando muy en serio tener hijos, o hijas, quizá dos; si también en los últimos tiempos hacíamos el amor a pleno rendimiento, a toda máquina, a plena satisfacción, como siempre o como casi siempre, o quizá era que para ti, no… «te dejo; he conocido a alguien». Y me dejaste sin ti. Y te odio por eso. Me dejaste sin toda la belleza que hay en este mundo. Sin lo bueno de la vida. Sin respirar de tus ojos y tu sonrisa fresquita cada mañana. Ahora estoy muerto. Porque ya no tengo vida.

—El zeitgeist —estaba diciendo Pere—. El sentir comunitario. Qué época nos ha tocado vivir. Somos más tontos y más incultos que nuestros abuelos. Más ignorantes, seguro.

—El sentir mayoritario, sí. Hay mucho tonto de tuiter. Y mucho listillo supuestamente de izquierdas y feminista que luego…

—También hay mucho facha, mogollón, eh.

—Sí, pero ¿sabes? La otra noche, tu amigo ese que es tan activista, sólo porque toqué en la puerta del váter cuando os estabais metiendo una raya, para que me invitara a mí también, luego, cuando salimos me tocó el culo en plan sobón, en plan chungo, que le dije: tío, tú ¿de qué vas?

—Su puta madre. Cagoendiós… Ya le diré yo cuando lo vea… Hostia puta, ya verás… Bueno, eso es lo que digo: la corrección política, que en su mayoría yo comparto, acaba siendo, cuando median hijos de puta, nada más que eso: la supremacía, el depredador, gente que aprovecha para estar por encima en la cadena alimenticia. Hijos de puta.

—De todas formas, toda esa lucha feminista y ecologista que esta gentuza acaba pervirtiendo es de lo poco por lo que merece la pena salir a la puta calle a gritar…

—No sé si seremos, o si serán, qué leches, tía, si nosotros no vamos nunca, o estamos de fiesta o tiraos en el sofá de resaca, pues eso, que no sé si serán suficientes.

—Bueno. Es que hay que hacerlo. Yo sí que he ido a manis. Tú no, Pere, puto gandulaco. Y ¿has visto eso de Elon Musk que quiere colonizar Marte? Claro: sólo para ricos: están huyendo, ya lo sabes.

—Comprendo que la gente se haga mayor y entonces pierda la fe en la condición humana. A mí también me pasa. Pero si eso me llegara a pasar del todo creo que me iría a una cabaña en algún bosque.

—Ya, jaja, como si te crees que te la podrías pagar…

—Bueno, tía, ya me entiendes. Lo que odio es a toda esta gentuza que odia o desprecia al ser humano pero que busca poder, poder sobre los demás. Aprovechan la situación. Aprovechan las peores situaciones. Los odio.

—Estaría bien que todo el mundo tuviera identificado esto, a esta gentuza.

—No es nada complicado. Sólo hay que seguir las señales…

Las señales. Señales del fin del mundo: la premonición. Desde que en aquella habitación se habló de matrimonio, se empezaron a producir. Lo recuerda ahora Pere, ahora cae en la cuenta, tarde como siempre: a María la turbó muchísimo el visionado de esa película, Melancholia. La estaban volviendo a ver una noche en la tele y fue cuando Pere las vio, las señales.

La muerte del gato… porque su gato murió, por entonces. Murió porque se cayó por la ventana desde el quinto al patio interior, y no hubo manera de encontrar al único vecino que tenía acceso.

Señales de un fin del mundo en forma de cataclismo climático, de hambrunas, de guerras por el agua, de crisis migratorias o de una gran pandemia por un virus mortal. El acontecimiento, así lo llamaban los dueños de las mayores fortunas del planeta, los dueños de todo. Los que planeaban ponerse a salvo colonizando Marte; o en búnkeres con sus sojuzgadas y bien entrenadas guardias de corps; o bien traspasando su conciencia, que no su alma, a un superordenador. Ratas abandonando el barco. Ratas.

Más señales: María, esa criatura sensible, empezó a derrapar por los días, por los meses que se sucedieron después del momento infausto. Siempre salía, nunca volvía. Pere pensó que el amor lo puede todo y lo cura todo. Pobre Pere. Pobre María.

Poco después del comienzo de las señales, del comienzo de la premonición, la casa de los padres de Pere en la playa, a la cual la madre ya nunca iba, el refugio de Pere y María en los días felices de gatos, ardió hasta sus cimientos.

La catedral de Notre Dame, que Pere y María habían visitado en su viaje parisino de hacía un año, también ardió, justo el día de ese aniversario.

Y poco después María, entonces, lo dejó.

Era el fin de una era, una era en la que comenzaría la gran hecatombe, el verdadero final. El punto final. El puto fin del mundo. Y quedarían entonces aislados, él en una pequeña cabaña en algún bosque, ella en la ciudad, en la casa que fue de ambos, en la cama que fue de ambos, alejados ahora por eones de tiempo y de distancia, y Pere llamaría a María para consolarse el uno al otro en su respectiva soledad, y María le diría: «no: yo no estoy sola.»

—Creo que nunca voy a poder perdonarte.

Y ahora la Sombra Fantasmal canta con él, y habla a la vez que sus palabras.

 

 

ESPALDA BRILLANTE

Ya no será lo mismo,
ya nunca nada será igual.
No voy a perdonarte
nunca jamás, lo sabes, ¿verdad?

Espalda brillante,
más adelante, en el más allá,
brillando su fulgor en la oscuridad.

Y es que hacerse mayor
era bordear en la lejanía
con un corazón puro
un precipicio de misantropía.

Espalda brillante,
más adelante, en el más allá,
rezuma su fulgor en la oscuridad.

Y si ya sin fe en el hombre
eres un solitario,
estaré contigo.

Pero si buscas poder,
entonces eres
mi enemigo.

Espalda brillante,
más adelante, en el más allá,
rezuma su fulgor en la oscuridad.

 

 

Texto: Fernando Alfaro

Ilustración: Erika Seven

 

 

«Los personajes y hechos retratados en este relato son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia»

 

 

 

Consulta aquí la historia de Pere y María en la que se inspira el nuevo disco de Chucho:

1 > Corazón roto y brillante

2 > Sombra lunar

3 > La ambulancia y el dolor

4 > Yoga love

5 > La carretera de la costa

6 > La feria animal

7 > Hoamm

8 > Vals del trueno

9 > Espalda brillante

10 > Agente Sebso

11 > Agujetas

12 > Otra ciudad

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